Mikel Erentxun, el hombre tranquilo
En los inicios, Duncan Dhu viajaba en un '4 latas' rojo de la hermana de Erentxun donde metían todos los instrumentos
Su disco 'Amigos de guardia' compila una carrera musical de 28 álbumes
"Elvis Presley fue el detonante que hizo que cogiera la guitarra y escribiera canciones", cuenta este arquitecto de formación
Amara es un barrio de Donostia que fue formándose a medida que la ciudad necesitaba crecer. Su historia está vinculada al río Urumea (precioso nombre: Agua fina). Quien se acerca a este barrio se acerca a Mikel Erentxun, que pese a haber nacido en Venezuela llegó aquí con pocos meses, y por tanto su respiración es profundamente donostiarra, aunque me cuenta en la apertura de nuestra charla que mantuvo su nacionalidad venezolana hasta que el servicio militar dejó de ser obligatorio: “Toda mi familia es de aquí. Nací en Venezuela por accidente porque mi padre se fue a trabajar allí. Gracias a mi nacionalidad venezolana logré librarme de la mili y entonces ya me hice español”.
Ha sido viajero de siete leguas, de tierra en tierra predicando sus músicas y sus canciones y, como dijo un emigrante gallego -“he visto tanto mundo que soy más gallego que nadie”-, a él le ocurre con lo suyo, con Donostia: “Cierto, cuanto más viajo, más donostiarra soy, porque cuanto más te dispersas- el tener un origen, un punto de referencia familiar y geográfico resulta fundamental, te ayuda a situarte y a llevarlo todo de manera mucho más fácil”. “He tenido la suerte de viajar, un gran regalo que te hace valorar más a la ciudad en la que vives, de la que eres, eso me ha hecho pertenecer más a Donostia”.
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Le pido a Mikel que retrocedamos, que viajemos a ese territorio de aprendizajes e incertidumbres de la infancia, ese momento de encrucijadas en el que decidir el camino de ida que emprender, y que me diga en qué momento supo que iba a ser músico, él que es arquitecto: “Nunca lo supe. Desde que tengo uso de razón tuve la suerte de vivir en una familia en la que había un piano y una guitarra por lo que siempre estuve rodeado de música y enseguida estaba ya tocando la guitarra e imitando a Elvis Presley. La música marcó mi infancia: los Beatles, Simon & Garfunkel y otros autores que rondaban por los tocadiscos de mi casa. Siempre estuve, pues, guitarra en mano, tocando en grupos escolares de música y ya en la Escuela de Arquitectura nació Duncan Dhu, era el cuarto o el quinto grupo en el que yo estaba. Una cosa llamó a la otra y de repente pasamos de tocar en institutos a tocar en polideportivos y así la música se convirtió en mi oficio sin buscarlo, sin darme cuenta. Seguí estudiando Arquitectura, acabé la carrera y cuando terminé ya llevaba mucho tiempo viviendo de la música, con lo cual no fue aquello de que yo quería ser músico y dedicarme a la música, sino que de repente un día me encontré viviendo de esto cuando siempre pensé que viviría de la arquitectura. Tuve claro, desde pequeño, que quería ser arquitecto, también jugaba al fútbol y tocaba la guitarra: evidentemente me ha ido mejor con la guitarra que con el balón”.
Dice Luis Landero en “El Huerto de Emerson” que “en nuestro pasado está todo cuanto necesitamos para encender el fuego de la inspiración”. Los recuerdos son esas historias fugaces de tiempos pasados que permanecen en la memoria, porque citando de nuevo a Landero: “No escribas lo que sientes, escribe lo que recuerdas y dirás la verdad”. Orientamos a esa memoria para revivir lo que pervive de Duncan Dhu: “Tengo muy buenos recuerdos y eso que han pasado ya 36 años de aquello. Éramos jóvenes, teníamos 18 ó 19 años, yo venía de otras experiencias, de otros grupos que habían tenido sus más y sus menos en Donostia, Aristogatos y algún otro; y conocí a Diego Vasallo. Yo tenía unas inquietudes que a él le gustaron y de nuestra unión artística nació Duncan Dhu. Los recuerdos de esa época son maravillosos, viajábamos en un “4 latas” rojo de mi hermana, allí metíamos la guitarra, el contrabajo, la batería e íbamos a tocar allí y allá. Los primeros conciertos los dábamos en bares, casi mendigando, y sin darnos cuenta la cosa fue creciendo pero nunca hubo esa ansia de triunfar. Cuando el éxito te llega sin buscarlo, eso es lo bonito”.
