Inma Puig, la conversación en el alma de los vinos
Ha sido psicóloga del FC Barcelona en la mejor etapa de la historia del club y colabora en la gestión de equipos de El Celler Can Roca
Es autora de 'La revolución emocional', una invitación a reflexionar sobre todas aquellas cosas que nos suceden a lo largo del día
Inma Puig ayudó al futbolista Andrés Iniesta a salir de su depresión, aunque ella no ha hecho alarde de ello
Mientras el mundo se agita por fuera con cifras de pandemia, refriegas políticas, bombardeos, conflictos diplomáticos e incluso incertidumbres ligueras, ella descuelga el teléfono y su voz inicia la conversación pausada con la misma quietud con la que esos futbolistas únicos son capaces de adormecer un balón caído del cielo. Es paciente, sabe esperar, conocer, cazar el instante de lucidez en medio de la niebla espesa.
Ella es Inma Puig, sicóloga, experta en equipos de alto rendimiento, consultora de organización y relaciones humanas en empresas, conocedora de las personas que elaboran vinos, descubridora de las almas que hay detrás de ellos y de sus viñas, generadora de armonías naturales, sostiene con frecuencia que las cosas no son por casualidad sino por causalidad.
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Decía el doctor Marañón que en la vida la búsqueda era tan importante como el hallazgo porque servía de estímulo para el logro final. Inma no tuvo la vocación temprana por su actual profesión, me cuenta que estudió Magisterio y que la asignatura que más le gustaba era justamente la de Psicología y me dice: "Luego hice una especialidad para niños más pequeños de maternal y también aquí había la asignatura de Psicología, que fue la que más me gustó. Cuando terminé esta especialidad mas la carrera, me matriculé en Psicología porque creía que era útil para mi consumo personal, para entender más a las personas, para entenderlo todo, y además, como me gustaba tanto, era un complemento óptimo para trabajar con mis alumnos.
Cuando empecé trabajaba en una escuela de maestra de primaria y me dije: 'Me lo voy a tomar con calma para ir sacando algunas asignaturas cada año'. Pero la verdad, me entusiasmé tanto que lo saqué año a año y cuando terminé estuve un par de años haciendo unas prácticas tuteladas en el Hospital San Juan de Dios, en el Departamento de Psiquiatría Infantil y Juvenil, y allí descubrí que mi pasión eran las personas, que de hecho eran mi debilidad en todos sus estados: adolescentes, adultos, incluso ancianos. Me parecía fascinante: todas tan diversas y tan iguales al mismo tiempo.
Monté mi propia consulta y me puse a trabajar con pacientes, enseguida me di cuenta de que trabajaba con un material muy frágil y que no me podía equivocar en nada, porque una cosa es que hagas un programa informático, te equivocas y lo vuelves a hacer, pero con las personas hay que ir con muchísimo cuidado, sin apenas margen para el error. Me seguí formando con una supervisión a través de un profesional con muchísima experiencia, que me fue enseñando un montón de cosas que no había aprendido en la carrera”.
Emociones y sentimientos
Las emociones guían nuestros comportamientos, los sentimientos nos motivan y juntos pero por separado conducen gran parte de nuestros comportamientos. Mucho se ha hablado y escrito sobre la gestión de las emociones y sobre esta posibilidad le pregunto a Inma Puig: “Sí, absolutamente. Lo que pasa es que eso no nos lo enseñan. De la misma manera que aprendemos a conducir un coche, o a manejar tantas cosas, si desde pequeños nos enseñaran a gestionar nuestras emociones nuestra vida hubiera sido diferente, y para bien. Claro que se pueden aprender a gestionar. Todas nuestras manifestaciones, como que estamos con personas, hemos de saber que lo que le decimos al otro le afecta a él y lo que él dice nos afecta a nosotros. Muchas veces no queremos que el efecto sea el que acaba siendo pero nadie nos ha enseñado a decir: 'Mira, si lo manifiestas en estos momentos y de esta manera tendrá este efecto y si lo mismo lo dices en otras circunstancias tendrá el que tú deseas y no el que salga del azar”.
