Jorge Garbajosa, cuando el baloncesto se convierte en familia
El actual presidente de la Federación Española de Baloncesto, nacido en Torrejón de Ardoz (Madrid), se fue a jugar al Baskonia con 16 años
De su paso por la NBA, con los Toronto Raptors -un "máster acelerado"-, destaca "cómo entienden la profesionalidad del deportista en 360º"
Garbajosa ha sido campeón del mundo de baloncesto como jugador, en 2006 en Japón, y como presidente, en China en 2019
Nada en la vida nace por generación espontánea, todo trabajo es fruto de un método, un contexto, una planificación, de un antes y después.
En Lisboa, esa ciudad de la que decía Saramago que “es donde acaba el mar y la tierra comienza”, empezó todo, en aquel verano de 1999 cuando unos chavales junior, casi imberbes, se le subían a las barbas a la todopoderosa Estados Unidos, ganaban para España el Campeonato del Mundo de Baloncesto en esa categoría y alumbraban el camino a una generación que no ha cesado de darnos alegrías.
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Jorge Garbajosa (Torrejón de Ardoz, 1977) no estuvo allí pero ya sabía lo que era ganar. Se cruzó con aquellos chavales en Turquía y conquistaron la medalla de bronce en el año 2001, y la de plata en el mismo torneo en Suecia en el 2003 y la medalla de oro en el Campeonato del Mundo en Tokio en 2006. Y a partir de aquí una plata más europea (2007), 3 oros (2009, 2011, 2015) y dos bronces (2013 y 2017). Dos medallas olímpicas de plata en 2008 y 2012 y un oro mundial en 2019. Unos jugadores se daban paso a otros, se abrigaban con su experiencia, se iban amoldando, conjuntando hasta parecer todos salidos de un mismo tiempo, practicantes de una misma doctrina.
Jorge llegó a este deporte por una casualidad, le gustaban y practicaba otros: fútbol, tenis, natación, el baloncesto no estaba entre sus favoritos: “Yo jugaba al fútbol -comienza contándome-, llegué un día a comprarme unas botas para iniciar la temporada y no había mi número porque ya había pegado un buen estirón. Casualidades de la vida: el conductor del autobús que me llevaba al colegio, desde Torrejón a Alcalá, era el delegado de un equipo mítico, el Cajamadrid, me convenció para hacer una prueba y así recalé en el baloncesto”.
Jugó un año en Alcalá de Henares y en ese mismo período le llamaron para la selección madrileña de baloncesto y fue ahí donde varios equipos de la élite se fijaron en él y se fue a Vitoria, a jugar en el Baskonia con 16 años: “Me fui a este club porque me ofreció un plan que me permitía entrenar y alternar mis estudios, y hacer la pretemporada con el primer equipo para luego irme con los junior. Necesitaba acelerar mi aprendizaje, me iban a exigir mucho y mi padre, muy sensato, me dijo: 'Si quieres dedicarte a esto hazlo ya, porque vas un poco tarde".
“¡Cuántas veces en la vida me ha sorprendido cómo nos cruzamos con aquellas personas que poseían las tablas de nuestro destino, como si hubiéramos pertenecido a los capítulos de un mismo libro!”, escribió Ernesto Sábato.
En un vaivén de la conversación le pregunto a Jorge por qué el baloncesto está tan próximo a la formación, al estudio: “Hay una razón, diría yo, histórica y un cierto mimetismo. Me explico: el baloncesto siempre ha sido un deporte asociado a los colegios, muy enraizado en los centros docentes, también es cierto que si ahora mucha gente se puede ganar bien la vida en este deporte, antes no. Entonces era frecuente simultanear el deporte con los estudios y algo muy común entre varios, sino todos los jugadores de un mismo equipo se apuntaran a tal o cual carrera, módulo o grado y eso se iba interiorizando e integrando en un grupo decidido a formarse, a tener curiosidad por leer, viajar, mirar, empaparte de los lugares a los que el deporte te iba llevando y eso te iba construyendo. Cuando me fui a jugar fuera de España me preguntaban: ¿es que no encuentras equipo aquí? Y respondía: No es eso, es que me permite hacer lo que más me gusta, jugar al baloncesto, conocer otro país, otro idioma y encima me pagan por ello. Soy un privilegiado”.