“¿Te acuerdas de aquello? La juventud nos cantaba, nos canta, su canto de gloria. Aquello era hermoso: pasar sin pensar, y soñar sin llegar”, escribió en un bonito poema José Hierro.
Canciones emblemáticas
Hay unas cuantas canciones de Mikel que a lo largo de su trayectoria se han convertido en himnos, son esos temas que han unido a las personas a través de un sentimiento que van y vienen en nuestras vidas como las aves migratorias que aparecen convocadas por el azar o la necesidad. Es el tiempo quien ha contribuido a mitificarlas, a convertirlas en un emblema: “Las canciones más famosas de mi carrera en estos 35 años casi todas pertenecen a esa primera época, lo cual es un pequeño lastre porque cuando tienes éxitos tan grandes en el comienzo luego siempre tienden a comparar lo que haces con aquello, entonces la mochila de los éxitos pesa bastante pero bueno, analizando pros y contras siempre es mejor tener éxitos que no tenerlos y además hay caminos que nunca perduran de una manera tan actual como “100 gaviotas” o “Esos ojos negros”, que todavía están vivas.
Es curioso, cuando hice este disco, Amigos de guardia, para repasar estos 35 años queríamos hacer canciones de todas las épocas, a todos los invitados que llamamos les propusimos elegir una canción y cuando ya teníamos el disco hecho no había ninguna de los 2 primeros discos de Duncan Dhu y llamamos a Amaia y elegimos esa canción, fue la única que no eligió canción porque pensamos que le iría bien una voz joven, como bastante inocente, con una letra que yo había compuesto a los 17 años, nunca nos imaginamos que iba a funcionar tan bien, lleva girando por todas partes. Cuando llamé a Amaia ella no sabía quién era Duncan Dhu, ni conocía la canción. Hablamos de una chica de 21 años que no había nacido cuando esta canción fue un éxito y todo esto es para decirte que una canción que es buena, es buena siempre y ahora seguro que gracias a Amaia habrá toda una generación que la descubra, y que seguro tampoco la conocía”.
“Me ha encantado colaborar con Mikel. Todo fue muy directo, nos conocimos el mismo día de la grabación y enseguida nos pusimos a cantar. Yo ya intuía que nuestras voces podían quedar bien juntas, aunque daba igual porque la canción es preciosa”. (Amaia)
Para revisitar las cosas hay que encontrar el camino, el rumor de las palabras y remover lo guardado. Ese volver a las cosas tiene un punto de convocatoria mágica, de hermoso bienestar. Le pido a Mikel que me cuente qué sintió cuando decidió volver a las canciones que marcaron su vida. Y la vida de otros: “Ha sido muy bonito. Me he sentido muy orgulloso, se trataba de compilar una carrera de 28 álbumes juntando las dos trayectorias, un porrón de canciones que de hecho ha sido imposible resumirlas en un doble disco de 20, con muchos discos sin representación. Y desde los comienzos con Duncan Dhu siempre pensábamos en el largo recorrido y yo siento que el mío ya lo es. Ha sido bonito repasar todos estos años rodeado de gente a la que admiro y me ha servido para tener una fotografía, una instantánea de las mismas canciones separadas por 20 ó 25 años y que ahora viven juntas en un mismo álbum, sonando un poco a lo mismo. Un ejercicio interesante de producción mezclar canciones antiguas y nuevas. Estaría bien si ahora viniera un extraterrestre y oyera por primera vez este disco y no supiera distinguir cual canción es de ahora o de antes. En las letras es donde más se nota la juventud, tras el análisis más exhaustivo te das cuenta cuales son las más viejas, siento que tanto Diego como yo escribimos mejor ahora que antes pero musicalmente las canciones están al mismo nivel".
Quique González ha grabado con él 'Intacto' y lo cuenta de esta manera: “Cualquiera que lleve tanto tiempo como Mikel en la música es un héroe con todo lo que conlleva la inestabilidad que tiene esto, después de dejar una banda de éxito como él hizo y empezar una carrera en solitario. La verdad es que me parece ese ciclista valiente, Marino Lejarreta, “El Junco de Bérriz”. Haber podido cantar con él “Intacto” ha sido un honor y un placer”. Le corresponde Erentxun: “Es una canción que escribí con Rafael Berrio, un escritor al que Quique y yo admiramos mucho, que se murió durante el confinamiento y nos pareció un homenaje muy bonito. Es la canción de amor más hermosa que yo he cantando nunca, y he cantado unas cuantas”.