-¿Qué es 'La revolución emocional'?
“Es un compendio de muchas experiencias mías con la intención de compartir todas estas cosas que muchas veces me han dicho que nos debieran haber enseñado en la escuela, y como no nos lo han enseñado, pues siempre estamos a tiempo de poder aprenderlas. En muchas ocasiones, después de alguna de mis charlas, me preguntaban: '¿Dónde puedo encontrar esto que ha dicho usted?'. Y para satisfacer esta pregunta, muchas veces repetida, me decidí a publicar “La revolución emocional”, que va camino de la séptima edición. Y ahora me da gusto escuchar: “Lo tengo en la mesita de noche, porque de vez en cuando lo abro por cualquier parte y siempre me va bien recordar cosas que ya sabemos pero que no éramos conscientes de saberlas”. Es un libro de reflexión, para pensar en todas aquellas cosas que nos suceden a lo largo del día pero que no nos habíamos parado a pensar, como no pensamos cómo respiramos, cómo andamos, tampoco pensamos cómo sentimos y es muy importante tenerlo en cuenta y saber cómo lo hacemos”.
Alguien dijo alguna vez que “sentir es pensar temblando”.
“Cuando sientes hay un algo en tu interior que te hace moverte físicamente, que tiene unas manifestaciones externas que son muy evidentes y en cambio tratamos siempre de disimularlas, es algo que manifiesto en “La revolución emocional”, porque nos han educado durante mucho tiempo en que no hay que dar rienda suelta a los sentimientos porque esto nos hace vulnerables, porque es una manifestación de debilidad; en cambio hay una manifestación de sensibilidad”.
“Las sensaciones del alma son también una forma de conocimiento”, decía el escritor Antonio Tabucchi.
La periodista Olga Viza es buena amiga de Inma Puig. Acudo en su busca para que se una a esta conversación palpitante, que me ayude a dibujar el retrato:
“No hay forma de hacerle una foto casera en la que ese pelo tan rubio no le dibuje un aura. La tiene. Será porque a cada problema ella le proyecta luz.
Resulta que Inma Puig fue tenista y, entre torneo y torneo, echó de menos a alguien que le ayudara más allá de la preparación física y técnica. Miró a su alrededor y comprobó que la gran mayoría de los deportistas sentían eso mismo. Y como siempre camina unos pasos por delante de su tiempo, le plantó cara a la ridícula convencionalidad de que tener un psicólogo de cabecera es mostrar una debilidad.
Se formó con los mejores y no tardó en convertirse en psicóloga de un nutrido grupo de tenistas españoles. Así la conocí.
Una estrecha amistad entre una psicóloga de referencia y una periodista tiene sus dificultades. Les podría contar sus temas preferidos de conversación, cómo le complementa Francesc, su marido, qué programas de televisión no se pierde, qué cosas le irritan, a qué juega con sus nietos, cuáles son sus caprichos (casi siempre tecnológicos), quién es su peluquera, que la atiende desde hace décadas siempre en domingo porque Inma, entre semana, no puede.
Lo que no sé es a quién ayuda o ha ayudado. Eso ni se pregunta ni se contesta. Y créanme que es mi tentación continua. Pero para Inma es un principio infranqueable.
Tanto es así que tuve que enterarme a través de “La jugada de mi vida”, un libro biográfico de Andrés Iniesta, que Inma le ayudó a superar la depresión. En esa páginas él le da las gracias públicamente. Ella ni hizo alarde, ni da explicaciones.
Madruga cada día para caminar por la montaña. Circula normalmente en bicicleta eléctrica por las calles de Barcelona, es asombrosa su agenda diaria pero llega a todo. Se organiza. Y con suerte viene a verte a casa, aparece en el ascensor con la bicicleta doblada en cuatro pliegues.