Estas conversaciones de sábado, de palabras y vino tienen siempre la peculiaridad de dar cabida a otras voces, a amigos que me ayudan a entender al personaje y contribuyen a que el lector se acerque a él ayudado por otra mirada. Llamo a Fernando Romay, un jugador inolvidable y una persona excelente, de una generosidad incalculable. Le pido que me ayude en la maniobra de aproximación:
“Que buena idea unir a Jorge Garbajosa y un buen vino ya que tienen un paralelismo muy notable, ambos nacen con unas cualidades muy apreciables pero es en su evolución cuando toman todas las cualidades que los hacen tan valiosos y apreciados.
Jorge fue como jugador un rara avis que se anticipaba a lo que venía y preveía lo que los demás ni siquiera intuíamos.
Iba para pívot y se doctoró en jugador polivalente haciendo oídos sordos a los involucionistas que querían verle más cerca del aro y a los agoreros que querían verle caer con sus convicciones de ese pedestal tan duramente ganado.
Fueron su tesón, su genialidad y su fortaleza, podemos decir más mental que física, los que le llevaron a ser, como dice la película, elegido para la gloria.
En mi retina están los éxitos con Unicaja, el arrojo de ir a Italia, Rusia, y el coraje de batirse el cobre en la mismísima NBA. Y de todos esos sitios salió fortalecido y triunfante. Eso hablando del baloncesto como jugador, que si lo hacemos en su labor de gestión podíamos decir que su evolución fue meteórica ya que, sin apenas haberse secado de su última ducha pospartido, cogió las riendas de una federación denostada y falta de rumbo e hizo que esa transición fuera benévola y exitosa a la par que breve.
Y otra vez evoluciona, cambia y siendo férreo en su convicción es amoldable en su ejecución, lo cual hace de él un hombre vital en el desarrollo del baloncesto tal como lo conocemos ahora.
Decía que por esta evolución era como un buen vino, aunque también se puede decir que es como un sabroso postre, más concretamente, como un coulant con aspecto de duro pero en cuanto escarbas y le hablas de su familia o su hija se licúa y es como el chocolate interior. Es un gestor tan hábil como sensible, mezcla explosiva y exitosa.
Para refrendar esto último cabe ver el cambio de logotipo de la propia federación pasando de un león a un corazón y es que Jorge cree en los valores sobre el precio y en los sentimientos como piedra angular del éxito. Ejemplo de ello es su manera de sufrir en cada uno de los partidos de “la familia”, como denomina a los equipos nacionales tanto femenino como masculino, verlo pone la carne de gallina.
Y para mí, que pienso igual, es un placer ser parte de este proyecto en hacer que el deporte sea sinónimo de valores y no se quede solo en el metal que se consiga.
Brindo por su valor, sus valores, su firmeza y su ternura interior”.
La NBA
La NBA es como una reencarnación de los dioses griegos. Un lugar en el que hay que aprender a explorar geografías diferentes, memorizar muchos nombres enrevesados, conocer a tipos exóticos, atrabiliarios, geniales y reconocer a gentes de diferentes procedencias y convivir con ellos como si fueran familiares allegados. El espectáculo de las figuras animadas en la cancha. Es una competición de escenarios iluminados por la fama en los que se practica un baloncesto de mando a distancia.
