Carlos Herrera, una voz de todos los días
Su talante de contador de historias rodeado de oyentes le llevó a la puerta grande de la profesión, a relevar a Luis del Olmo
Ha recibido por su labor radiofónica Premios Ondas, Antenas de Oro, Micrófono de Oro y el Mariano de Cavia, entre muchos otros
Aficionado a los toros, a la Semana Santa y seguidor del Betis, el locutor de la Cope asegura que recorrer el Camino de Santiago junto a sus 'hobbits' son sus verdaderas vacaciones
Cada mañana desde la radio levanta las persianas de la vida y sus escenarios van cambiando hasta que cae el sol de mediodía. En su voz está escrita su biografía, también en las voces que le fueron construyendo desde su niñez en la que ya era un inveterado devorador de radio. Por ahí arranca nuestra charla de sábado, por cómo y cuándo sintió que su vida había de ser esta: “Pues antes de empezar primero de Medicina. Yo soy, como bien apuntas, un niño de la radio, criado escuchando radio de noche y de día, a todas horas: música, no música… Entonces supe que quería hacer esto, pero decir en casa que me iba a dedicar a esta profesión era como decir que quería ser torero, así que me puse a estudiar lo de mi padre, Medicina, con el éxito que se ha podido comprobar, porque mi dedicación a ello… En primero de Medicina ya tonteaba con la radio”.
Carlos era y es un buscador de palabras, de sonidos heterogéneos, familiares, de círculos simétricos con los que construir sus espacios para atraer a los viajeros de la radio, para envolver el aire de todos los días. Desde siempre, desde sus inicios, su voz lanzaba esas palabras con la energía del fuego, la desnudaba y la hacía volar a placer por las ondas, a la búsqueda de cada casa, de cada taxi, de cada oído.
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Y este talante de contador de historias rodeado de oyentes le llevó un buen día a la puerta grande de la profesión, a relevar a uno de los más icónicos, Luis del Olmo: “Yo era muy joven -me cuenta- y era lo que se viene diciendo un locutor de provincias pero estaba ese día allí, el día que a Luis le entró un cólico, y él, que me había escuchado alguna vez y me conocía levemente, pero doblado de dolor, me dijo: Quédate tú”. Le dije: "¿Dónde?" Me respondió: "Haciendo Protagonistas. No te preocupes, lo harás muy bien". Lo hice, resolví la papeleta dignamente y por ello me pidió que me quedara sustituyéndole en verano y para mí fue un gran disparadero. Eso ocurrió en Barcelona. Luego volví a Sevilla y alterné Sevilla-Madrid, más tarde pasé por Radio Mataró, Radio Miramar y así anduve por todas, menos en Antena 3 de Radio estuve en todas”. Le indico que como los grandes se ha jugado el “grand slam” del medio.
La radio era ya su centro de gravedad permanente y el destino le procuraba de nuevo la bisagra de una puerta que volvía a abrirse, fue en Onda Cero allá por el 2004 cuando de nuevo relevó a Luis, esta vez de manera más definitiva. Así me lo cuenta: “Yo estaba por la tarde cuando Luís decidió dejar las mañanas para irse a sus cosas. Y ahí me puse. La mañana de la radio fue mi gran estirón. Fue la época más feliz en el sentido de la realización para hacer la radio para un público al que yo quería y que me entendía. La SER me había dado momentos inigualables, sobre todo convivir con Iñaki Gabilondo, maestro al que quiero con locura, y también con tantos otros. Ahí, en Canal Sur y en RNE aprendí lo que me faltaba por aprender”.
Le interrumpo para dar cabida a Iñaki en esta conversación, para contarle que ando en el 'Palabra de Vino' de Herrera. Me responde con su habitual agilidad y de paso me cuenta que el próximo día 20 de octubre ambos serán investidos doctores honoris causa en la Universidad Europea: ”Carlos es un monstruo radiofónico en el que se ha producido el gran milagro de habitar en el olimpo estelar de Luis del Olmo, José María García y Encarna Sánchez, y al mismo tiempo marcar el paso en el tiempo presente.
Por si fuera poco, es una bandera del hedonismo, del placer de vivir gozosa y alegremente. Sus opiniones son una unidad de medida en lo gastronómico.
Le aprecio de veras y le admiro por muchas cosas, incluyendo su arte para escurrirse a la hora de pagar la cuenta, y que nadie le deje de querer por ello”.
Retoma la charla Carlos para contarme su transición profesional de Onda Cero a COPE: “Y cuando creía que mi labor en Onda Cero sería ya la definitiva me llegó la llamada de la COPE, y en un principio lo dudé y me pregunté si de verdad me atrevería a dar el salto, a ser capaz con la edad que tenía de revitalizar una mañana y crear un ambiente radiofónico con la compañía de la gente de ese grupo de radio, a la que seguía mucho, y sus profesionales son excelentes, y me dije sí, si nos juntamos todos sí. Probamos suerte e igual suena la campana. Y sonó”. Y ahí anda desde el 2015, desde la penumbra del amanecer a la anchura de la mañana, esparciendo mucha ironía en el fondo de su voz, como si lo de contar la vida fuera un asunto fácil de desentrañar.