Si eso ocurre habrá una muy buena conversación con una copa de vino en la mano. Y cuando se vaya corriendo, porque lo primero son sus pacientes, siempre queda en el poso de esa copa una frase que ilumina”.
Hablar y escuchar
“En las palabras habitan otros ruidos”, escribió el poeta mexicano Jorge Cuesta. También en la escuela nos enseñan a leer y a escribir pero no nos enseñan a escuchar. Saber hablar requiere de un cultivo consciente y activo del lenguaje, del aprendizaje y el uso de las palabras. Esta facultad nos distingue como seres humanos pero saber escuchar es saber acoger a nuestro interlocutor, es un acto de empatía y complicidad. Sobre esto le pregunto también a Inma: “La verdad, afirma, es más importante escuchar. Si nos fijamos en la naturaleza, que es muy sabia, y no coloca las cosas en su sitio porque sí, y si seguimos a la anatomía, tenemos dos orejas y una boca. Es mucho más importante escuchar, debemos escuchar el doble de lo que hablamos si queremos entender a los demás. En este sentido sí que me llama mucho la atención la de cursos y seminarios para hablar bien en público, para hablar de mil maneras, y no hay ni cursos ni seminarios para aprender a escuchar. Y en la vida es más importante saber escuchar que saber hablar”.
“La vida empieza donde hay dos”, escribió el poeta Luís Rosales.
Gestionar el éxito
El éxito es algo escurridizo, se tiene y no se tiene, como humo se va. Una vez conseguido existe también un sentido patrimonial del éxito, una especie de conquista, atribución por imponer quién ha tenido más que ver con él. En la tarea profesional de Inma está la gestión del éxito en diferentes ámbitos: el deportivo con el F.C. Barcelona, el de la gran empresa, o el de la empresa familiar en El Celler de Can Roca. Le pido que me cuente cómo se puede gestionar el éxito en diferentes escalas: “Los que hacen cosas diferentes son mis clientes, yo trabajo siempre en lo mismo, con personas. Alguna vez he establecido un curioso paralelismo con lo que dijo Pavel Slôzil, el entrenador de Steffi Graf, cuando le preguntaron qué se sentía al ser el entrenador de la número del mundo, a lo que él respondió: “Tuve mucha suerte al aceptar la propuesta de ser su entrenador porque si no ella hubiera sido la número uno del mundo y yo nunca hubiera sido su preparador”. En este sentido me siento igual, tuve mucha suerte al aceptar ser la psicóloga del F.C. Barcelona en 2003, supuso un reto, sucedido de una cadena de éxitos y ahí estaba yo, ¡qué suerte! Con El Celler de Can Roca pienso exactamente lo mismo”.
Considera un privilegio haber vivido ambas experiencias, durante los 15 años que estuvo en el Barça o los ya 8 años en que colabora con el tridente del olimpo gastronómico, los hermanos Roca. En ambos casos ha vivido de cerca la gestión de muchos éxitos consecutivos: “Empezó con Frank Rikjard, con la obtención del título de Champions en París y la consecución de la Liga al segundo año de llegar. Luego vino la era Guardiola y su cascada de triunfos tan sucesivos, y he de decirte que lo más difícil de gestionar en una racha de triunfos tan consecutivos es el no tener tiempo para disfrutarlos, ni casi para celebrarlos entre uno y otro; es una de las características del éxito que se trabaja muy duro y cuando se consigue da gusto poder disfrutarlo y celebrarlo, pero cuando la secuencia va muy seguida cuesta mucho porque a poco que te descuides el siguiente puede ser que no llegue.
Con El Celler de can Roca, como has dicho, llevo 8 años trabajando con la gestión de sus equipos y también aquí el éxito hay que trabajarlo aparte porque puede dañar. Recuerdo que Jung decía: “Cuando alguien me viene a contar un éxito, siempre le digo: espero que no te haya dañado demasiado”.
