Hay un acuerdo tan renombrado como unánime: un salón de peluquería no es un lugar solo para embellecerse, para cortarse el pelo, es también un sitio al que acudir para encontrarse, charlar, comentar, saber... Donde la comunicación es clave.
Salón Cheska nació hace poco más de 50 años al amparo del instinto y los sueños de la propia Cheska y su marido, Jesús Baras; un soplido de intuición de que aquel condado de la belleza duraría todos los días de toda la vida. Y así fue. Lo que nunca pensó la matriarca es que alguno de sus cuatro hijos (tres mujeres y un varón) fuera a ser su sucesor/a, pero el fuego diario del quehacer, como el de la vida, lleva variables incontrolables y su hija María ejerció ese proceso dinástico.
Así me lo contó Cheska: “De inicio me llevé un buen disgusto. María había estudiado Historia del Arte y de repente en una reunión de compañeras de fin de curso le oí decir: “Voy a estudiar peluquería”. Nunca lo sospeché. Le gustaba venir por la peluquería cuando peinábamos a Claudia Schiffer o a Linda Evangelista para que le firmaran autógrafos, pero de ahí a sentir la vocación... Luego se fue a Londres y pensé que se cansaría y lo dejaría para acabar trabajando en una galería de arte, pero volvió y aquí está y he de decirte que estoy inmensamente feliz con su decisión. La verdad, no es porque se trate de mi hija, pero es una magnífica profesional y una excelente persona. Tiene madera de líder, la tuvo desde pequeña y tiene un don especial para la empatía. Muchos clientes me han dicho que después de que ella les atendiera se habían sentido mucho mejor. Un orgullo. ¿Puedo pedir algo más?”.
María Baras quería ser historiadora pero, como ha contado su madre, un día su viento cambió, quizá porque como casi siempre en la vida la vocación no se busca, llega. Es por eso que al comienzo de nuestra charla me dice: “No lo tuve muy claro, no soy la típica que desde pequeña sabía con claridad lo que quería ser. No supe que me iba a dedicar a esto hasta después de haber terminado mi carrera, a los 23 años. Lo normal hubiera sido que a mí, con el ejemplo de mi madre, me hubiera gustado desde antes pero no fue así, me lancé cuando ya tuve muy madura la decisión”.
Para llevar el peso de un nombre es necesario darle cuerda cada día, es saber amar a tu estrella, acostumbrarse a la responsabilidad de suceder y creerte aquello que realmente eres, también lo que quieres. Y un día María fue la digna sucesora de Cheska. Le pido que me diga cómo lo lleva: “Es muy difícil, por eso tengo mucha empatía con las 'hijas de'. Todo el mundo se cree que lo tienes mucho más fácil porque te abren el camino pero a la vez tu listón está muy alto porque tu madre es la mejor en aquello que tú haces y eso te hace partir con dificultad. Yo además admiro mucho a mi madre, es la mejor artista del mundo, recuerdo que pensaba siempre: el día que llegue donde ella ha llegado... Con haber llegado a la mitad ya me podría dar por satisfecha”.
“Mi madre lo hizo fenomenal conmigo, con mucha paciencia, amor y cariño. Insisto, no es fácil y menos en una empresa familiar, por eso es tan valioso lo que ella hizo: me ha dejado equivocarme a pesar de todo, luchar por lo que me gusta y siempre, siempre con mucho respeto, llevándome de la mano pero sin que se notara su presencia. Y por eso gran parte de mi éxito es suyo, por haberme dirigido tan bien, con tan buen pulso”.
“No te vayas de mi lado, cántame el cantar aquél. Me lo cantaba mi madre”, le escribió Unamuno a la suya.