Erentxun ha conquistado ese reino de la perpetuidad, de la sonoridad que se queda para siempre en el corazón de la gente, esa suerte de estribillos que se van asociando a momentos de vida, esa banda sonora del viaje de cada cual. Hablamos pues de la huella sonora: “Es lo más bonito, siempre he apostado por las canciones y me gustaría pensar que me van a trascender, de hecho ahora mismo ya hay mucha gente que conoce canciones mías y no les pone cara, no sabe quién las canta y si les dices que las canta Mikel Erentxun no le ponen cara, pero sin embargo sí conocen la canción. Lo más importante de una carrera musical son las canciones”.
Madurez y juventud
Un buen día la madurez llama a tu puerta, es cuando eres conscientes de que el tiempo va tejiendo la vida con el vértigo de su paso. Todo lo joven se va quedando atrás. Y en ese golpe de remo del devenir temporal vamos buscando el equilibrio, ese punto ecuatorial de la virtud, eso que Saramago llamaba “un estado de sabiduría”: “Lo que más valoro de los comienzos son la frescura, la inocencia, la inmediatez de cuando eres joven y no sabes casi nada pero luego el tiempo te da la experiencia y la madurez. Se pierde un poco de espontaneidad pero no sé, yo creo que si consigues llegar a un equilibrio entre las dos cosas ese es el punto perfecto. Cuando llevas muchos años haciendo discos corres el peligro de hacerlos automáticamente, ya te has aprendido qué acordes van bien detrás de cada acorde, ya tienes tus trucos... Con 56 años no puedo pretender tener la inocencia y la frescura de cuando tenía 20, por tanto lo dicho: el punto intermedio es lo ideal, el equilibrio perfecto”.
Revisar la trayectoria de Mikel Erentxun es muy complicado por su multitud de registro, por la solidez de su música porque como él escribió: “Desenfunda sus palabras tan despacio como puede”. Es imposible elegir teniendo que renunciar, no sentir nostalgia de todas las escuchadas: anteriores y recientes.
Hay un momento en que la vida pide escribirse con caligrafías pausadas, con trazo lento y esmerado, con demora. A mí, Mikel siempre me ha dado ese perfil de tipo sereno, de “hombre tranquilo de John Ford”, de cierta calma en el decir. En el año 2013 la salud le dio un aviso, un incidente cardíaco y su vida cambió: “Desde entonces he aprendido a disfrutar mucho más el día a día y a tomarme las cosas con más calma. La pandemia y este año de confinamiento han hecho más hincapié en que pasen los días y no pase nada importante más allá de la vida en sí misma: levantarte, llevar a los niños al cole, leer libros, ver películas, escuchar y hacer canciones, recoger de nuevo a los niños, llevarles a la cama...Y cada día aprendes a valorar más esas rutinas. Antes quizás los días solo eran importantes cuando había un gran concierto, o un viaje, o era Navidad, o algo remarcable. Y sí, yo también adoro a John Ford”.
Interrumpo la charla, la cruzo con amigo común, Mon Tapias, brand manager de Los 40 Clasic. En el momento de mi llamada oigo de fondo música de Mikel Erentxun, como si convocáramos a “los reinos de la casualidad” de Carlos Marzal: “En ocasiones, donde más disfrutas a un artista, es encima del escenario. Otras no.
A Mikel, donde le disfrutas de verdad es cuando entre tú y él hay un mantel, un buen vino y nada de coñas a la hora de pedir comida. Ni media coña, el norte se le nota en cada respiración.
Un rato con Mikel es inspirador, habla siempre desde la humildad de un esqueleto que lleva casi 40 años subido al escenario. Un respeto al oficio no apto para mindundis, o flojos de pantalón. No voy a descubrir a estas alturas al bueno de Mikel, él hace prisioneros, le he visto más de 20 veces en directo a lo largo de mi vida, y como el buen vino, cada vez está mejor.
La persona gana en este caso al artista, Mikel es humildad, respeto y honor. Hoy en día ese detalle, está muy por encima de cualquier canción. Elvis está vivo, siempre Mikel”.
Después de tanto tiempo de esta vida detenida le pregunto si no echa de menos los conciertos, las giras, el calor de sus seguidores, de su público: “Sí, los echo de menos. Soy carne de escenario, llevo toda mi vida encima de ellos. No hubo un solo año en el que no hubiera girado y desgraciadamente el pasado que iba a ser un año de muchos eventos, mira lo que ha sucedido: hice muy pocos conciertos, la mayoría acústicos. Y este año empieza igual. Este disco, “Amigos de guardia”, iba a salir el año pasado y tendría su gira. Todo se ha retrasado un año, por tanto es previsible que la gira comience a finales de este año. Echo mucho de menos el escenario, el directo”.