Al citar al Celler me viene a la memoria una conversación con Pitu Roca en el momento en el que el Celler consiguió el codiciado número uno del mundo de la revista Fifty Best. Con su proverbial humildad, y su lista de reservas a rebosar, Pitu me dijo: “Esto será lo más complicado, aprender a gestionar, a convivir con el éxito sin que nos fagocite”. Le llamo, le cuento que ando en el 'Palabra de Vino' de Inma Puig, a quien conocí y aprendí a querer de su mano: “Inma Puig nos ha abierto la puerta a la innovación emocional, cocinando a baja temperatura los sentimientos y destilando las emociones de nuestro equipo.
El Celler de Can Roca es mejor porque ella nos ha ayudado a incidir en las emociones en el centro de nuestra atención.
Inma Puig es imprescindible para comprender que la vanguardia no va de tecnología, ni de producto, sino de personas; de revolución sensible.
Nos guía en la revolución emocional. En restauración y quizás en el mundo de la empresa, la vanguardia e innovación es cuidar a las personas.
Éstas son frases luminosas vinculadas a la influencia magnética de las enseñanzas de una persona excepcional. Para las personas de El Celler de Can Roca, es nuestro ángel de la guarda; una inspiración, una guía. Me siento afortunado de haber vivido cada minuto a su lado; escuchando, comprendiendo, degustando la vida. Una persona brillante, bondadosa y activa que nos abrió las puertas al fascinante mundo de la interpretación de las emociones y al cuidado de los equipos. Rigurosa, honesta y profunda en cada mensaje, Inma Puig atrapa desde la sencillez y la naturalidad removiendo consciencia, despertando sentimientos, llenando de sentido cada contacto con cada persona que le regala su tiempo”.
"El éxito -prosigue Inma Puig- tiene una característica: que todos los elementos que has empleado para alcanzarlo, toda vez que lo consigues quedan obsoletos, es decir, vas a tener que hacer cambios si quieres seguir teniéndolo porque justo para tener éxito habrás tenido que hacer muchos cambios respecto a cuando no lo tenías".
“El éxito tiene un poder anestésico importante ¡Se está tan bien dentro de él! No hace ni frío, ni calor, todo el mundo te mira con admiración y este es el riesgo en el que al estar un poco anestesiado no eres consciente de que has de empezar a hacer cambios para seguir consiguiéndolo. Cuando se trata de un equipo sucede que inmediatamente después aparece lo que podríamos llamar el síndrome del tanto por ciento porque todos los componentes del equipo reivindican, de forma inconsciente, el porcentaje que han tenido en la consecución del éxito obtenido. Y suele haber una cierta tendencia a la distorsión en la percepción del porcentaje que realmente han tenido. Ese es el riesgo: que los componentes del equipo en lugar de ponerse a competir contra los de fuera, compiten entre ellos por ese porcentaje”.
¿Y cómo gestionar el fracaso?
Muchas veces se dice que de los fracasos se aprende más que de los éxitos. Siempre he entendido que este es un dicho de consuelo porque cuando uno ha fracasado no está bien, se siente dolido. A tener éxito se aprende teniendo éxito, desde el fracaso es difícil que aprendas a tener éxito, si uno quiere tenerlo ha de conseguirlos para aprender a pulirlos. El fracaso si te ocurre muchas veces solo te enseñará a fracasar. Por ejemplo. Si quiero aprender a patinar ¿quién me puede decir que se aprende nadando? A patinar se aprende patinando. El fracaso lo que también te enseña es que hay que cambiar cosas para salir de él porque si te descuidas te quedas instalado permanentemente”.