Jorge se fue a jugar a los Toronto Raptors después del Mundial de Tokio (2006) y estuvo allí un par de temporadas. Así recuerda aquel momento: “Fue una gran sorpresa. Hubo un amago cuando estaba jugando en Treviso, y lo digo con toda sinceridad: me llamó Mike D'Antoni, que era mi entrenador, y me dijo que había varias franquicias que le preguntaban por mí y me lo tomé a broma, pensaba que no era verdad y no lo tomé en consideración. Luego llegó una época en que las cosas me fueron bien por Italia y regresé a Málaga, a Unicaja, a una apuesta con bastante riesgo porque pudiendo haber ido a otros equipos bastante acostumbrados a ganar me decidí por este, fue una apuesta personal mía que me salió muy bien. Y estando allí me llegó de nuevo la llamada de la NBA y pensé, ahora o nunca, y aun así me costó tomar la decisión de abandonar Málaga, pero una vez que llegas allí es otro mundo, y no quiero ponerme la boina de españolito. Lo que más me sorprendió es cómo entienden la profesionalidad del deportista en 360º, tanto a la hora de cuidarse como de los entrenamientos, la competición, o de cómo entender el negocio del deporte. Un máster acelerado”.
Este siempre fue un deporte de 5 contra 5 donde siempre ganaba Estados Unidos y en ese reino le pregunto cómo es la vida de un jugador español en la NBA: “Desde mi punto de vista te cuento dos cosas que creo describen bien mi experiencia: entrenar no nos gusta a casi nadie, nos gusta competir; eres consciente de la importancia de los entrenamientos pero te preparas para competir y allí compites y compites. Entrenas durante el verano y en la pretemporada, que es muy exigente, y en temporada solo piensas en recuperarte de un partido para otro. En mi época una noche me tocaba defender a Vince Carter, la siguiente a Lamar Odom, la siguiente a Paul Pierce… a veces con éxito y otras no. La otra cosa es cómo el baloncesto se transforma en tu manera de vivir: yo jugaba en la Conferencia Este y al llegar a casa solía ponerme en la tele el partido que se jugaba en la Conferencia Oeste y siempre tenía una sensación extraña, y me decía: lo que yo juego está bien pero eso es otra cosa por el punto de vista de cómo lo ponen en escena, de cómo lo retransmiten, es tal espectáculo que te abruma”.
“En la NBA el jugador entiende que su labor, su trabajo, no acaba cuando termina su entrenamiento, es un jugador de esa competición las 24 horas del día tanto a nivel de descanso, alimentación, como al nivel de saber que representas a una franquicia, una marca, la NBA, y eso ellos lo cuidan hasta el más mínimo detalle. Cuando llegas como rookie (novato) te encierran una semana en un hotel y te dan clases desde cómo gestionar tu patrimonio, cómo comportarte en público, normas de urbanidad, y te dan charlas de todo tipo para que seas consciente siempre de dónde estás”.
El periodista José Antonio Luque es la voz del baloncesto en Mediaset, un ferviente seguidor de este deporte, y por tanto una opinión muy autorizada. Le llamo y le cuento de mi faena de este sábado, le pido que me hable de Jorge Garbajosa. Me responde con su cordialidad habitual: “Jugador, presidente, triunfador en esas dos facetas de su vida profesional, y un tipo normal. Esta última parte de mi definición de Jorge seguro que no tiene gran trascendencia para un aficionado de a pie. Pero para un periodista deportivo tiene muchísima. Porque ser un tipo normal suele significar ser cercano con los medios, comprensivo con su trabajo, y exquisito en el trato.
En su etapa como jugador de los Raptors de Toronto, yo trabajaba en una televisión en la que contábamos con un corresponsal en Nueva York a quien yo le pactaba entrevistas con los jugadores españoles de la NBA cada vez que el calendario les llevaba por unas horas a la Gran Manzana o, en su caso, New Jersey (los Nets todavía estaban allí, no se habían trasladado aún a Brooklyn). Todos aceptaban encantados la invitación para charlar con nosotros y, por tanto, con los aficionados de nuestro país.
