Civita di Bagnoregio está moribunda. La ciudad medieval italiana, un lugar de ensueño fundado por los etruscos entre el 600 y el 280 antes de Cristo, sufre los efectos de la erosión sobre unas rocas demasiado frágiles para sobrevivir mucho más. "Nuestro lema es resiliencia”, dice su alcalde, que sabe que antes o después se vendrá abajo.
Entre los barrancos de Tuscia, en lo alto de la montaña, las calles de Civita di Bagnoregio respiran aire limpio y calma, mucha calma. Apenas cuenta con una docena de habitantes, entre los que se encuentra su alcalde, que quiere que la ciudad se convierta en Patrimonio de la Humanidad de la UNESCO en 2022, lo cual podría ayudar a alagar su vida.
En el verano de 2019 los visitantes llenaban sus suelos empedrados, la ciudad cobraba vida. Con la pandemia por la covid, y tras 3.000 años de erosión progresiva, el silencio se impone. Los terremotos, grietas y deslizamientos de tierra tampoco han ayudado: "Hace siglos, la ciudad era mucho más grande y estaba conectada por carretera con otros asentamientos", publica 'The Strait Times'.
El principal problema de Bagnoregio son sus cimientos formados por una mezcla bastante inestable de arcilla y roca volcánica. "Toda la ciudad es un gran peligro. Es igual de bella que peligrosa", dice un geólogo.