El alma de los vinos
Llamo a un amigo común, el doctor Mario Alonso Puig, para que participe de nuestra conversación. En medio de su fragor laboral responde con ese cariño que la distancia agranda: "Inma Puig es una mujer que combina su excepcional profesionalidad con una enorme grandeza humana. Tiene la sensibilidad para poder leer el clima interno de una persona y la capacidad de ayudarle, para saber descubrir la luz en medio de la oscuridad, el sol en medio de la penumbra. Su interés por el vino es un interés por el alma humana. Inma es una persona capaz de descubrir el alma humana también en aquellas cosas que parece que no son tan evidentes y cómo no, el vino también tiene alma”.
En ese libro imprescindible, 'Tras las viñas', que escribieron a cuatro manos Inma Puig y Pitu Roca, afirman ambos que el vino es un espejo de quien está detrás de él, que en el vino se pueden encontrar los pliegues de la personalidad de quien lo hace, que cada productor enseña con su vino los rasgos de su personalidad y también de su alma, la ponen en la tierra que cultiva. Sobre el alma que reposa en el vino se pronuncia mi invitada de hoy: "Claro que tienen alma los vinos. Tuve el privilegio de que Pitu me propuso escribir este libro con él, todo nació en la raíz de una pregunta: ¿tú crees que los vinos se parecen a quienes los hacen? Me respondió que nunca le habían hecho esa pregunta pero “te diré que son iguales”. Le pedí bibliografía para interesarme por este asunto y me dijo que no había, que de vinos había muchos libros pero de las personas que los hacen no y a continuación surgió la invitación: podemos escribirlo tú y yo. ¿Yo?, si no sé nada de vinos. Iremos a ver a sus productores, “yo hablaré de sus vinos y tú de las personas”. Así descubrí que en el vino se refleja el alma de las personas que lo hacen. Los vinos y las personas, como una armonía natural".
Para Inma entrar en el mundo del vino ha sido "entrar en una habitación oscura y prender la luz", descubrir cosas que no había visto con anterioridad y por ello desde entonces el vino ocupa otro lugar en su vida. “Escribir el libro, me dice, ha supuesto para mí la posibilidad de tender un puente para unir dos márgenes separados: el vino y su productor. Para mí fue un gran descubrimiento: conocer a la persona, sus porqués, su vida, su historia, cómo vive esa tarea, cómo lo hace... y eso al probarlo te aporta un plus de emoción porque en cada botella hay una historia vivida esperando que la degustes para podértela contar”.
Soy yo quien ha propuesto y abierto el vino que ha acompañado esta conversación. He decidido que caminemos por La Rioja, por esa colección de viñedos que cuentan instantes de historia. El vino nos lleva a Samaniego, a una bodega, Remírez de Ganuza, formada por caserones antiguos integrados en esa perfecta arquitectura de construcciones nobles. Llamo al propietario y bodeguero, y buen amigo, José Ramón Urtasun, para pedirle que nos hable de ella:
“Remírez de Ganuza es una bodega relativamente nueva para lo que es el mundo del vino, en el que hay casas con tradiciones centenarias, pero que desde su nacimiento en 1989 ha tenido un carácter innovador y un espíritu inquieto que nos ha llevado a cuestionarnos año tras año en que podíamos mejorar. Creo que el hecho de no venir de una tradición familiar ha sido bien gestionado en el sentido de no tener ataduras y esa mayor libertad a la hora de plantearse la forma de elaborar ha permitido dar un enfoque con un espíritu casi científico en el sentido de plantearse siempre las cuestiones aportando soluciones pragmáticas y muchas veces novedosas a los distintos procesos sin estar condicionados por tradiciones familiares pero respetando mucho aquellas partes de producción tradicional que creemos que aportan valor.
En definitiva una bodega considerada moderna en los 90 principalmente por el uso de barrica nueva de roble francés, pero que a mi me gusta considerarnos más como contemporáneos, porque algunos de nuestros pilares, como son las viñas viejas de variedades autóctonas, no se pueden considerar modernos. Creo que es una bodega que ha sabido combinar con éxito la tipicidad de nuestra zona con un espíritu innovador importante”.