Jorge, por supuesto, no fue una excepción. Cada vez que se lo solicité, encontré un sí por respuesta para realizar la entrevista. Incluso en una ocasión, en las vísperas de una visita de Toronto a Nueva York, no contacté con él porque el corresponsal estaba fuera, y fue el propio Garbajosa quien tuvo el detalle de recordarme, por si a mí se me había pasado, que en unos días pasaría por nuestro “punto de encuentro” y que, evidentemente, estaba a nuestra disposición. Lo dicho: un campeón del mundo de baloncesto, una estrella de la NBA, más tarde presidente de la federación española… y un tipo normal”.
Escribe Irene Vallejo en “El infinito en un junco” a propósito de los escenarios de Atenas: “El público no podía apartar los ojos de aquellos personajes insólitos… Allí empezó a triunfar el lenguaje audiovisual que aun nos hipnotiza”. Bien vale el paralelismo.
Jugador y presidente
Jorge dejó de ser jugador de la selección española en el 2011 y en el año 2012 decidió poner fin a su trayectoria de 17 años como profesional y se integró en el equipo técnico de la Federación Española de Baloncesto. Desde hace 5 años ocupa la presidencia de esa federación. La pregunta surge inevitable: si alguna vez había pensado en llegar a este cargo. “No me lo había planteado jamás, ni en sueños, ni en conversaciones de broma lo hubiera pensado. Yo ya trabajaba en la FEB, llevaba la parte de responsabilidad social y la fundación y luego en verano me iba con el primer equipo de la selección absoluta masculina. Estaba encantado, me gustaba mucho lo que hacía, pero se dieron una serie de asuntos que no vienen al caso del antiguo presidente y lo que me encontré fue un baloncesto muy desunido a nivel gobernanza y demás. Pensé en su momento que un exjugador bien rodeado por buenos ejecutivos podría conformar un buen equipo y unir en torno a un mismo proyecto a todos los estamentos. Después de 5 años de mucho trabajo, de mucho diálogo, de explicar, de convencer, de hablar, pues confío en que el baloncesto español esté más unido y a partir de esa unión poder seguir creciendo”.
En Garbajosa se da una curiosa y singular coincidencia, única: ha sido campeón del mundo como jugador, en aquella inolvidable final del 2006, en aquel partido histórico construido sobre sí mismo en el que después de las posibilidades y los deseos se produjo el hecho; España era por primera vez campeona del mundo. Y como presidente, en la reciente de Beijing hace casi un par de años en esa otra final en la que se conjuraron con aquello de que para volver a conseguirlo no había más que desearlo. Le insto a que me cuente cómo se siente uno como jugador y como presidente ante el mismo título: “Yo no tenía ni idea, me lo dijo el presidente de la Federación Europea en una ejecutiva que se celebró justo después del mundial y la verdad es que no le doy mayor importancia, más allá de que sea una pequeña anécdota simpática y que me hace ilusión y me recuerda que ya llevo muchos años en esto”. “Ambas ocasiones las viví de manera diferente aunque la alegría fuese la misma. Como jugador lo que vives es una explosión de júbilo, de felicidad; una tremenda recompensa al trabajo que te lleva a tocar el cielo con las manos. Como presidente, absolutamente feliz también pero con mucha más responsabilidad porque tu trabajo consiste en todo lo que hay que hacer antes de que salte el balón al aire y sigue después de que levantas la copa. La verdad es que son sensaciones diferentes que tienen como denominador común, la felicidad que te invade por ti y por todos los que han trabajado contigo para conseguirlo”.
La música de la cancha envuelta por el ritmo electrizante del baloncesto. De un deporte de bordados en el aire que ilustran el juego. De equilibrios y de vértigos. De finales que solo dejan lugar para la sublevación y el arrebato.