Todos dicen que es complicado manejarse en una empresa familiar, sobre todo en aquellas que, como ésta, llevan una vela desplegada durante tanto tiempo, donde cada año ha sido un impulso y en el que en el pasar del tiempo sigue habiendo una implicación plena de casi todos sus miembros. Pregunto qué tipo de habilidad se necesita para guiarse en este rumbo: “Pues hay que tener mucha química -remarca María-. En nuestro negocio, que es pequeño, no tenemos 200 peluquerías sino una sola y por ello necesitamos estar muy organizados, tenerlo todo muy compartimentado. La gestión la lleva mi padre y ahora la ha heredado mi hermana, y la parte más artística, de mayor contacto con la clientela, la llevaba mi madre y ahora la llevo yo; con nuestras personalidades diferentes pero muy complementarias. Yo creo que el éxito es ese y por supuesto la innegable habilidad de nuestros padres de habernos criado con tanto cariño. Ahora que mi hermana y yo llevamos el negocio tuteladas por nuestros padres pienso que el éxito ha sido de ellos. Hay por ahí padres más destructivos, muy invasivos, los nuestros han sido tremendamente respetuosos, muy generosos, infinitamente amorosos”.
En Cheska todo parece estar al lado, siempre se ha generado un espacio de confort en el que crecieran sentimientos de complicidad, camaradería y amistad; de cita continuada, sostenida en el tiempo.
Sucede que a veces somos lo que cuentan de nosotros y otras lo que a nosotros nos cuentan. En este terreno María despierta la confianza de la gente, las ganas de sincerarse con ella y contarle acaso secretos y confidencias que no revelarían a nadie. María es la manera dulce, la cercanía en la escucha, siempre atenta al relato, tan acogedora. Le expongo que mucha gente piensa que una peluquería es algo más que un salón de belleza, es también un lugar hecho de relatos breves, de cuentos de lumbre: “Desde luego para nosotros lo es -sentencia - porque el tiempo en el que estás poniéndote guapa conectas de una forma especial con tus clientes, no con todos, eso sí, y eso que nuestro salón no es de clientes que vengan todas las semanas, los hay que vienen cada dos o tres meses. Tenemos algunos con los que hay más conexión, nos consolamos: empezamos hablando de pelo y terminas hablando de tu vida. Y a veces la cuentan toda”.
Una de esas clientes prendidas de su afecto es la modelo Nieves Álvarez. Le llamo y le pregunto lo mismo, si cree que Cheska es más que un salón de peluquería y si María es esa persona con la que resulta cómodo abrirse, que crea espacios de positividad: “A María la quiero muchísimo -me responde- , ha heredado de los suyos grandes valores como la humanidad y la sensibilidad. Cuando entras en Cheska no solo estás entrando en 50 años de historia, sino en un lugar que con el tiempo se ha convertido en un espacio de amistad y confidencias; y cuando sales de tu visita, a veces, eres otra mujer, te has vaciado y dejado allí algunos de tus pesares o compartido tu bienestar. De María diría que es la positividad encarnada y eso te lo transmite. Tiene una sensibilidad especial. Es perfecta”.
Al escritor y periodista israelí Amos Oz le gustaba compararse con un tendero, hablaba de tener una tienda humilde y atender a los que entran.
Dicen que gran parte de los éxitos empresariales nacen de una simple idea, así se hizo Cheska hace más de medio siglo en una calle de Madrid, y cuando hablamos de esto María me desvela las bases del suyo: “El éxito está basado en un equipo muy sólido, muy consolidado profesionalmente, personalizamos mucho el trato y eso la gente lo valora mucho. Nuestra premisa es un trato más humano, más tranquilo, además de un buen servicio, claro está”.
La entrada del local de Cheska es un paseo de celebridades inesperado. Muchas. Están todas. El anecdotario de María a ese respecto es inagotable y en ello se arranca: “Antes de quererme dedicar a esto yo iba a la peluquería, me gustaba ir por allí a ver a las modelos de los 90, que eran unas diosas. Le decía a mi madre: ¡Mamá déjame ir! Y me lo pasaba bomba. Allí andaban Jerry Hall, Linda Evangelista, Claudia Schiffer o Yasmin Le Bon, con ellas yo tenía forradas mis carpetas y yendo a verlas me lo pasaba increíble”. “Una de las mejores anécdotas es que me llamaron para peinar a alguien sin decirme a quién. Fui a su hotel, me llevé a mi equipo, se abrió la puerta y apareció Cindy Crawford, que era la modelo que más me gustaba. Me encantó. Y recordaba mi carpeta forrada con su imagen. Fue maravilloso. Tengo un recuerdo muy bonito de aquella experiencia”.
