En el cementerio gaditano de Villaluenga del Rosario, la muerte es bella

  • El cementerio de Villaluenga del Rosario ha sido votado como el más bonito de España

  • Alquilar un nicho durante cien años tiene un precio de 1.500 euros

Si la vida es bella, la muerte en Villaluenga del Rosario también lo es. Tiene solo 500 habitantes, es el pueblo más pequeño de la provincia de Cádiz, pero ha conseguido que su cementerio sea el más votado como el más bonito de España.

"Dos mil quinientos votos", dice orgulloso su alcalde, Alfonso Moscoso. "Hemos competido con capitales de provincia y con ciudades y municipios con muchos miles de habitantes".

"Eso es bueno, hombre, porque haber nacido aquí y que nuestro cementerio sea el más bonito es lo mejor para mí. Aquí me quedo, vamos". Rafael está jubilado y, aunque bonito, no piensa frecuentar el cementerio antes de tiempo. "Por muy bonito que sea el cementerio la gente por aquí no tiene ganas de morirse", dice entre risas.

Para llegar al cementerio hay que subir unas cuantas cuestas. Y pasar a recoger primero la llave por la casa de Pilar. Pilar estuvo casada 64 años con Mateo, el enterrador.

"Mateo entendía mucho las cosas del cementerio porque estaba siempre en él, pero yo no". La voz de Pilar se entrecorta. Por Mateo que ahora descansa definitivamente allí, pero también por lo duro de la pendiente hasta el camposanto. "Mi marido me decía qué bonito. Pues a mí no me parece tan bonito el cementerio, le decía yo a él… que es que a mí no me parece tan bonito".

Y empuja la llave en la cerradura. Se abre una puerta que da acceso a un lugar insólito, un lugar que tiene su origen en los combates contra las tropas napoleónicas en esta zona, entre 1810 y 1812.

"Eso era una iglesia, la iglesia del Salvador, que la quemaron los franceses, y ya luego se quedo así de cementerio". Las ruinas de la iglesia, que se convirtieron en el refugio más seguro para las sepulturas, han asegurado a su vez la conservación de los restos del templo. Una simbiosis perfecta entre el más acá y el más allá.

"En Villaluenga somos muy pocos, pero tenemos un instinto de conservacionismo bastante bueno", señala Carlos Pérez, un vecino que ha subido hasta aquí buscando unos datos para un documental. "Esto no es de un día ni dos, esto es de hombres y mujeres que altruistamente vienen y dan un toquecito, vienen y pintan eso con cal. Aquí no viene el ayuntamiento a pintar a no ser que haya una gran reforma”.

Tres turistas se asoman por la puerta. Han oído hablar del cementerio y vienen a visitarlo. Pasean entre las tumbas como quien pasea por un museo. "Las necrópolis están teniendo un desarrollo turístico bastante importante en España", dice su alcalde.

"Los turistas somos cada vez más exigentes, buscamos cosas distintas, y qué duda cabe que ofrecemos algo totalmente distinto".

Descansar aquí tiene un precio, 1500 euros por el alquiler de un nicho durante cien años, y una condición, hay que vivir en Villaluenga. "Eso queda exclusivamente para los residentes del municipio. Estamos hablando que es un cementerio muy pequeño y tienes que haber residido de forma permanente en esta localidad", advierte el alcalde por si a alguien se le ocurre no solo visitarlo, sino hacer planes para una futura residencia.

Hay una segunda condición. El nicho es el que te adjudica el ayuntamiento, y claro, no se puede elegir. Pilar mira resignada, la lápida de su marido en el cementerio más bonito de España.

"La próxima que se adjudica es la que está al lado de mi marido. Eso va de arriba abajo, y será para el que le toque…no voy a poder estar al lado de mi marido". Y sonríe. "Para eso me tendría que morir ya pronto".

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