Vino y comida
Hace tiempo que perseguía esta charla porque sabía de esta afición compartida con Mikel por la comida y los vinos, como el dictado del inolvidable Álvaro Cunqueiro: “Sin vino no hay comida, y sin comida no hay salvación, ni en esta vida, ni en la otra”. Para mi invitado de este fin de semana la comida no es un asunto banal sino algo fundamental: “Le doy mucha importancia a la comida, me dice, y lo mismo al vino. Lo descubrí relativamente tarde, alrededor de los 30 años, hasta entonces no bebía casi nada de alcohol, no me gustaba, pero teníamos un técnico de sonido que me insistía en que tenía que gustarme el vino. Lo probé y el primero que me impresionó fue Prado Enea Gran Reserva 1981 de Bodegas Muga, con esos vinos clásicos riojanos empezó mi gusto por el vino que fue creciendo. A raíz de lo del corazón me prohibieron todos los alcoholes menos el vino (¡qué bendición!) y por tanto llevo 8 años en que esta es mi bebida. Es la mejor”.
“También he dado conciertos en bodegas y siempre es un placer, por lo general son muy bonitas y el concierto está siempre acompañado de una visita previa. Todos los alrededores del vino me gustan mucho”.
“Empecé con los 'riojas' pero allá donde voy encuentro unos vinos estupendos, en cualquier parte de España. Esto te da también el viajar, la oportunidad de conocer y probar distintas cocinas y vinos, en España la variedad es formidable y si hablamos de cocinas internacionales Perú me impactó mucho y México también me parece impresionante. Los vinos de Chile tienen su punto”.
Le pregunto por qué ha elegido Valduero Una Cepa 2015 tras haber hablado tanto de riojas y me contesta sin pausa: “Descubrí esa bodega el año pasado y me encantó, ahora mismo es mi vino de cabecera. Cuando voy a tocar me llevo siempre una botella, es mi dulce compañía”.
Llamo a mis amigas las hermanas García Viadero, Carolina y Yolanda, que guardan un grato recuerdo de la visita de Mikel a la bodega. Les pido que me cuenten la historia del vino que hoy nos ha acompañado: “La idea de crear Valduero Una Cepa surgió a principios de este siglo cuando estaban de moda los vinos de autor. En uno de mis paseos por el viñedo, me apunta Yolanda, enóloga y propietaria de Bodegas Valduero, comencé a idear un nuevo vino al ver el potencial de esas vides de las que tan solo producía un kilo de uva por planta y de ahí nombre: Valduero Una Cepa.
De esta forma, continúa Carolina, conseguimos crear un nuevo vino, fortaleciendo además la filosofía de Bodegas Valduero por el respeto absoluto a la tierra, sin exigir rendimientos extremos a los viñedos. Una idea romántica de convertir el vino en arte.
Valduero Una Cepa envejece en dos maderas de orígenes muy diferentes durante 18 meses, y no sale al mercado hasta completar una crianza total entre barrica y botella de 3 años”.
Este limitado, seleccionado y especial reserva resulta en palabras de María José Huertas, premio nariz de oro y sumiller del Casino de Madrid, “Un vino perfecto… totalmente perfecto “.
De una intensidad extraordinaria, con sabores de frutas rojas bien maduras, vainillas y tostados; muy bien integrada la madera, muy diferente al Valduero clásico. Un vinazo.
Elvis
Para rematar nuestra conversación de este día le pregunto a Mikel por la persistencia de Elvis en su vida: “De no haber sido por él no estaríamos haciendo esta entrevista. Sin duda es el detonante que hizo que yo realmente cogiera la guitarra y quisiera hacer canciones. Algo ocurrió, en mi casa se escuchaban muchas cosas pero Elvis fue quien me condujo. Lo primero que toqué fueron sus canciones, me pintaba las patillas, me veía sus pelis en la tele e imitaba sus movimientos. Quería ser Elvis, de hecho en mis primeros grupos tocábamos un montón de canciones de él. Luego mi mundo se abrió y llegaron otras influencias de Bob Dylan, The Beatles... Pero sin Elvis no estaría aquí ahora”.
Le digo que a mí también me gustaba el músico de Misisipi y sobre todo “Crying in the chapel”. Toco una tecla dulce: “Esa canción es espectacular -matiza-. Elvis hizo tres discos de gospel, este fue el segundo y el mejor. Es curioso porque fue número 1 mundial, yo creo que fue la única canción religiosa que fue número 1. Elvis la cantaba con mucho sentimiento. Es una joya”.
Se termina nuestra charla. Se ha ido en un suspiro, como dice una de sus letras, “antes de tres lunas”. Anda el tiempo detrás del tiempo.
Palabra de vino.