Llamo a Pepu Henández, el hombre que dirigió a aquel grupo de magos de bolsillo que consiguió el oro mundial hace quince años. Nos perseguimos durante un par de días sorteando obligaciones y al fin lo conseguimos. Esto me dice de Garbajosa: “Jorge encarna tres cualidades que siempre he valorado mucho: confianza total, respeto y generosidad. Le conocí en todas las categorías, le seguí con mucha atención y supe de su valía. Siempre generaba unidad en el grupo, aportaba enormes dosis de sensatez. Él y Carlos Jiménez me ayudaron mucho en el vestuario y en lo extradeportivo, sabían administrar y servir de ejemplo en la combinación trabajo/ocio, en el ocio sensato. Jorge es el pegamento de un equipo. Se ganaba tu confianza a base de un prodigioso sentido común. También él y Calderón infundían mucho respeto entre sus compañeros y eso es de agradecer en un vestuario”. “A lo largo de todo esto tiempo en la selección siempre ha habido una geometría variable, una perfecta conjunción entre los veteranos que iban acogiendo al nuevo talento que se iba incorporando, que a su vez seguía el ejemplo y se iba complementando con los nuevos jóvenes que iban llegando, como ahora sigue sucediendo. Se ha establecido esta cultura. La pausa y el acierto. El legado continuo. Como presidente veo lo que él y su equipo están haciendo y pienso que estamos en buenas manos, en las de un grupo que demuestra grandes capacidades, preparación y conocimiento”.
Retomo la conversación con Jorge para llevarla al terreno de otro grupo de éxito, la selección femenina, que en los tiempos recientes no ha parado de engrosar su medallero: tres oros europeos (2013, 2017 y 2019), dos platas -una en el Mundial del 2014 y otra en los Juegos Olímpicos de Río- y un bronce en el Mundial del 2018. Le sugiero que hablemos de ello: “Un pequeño paréntesis: cuando después de 4 años nos planteamos presentarnos a la reelección en la federación, que todo el mundo daba por hecha, me pregunté: ¿por qué quiero seguir? Y pensé en lo que debería ser un plan estratégico, de crecimiento de la Federación Española de Baloncesto, y deduje que eso pasaba por unos cuantos puntos de referencia: el desarrollo de las ligas LEB, la preparación de grandes eventos que ya tenemos hecho desde el Eurobasket hasta el 2023, el 3 contra 3 y el baloncesto femenino. En este último campo hay tanto por hacer… Tiene un potencial tan grande que de verdad no conozco a nadie, o casi a nadie, que se haya interesado por el baloncesto femenino y no se haya enganchado. Es un juego más táctico que en su versión masculina y tiene mucho por hacer porque en general no hay mucho hecho en España, pero tampoco en Europa, ni en el mundo. La verdad, sientes que cada minuto, cada euro que inviertes, te lo devuelve por mil. Tengo un compromiso adquirido hace tiempo con las jugadoras porque jugar para la selección es un orgullo y también una responsabilidad. Ellas representan la cúspide de la pirámide de la categoría femenina y tener la sensación de comunión con ellas permite ser muy optimista con el futuro”.
“La esperanza es el sueño del hombre despierto”, dijo Aristóteles.
La familia y los Juegos Olímpicos
Esta generación de deportistas ha pasado ya a la historia del deporte mundial, no solo por estar más de veinte años entre los que aspiraban a ganar y han ganado, o porque han sido y son una concentración de talentos para ensamblar un estilo. Todas las expresiones conocidas del juego conviven en este equipo, porque saben que el buen baloncesto se encuentra entre lo simple y lo razonable, que como bien ha explicado Pepu, han sabido transmitirse con conocimiento, experiencia y sabiduría de unos a otros en un diseño de vasos comunicantes. “Unos referentes no solo como deportistas sino también como personas; los Navarro, Pau, Felipe, Calderón, Ricky, Rudy, Llull, los Hernángomez, todos los demás… son de un valor impagable para este país”, afirma Jorge.