Bebemos Remírez de Ganuza Reserva 2013. Le digo a Inma que he elegido esta añada porque fue un año complicado y que me gustan esos años que ponen a prueba a los buenos bodegueros. También le cuento que he estado a punto de elegir su Gran Reserva Blanco de esta misma añada. Una producción limitada de tan solo 3.000 botellas de viura, malvasía y garnacha blanca. De nuevo José Ramón: “Este blanco creemos que es una de las añadas históricas en nuestra zona, al menos desde que nosotros elaboramos blanco. Ph muy bajo, muy buena acidez, frescura. Hubo muchos problemas de botrytis que pudimos solventar con una rigurosa selección de uva. Madurez perfecta en los blancos. En definitiva una gran añada para disfrutar y con muchísima capacidad de guarda”.
“En cuanto al tinto que estáis bebiendo, la 2013 es una añada fría para nuestra zona. con más influencia atlántica, vinos tintos con menos cuerpo, más delgados, con buena frescura. En el caso de Remírez de Ganuza, manteniendo la línea de nuestros vinos pero un poco menos concentración, muy buena frescura, acidez, un vino delicado pero con buena longitud”.
“Por el contrario, en las añadas difíciles, abundan los problemas, sobremaduración, exceso de grado alcohólico y falta de frescura en añadas cálidas y maduraciones irregulares, verdor y enfermedades en añadas más frías y lluviosas. En resumen, son pocas las añadas libres de problemas y es en las añadas que más problemas sanitarios y climatológicos presentan en las que más crucial es el buen hacer de una bodega, tanto en el campo como en la elaboración.
Tan cierto como es que en las añadas difíciles abundan los problemas, también es cierto que todos los años hay una cierta cantidad de uva de calidad muy alta. Ahí es donde se vuelve crucial algo en lo que Remírez de Ganuza fue pionero como es la selección de la uva.
Saber leer la añada identificando los problemas con antelación te permite intervenir con la mayor precisión posible antes de que las enfermedades se conviertan en un problema descontrolado. Esa precisión y conocimiento de tu viña nos permite hacer una primera selección en campo de las uvas que vamos a emplear cada año. Remírez de Ganuza cuenta con 80 hectáreas de viña vieja repartidas en aproximadamente 240 parcelas, esta mezcla de parcelas de viña vieja nos permite hacer una selección exhaustiva y utilizar solo uva de la máxima calidad aunque sea en detrimento del volumen de producción.
En un año complicado también debemos esmerarnos en la selección de la uva en bodega, asegurando que solo llegue a los tanques de fermentación uva en perfectas condiciones.
Al final todo esto hace posible que a pesar de ser un año complicado, nos aseguremos de que solo tenemos uva de máxima calidad. Por supuesto respetando la tipicidad de la añada, que es una de las cosas bonitas del vino, que nadie espere que un vino de una añada fría tenga las mismas características que un vino de una añada más cálida. Los vinos de alta gama de pequeños productores tienen un proceso de producción alejado de las recetas industriales y están influidos por la climatología de cada añada”.
Este es un vino cuidado, lleno de detalles que le enriquecen; armonioso, de gran personalidad, que refleja con exactitud el carácter de la tierra de la que proviene. Cerezas y fresas se enredan en su sabor, en la gran pureza de su fruta. Fresco como el año que lo marca. Un vino exigente. Un destello de placer.
Antes de despedirnos le pregunto a Inma si cree que el vino aviva la conversación: “Absolutamente sí. El vino sirve para cualquier hora del día, es muy versátil. Muchas veces lo tomas para celebrar, otras para recuperarte de un mal trago. Depende de la compañía el vino sabe de una manera u otra”.
Desearía que este aprendizaje durara mucho más. Un placer el tiempo compartido. Todo. En este compás de los adioses rescato unos versos de Octavio Paz: “Conversar es divino. Pero los dioses no hablan: hacen, deshacen mundos mientras los hombres hablan”.
Palabra de Vino.