La higiene
Los fabricantes siempre recomiendan cambiar la funda del nórdico como las sábanas, es decir, una vez a la semana o dos. Sin embargo, con las mantas pasa un poco al revés: se deben lavar una vez al año, y no de cualquier forma porque, de hecho, no se pueden meter en la lavadora. Lo normal es llevarlas a la lavandería para que le hagan un lavado en seco, pero en casa también se puede hacer. Eso sí: hay que hacerlo a mano, con jabón neutro, y dejarlas después en agua unas horas, y escurrir sin frotar, etc.
Los ácaros
Estos arácnidos son fans totales de campar en la cama, pero si pueden elegir, prefieren hacerlo sobre tela natural como la lana. Por eso, este tipo de tejido es mil veces más susceptible de criar ácaros que el nórdico, cuya funda suele ser de algodón en la mayoría de los casos. Y se lava más a menudo.
La transpiración
Los nórdicos de plumón (que no de pluma o sintéticos) están fabricados precisamente para que transpiren mejor que ningún otro material. De hecho, se trata del mejor aislante natural y transpirable existente hoy en día. Frente a esto, están las mantas de lana que, aunque te calientan en menos de diez segundos, no están hechas para que transpiren, sino todo lo contrario.
La comodidad
Esto, como en todo, va a gustos. La mayor característica de una manta es que te permite dormir 'aplastado', y muy, muy caliente. Si eres de los que adoran dormir con peso encima, apúntate a la manta. Sin embargo, hay otros que prefieren poder moverse con libertad por la cama, así que lo suyo son los nórdicos. Por no hablar del tiempo que se tarda en hacer la cama con manta, sábanas y colcha, y el tiempo que se invierte teniendo solo el nórdico. No hay color