Hay unos cuantos amigos que son asiduos de Cheska. Sé que no son muchos los hombres que se pasaban por allí y a este respecto me dice María: “Los chicos son los clientes más fieles del mundo, cuando dan con su lugar, con el profesional que les da confianza, se fidelizan hasta la eternidad. Les da más pereza cambiar. No tenemos muchos clientes chicos pero los que tenemos están encantados. A mí me gusta mucho cortarles el pelo. No suelen dar guerra. Cuando aciertas y conectas, se quedan para siempre”.
Responde a mi llamada telefónica el actor, guionista y productor Javier Veiga: “María Baras para mí es María Cheska. Los que hemos nacido en el seno de un negocio familiar asumimos que nuestro apellido ‘real’ es el nombre del negocio. “¿Tú eres hijo de Posada del Mar, no?”. He escuchado esa pregunta toda mi vida y la respuesta siempre ha sido un ‘sí’ orgulloso, asumiendo que mi progenitor fue en realidad un restaurante. Y creo que María está igual de orgullosa de ser hija de una peluquería. Ahora María es ya la capitana de las tijeras, y creo que no hay mayor felicidad para un cliente, de lo que sea, que llegar a un establecimiento donde se respira abolengo del bueno y sabes que puedes confiar ciegamente en la persona que te atiende. “Pedro: ¿estos tomates salen buenos?” “Carmen, ¿qué tal hoy los boquerones?” Y pasa lo mismo sea tu frutero, tu pescadera, tu fisioterapeuta o tu abogada… Pero sobre todo “María: mira qué pelos traigo, tú me dirás qué hacemos…” Porque con lo maniáticos que somos todos con nuestro pelo, ¿puede haber mayor felicidad que sentarte relajado con tu peluquera?
"He visto gente entrando en peluquerías que se pone menos nerviosa si la opera un neurocirujano… Los hombres hemos fantaseado durante siglos con saber qué se cuece en una peluquería de señoras. Yo hubiese pagado por poder asomarme por un agujerito a cotillear, imaginando que allí dentro las mujeres deciden en secreto, desde las tendencias de la temporada, hasta el futuro de la humanidad. Gracias a María, no sólo he podido asomarme, sino que me ha dejado infiltrarme como cliente. Y he descubierto que las mujeres acuden a María por el lujo de poder sentarte relajado y saber que tu pelo está en buenos manos. Y de paso para tener una charla estupenda, compartiendo con ella los últimos descubrimientos en restaurantes, viajes, series o cualquier tema que surja mientras me rebaja el flequillo. Estoy allí, rodeado de mujeres, y resulta que no están hablando entre ellas ni confabulando. Podría ser que estuviesen esperando a que yo me vaya porque soy un intruso, pero creo que lo único que esperan es que María vaya a darles el toque final… Y así, al igual que esas señoras, salgo recién peinado y con una sonrisa a la calle Velázquez, como quien sale del mercado sabiendo que tu frutero ha escogido para ti los mejores tomates”.
En la continuación de nuestra charla le pregunto a María si en lo primero que se fija cuando se encuentra con alguien es en su pelo: “Sí, y ahora con mascarilla más. Pienso que es en lo primero en lo que se fija todo el mundo. Es un elemento de reconocimiento, al menos uno de ellos. Por eso mis clientes quieren mejorar su pelo porque si es algo que llevas bien es un motivo de bienestar”.
La poeta nicaragüense Gioconda Belli plasmó en un hermoso verso: “Y Dios me hizo mujer de pelo largo”.
María creció rodeada de libros, le encanta leer y escribiendo un libro ha cumplido un sueño: 'Tú también puedes tener pelazo' (Harper Collins, 2020). “Nunca imaginé que iba a escribir un libro pero estoy encantada. La iniciativa no partió de mí sino de mi editorial y me llenó de orgullo. Me llamó mi editora, Olga Adeva, y me dijo que estaba buscando a alguien que escribiera un libro como una especie de biblia del pelo que por fin se entendiera, de alguien que tuviera además una larga experiencia con el mundo de la peluquería y buscando en redes se encontró con mi blog, le gustó y me eligió, pero la idea fue de ella, como un manual de curiosidades del pelo, se topó conmigo, me lo contó y me lancé a la piscina. Reconozco que escribir requiere mucha disciplina, hay que dedicarle mucho tiempo. Lo he disfrutado mucho. En la editorial me guiaron muy bien, tanto que al terminar me he puesto a pensar en el siguiente (se ríe)”.