Hace poco más de un año la Federación Española de Baloncesto, Amazon Prime Video y Mediaset establecieron una alianza para producir una serie documental que contara esta historia, el devenir exitoso de este grupo: “La Familia”. Desde el pasado martes se puede ver en la plataforma de pago y mañana y el lunes los telespectadores podrán ver el primer episodio en Cuatro, justo antes y después de la retransmisión del USA-España en directo y diferido. Hablamos de ella: “Esta serie documental, dice Jorge, tiene algo que a mí, me parece lo más difícil de conseguir y a la vez es lo que da un gran valor: haberla hecho de una manera artesanal y muy cercana, lo que otorga una gran familiaridad que ha provocado que los jugadores se hayan abierto en canal. Todo el mundo sabe que España fue campeona del mundo en 2006, pero la gente lo que no sabe es cómo nos sentíamos antes, durante y después de conseguirlo y que se hizo después. Secretos, cosas inéditas, intimidades de vestuario… el hilo conductor que nos relata lo vivido. Eso le da un valor incalculable a este trabajo. Es muy especial”.
En menos de una semana comenzarán los Juegos Olímpicos, rumbo a Tokio van ya los jugadores y técnicos y por tanto se impone que me cuente qué espera su presidente de esta competición. “Lo primero, que nos respeten las lesiones y el covid y que podamos competir con todas nuestras energías y recursos. Creo que tenemos uno de los equipos con más ilusión, en el sentido en el que vemos a los jugadores más veteranos con muchas ganas de todo y a los más jóvenes que vienen con toda la fuerza del mundo y dispuestos a dar el relevo definitivo para los próximos años, y que llevan ya muy adentro un sentimiento de selección”.
“Los Juegos Olímpicos son muy especiales y no hay un solo deportista en el mundo que se los quiera perder y por ello nuestros jugadores portan la bandera de la familia y del compromiso”.
Mirando hacia La Rioja
Jorge es muy fan de los vinos españoles y me dice que le resultó complicado elegir un vino para esta charla, y eligió Macán: “Me gusta mucho por su equilibrio. Me encanta su clasicismo moderno. Con la edad cada vez bebes menos pero mejor, por eso también lo he elegido”. Y prosigue: “Mira, Manolo, para mí el vino está asociado al relax, al disfrute después de una semana de trabajo. No hay nada igual que una buena comida y sobremesa acompañado de familia y amigos. Una buena charla es el mejor de los disfrutes”.
Abuso de nuevo de la confianza de Antonio Menéndez, director general de Vega Sicilia, para que sea él (como hace un par de sábados lo hizo con Tinto Valbuena), quien nos hable de Macán: “Es un vino que nace de la colaboración en Rioja de Vega Sicilia con la familia Rothschild, ambos copropietarios del proyecto. Aún en plena consolidación (actualmente se está comercializando el 2016, el 2009 fue la primera añada), Macán es un vino elegante, fino, complejo y con vocación de guarda. Macán combina el estilo característico de los vinos de Vega Sicilia con el carácter riojano. Elaborado a base de uva tempranillo, Macán se envejece cuatro años en la bodega antes de salir al mercado: dos años en madera (combinando madera nueva y usada, y roble francés y americano) y dos años en botella”.
Nos ha acompañado precisamente la añada 2016. Aromas de frutas maduras, armonioso, elegante, marcado por una espléndida mineralidad. Habla de la tierra de la que procede. Casi 88.000 botellas.
El tramo final de la conversación tiene el perfil del baloncesto, o lo que es lo mismo, como la marcha de un acordeón, despliegue y repliegue. La magia de la flexibilidad de las palabras, de los afectos y las aficiones compartidas. En la despedida le deseo suerte para lo que viene, y Jorge, relajado y sonriente, abrocha el saludo: “Pero ya sabes que, como decía Churchill, la suerte está en cuidar los pequeños detalles”.
Palabra de vino.