La coach y escritora Sol Aguirre, creadora también del blog “Las claves de Sol”, fue una de las personas que también animó a María a escribir ese libro, entre ambas hay una complicidad que se pone de manifiesto en ese espacio de cercanía que es Cheska. En medio de una mudanza me atiende y contesta a mi demanda: “Admiro profundamente a María porque es una persona apasionada de su trabajo, es la única manera de lograr la excelencia. Lo mismo me pasa con aquellos que, siendo un referente en su profesión, mantienen los pies en la tierra. María es una persona normal, que no común. Y, además de todo esto, cuida mi melena como nadie. No se puede pedir más”.
¿Y si tu hija quisiera dedicarse a lo mismo que tú?
"Pues mi hija de 6 años, Julia, dice que sí, aunque sospecho que lo dice porque lo que quiere es estar a mi lado, si bien es cierto que yo también lo supe tarde y por tanto siempre piensas en que todo está abierto a cualquier posibilidad, pero si fuesen felices como lo ha sido mi madre o lo soy yo, me encantaría. Y lo que sí le diría es fórmate y luego ya veremos".
¿Y si decidiera seguir los pasos de tu padre?
"Ay, sí. Mira, mi hijo de 16 años dibuja muy bien y tiene un gran sentido espacial, quizá podría ser él quien siguiera el camino de mi padre, aunque son tiempos duros para la arquitectura. Que sean lo que quieran ser pero sobre todo buenas personas”.
El vino que nos acompaña en el día de hoy es de Valdeorras, Godeval 2019, una bodega clásica de la zona firme impulsora de la variedad godello. Llamo a su propietaria, Araceli Fernández, para que me cuente su trayectoria: “Godeval comenzó a mediados de los ochenta como un proyecto muy ilusionante de cinco socios. Con el paso del tiempo ha ido evolucionando aumentando sus plantaciones, sus marcas y construyendo una nueva bodega. Un mirador sobre el valle en el que se unen tradición y modernidad”.
En los años 70 esta comarca inició un proceso de recuperación de la variedad godello, conocido como Reestructuración de Viñedos de Valdeorras (RE.VI.VAL) para poner en valor una uva que estaba extinguiéndose en la zona. El Servicio de Extensión Agraria con mi padre, Horacio Fernández Presa al frente impulsaron con determinación este proceso.
Los años pasaron y hemos ido evolucionando el proyecto pero siempre en la base de viñedos propios. Empezamos produciendo 12.000 y ahora producimos 150.000 botellas bajo cuatro marcas: Godeval, otro sobre lías, Godeval Cepas Vellas, y Revival, un homenaje a la creación de la bodega que elaboramos con fermentación en barrica de roble. Esta última joya ha resultado ser toda una sorpresa en el mercado.
Otra cosa de la que nos sentimos muy orgullosos es la recuperación del Monasterio de Xagoaza, un conjunto histórico con raíces en el S.XII. Y que hoy en día es también zona de visitas.
En nuestro ánimo está seguir creciendo y evolucionando, y seguir manteniendo el prestigio en las revistas especializadas y las puntuaciones internacionales. Godeval figura en el Top 100 de Wine Spectator en el puesto 17, siendo el único blanco español en el ranking”.
María se confiesa bebedora social y dice que le encanta quedar con amigos a tomar un vino o abrirse una botella con su marido. Con su padre es de obligado ritual comer acompañados de vino. “El vino es compartir”.
Godeval 2019 es un vino de pronunciados aromas, ligero, delicado, elegante, suave, sabroso. Sus puntos ácidos y dulces lo hacen un vino goloso, al que un trago pide otro.
Brindamos por la salud, porque podamos volver pronto a la normalidad, porque de contagiarnos algo que sea el ánimo.
Compartir alegrías es encontrarle sentido a la vida.
Palabra de vino.