“Amo el lugar donde vivo más que cualquier otro. Me resulta tan familiar como si hubiese nacido aquí. A fuerza de ser un eterno extranjero, soy el más auténtico de sus habitantes”, escribió Elías Canetti.
Le preguntó cómo ve la radio del futuro, se ríe y me replica: ¿Me lo preguntas tú? Te he escuchado unas cuantas veces decir eso tan gallego de que el día de mañana nadie lo ha visto. Y se decide en la respuesta: “El futuro de la radio lo desconozco porque desconozco el futuro de la sociedad. La radio ha sido un espejo más que un inductor de ella. Esto lo he hablado mucho con Iñaki, que siempre dice: “Dígame usted cómo será la sociedad dentro de 20 años y yo le diré cómo va a ser la radio”. Tiene razón en eso.
¿Y tu futuro?
“No está muy lejos el día en que yo diga muchas gracias, pero a partir de ahora me dedicaré a hacer cosas más puntuales, nunca irme a mi casa a cocinar gurullos con conejo pero sí a tomarme el respiro debido y dejar que la carrera la sigan haciendo otros”.
Prensa, televisión, premios
Eugenio Scalfari decía que “la comunicación es contarle a la gente lo que le pasa a la gente”. Esto hace Carlos cada día desde la radio, decantando su voz en la mañana, aunque también ha explorado caminos en la prensa escrita y en la televisión. Por ahí se desliza nuestra conversación, por la convivencia de las diferentes maneras de contar y la manera de ensamblarlas en el quehacer diario: “El día tiene 24 horas y quitándole 8 para dormir quedan muchas horas para hacer muchas cosas si te ordenas. Para mi la convivencia de radio y televisión es un sacrificio notabilísimo, una convivencia muy complicada que ya no volveré a practicar nunca más porque o estoy en un lado, o estoy en otro. La compaginación con la escritura es otra cosa: suponen unas horas semanales metido en un despacho a ver si vienen a verte los ángeles, las musas, o quienes floten por ahí… Lo combino con dignidad. La radio lleva muchas horas, mucho tiempo y si quieres dedicarte a ella tienes que estar pensándola constantemente. En la televisión estoy alquilado cuando voy, me pueden alquilar un tiempo pero luego me vuelvo a mis conventos”.
Carlos está cosido a la radio como a la propia vida que como los periódicos, los libros, el cine y la tele tienen esa capacidad de ir construyéndonos por dentro.
El éxito le persigue con obstinación: Premios Ondas, Antenas de Oro, Micrófono de Oro, Premio Mariano de Cavia, Pedro Antonio de Alarcón… Me gusta saber cómo los encaja quien tantos tiene. “Como decía el maravilloso Matías Antolín, “el éxito me persigue pero yo soy mucho más rápido”. El éxito es como lo quieras y lo consideres, los reconocimientos son magníficos y desde luego llenan de satisfacción porque compensan el trabajo empleado para conseguirlos. Yo no soy de los que dicen que a mí me da vergüenza que me den premios, que me dan igual, no. A mí los premios me gustan mucho lógicamente y me honra recibirlos, hombre, todo está en la dosis de “credulina” que tú te metas en el cuerpo, mientras eso no te eleve del suelo y creas que estás levitando los premios son magníficos. El suelo no hay que dejar de pisarlo nunca y saber que eres mortal básicamente”.
En el decir de Herrera hay una especie de reclamo, de imán que absorbe tu atención, esparce sus palabras con la cadencia del encendido de luces de esas casas de pueblo que iluminan los paisajes a través de sus ventanas. Su trabajo lo impregnan el humor, la fantasía y el entretenimiento. Y luego están sus “fósforos”, sus cosas lúdicas, sus coñas marineras, todas entramadas en ese permanente deseo de hacer compañía a la gente, de estar a su lado en los gestos de cada día que se les avecina.
El arquitecto zamorano Paco Somoza le conoce muy bien. Le llamo para que se una también en la elaboración de este retrato: “De Carlos siempre me ha impresionado, más allá de la profundidad de su voz y su palabra, sus silencios, esas “paradiñas” que provocan que el interlocutor abra sus puertas de par en par, permitiéndole transitar libremente en búsqueda de la verdad.
Carlos es un amigo de los que nunca fallan, de los que siempre están ahí ayudándonos a ver el mundo de forma diferente y en eso radica su capacidad de atracción”.
“Lo pequeño es hermoso”, tituló en uno de sus libros el ensayista alemán Ernst Schumacher.
Camino de Santiago, carnaval, Semana Santa, toros
Escribió Cunqueiro en sus “Geografías imaginarias” que “a Compostela se acerca uno como quien se acerca al milagro”. Carlos recorre cada año diferentes tramos de los diferentes caminos que conducen a Santiago. Acompañado por sus “hobbits” alcanza cada verano la visión de las pujantes torres de la catedral y lo cuenta entre ironías y alborozos en sus redes sociales.
Le pregunto qué es lo que le lleva a hacer esto con esta cadencia: “Son mis auténticas vacaciones, me responde. Porque me levanto pronto, salgo al campo, que me gusta mucho, voy escuchando música, radio… veo amanecer, huelo el rocío de la mañana, paso por pueblos históricos, me detengo a charlar con lugareños, me tomo un vaso, como estupendamente, acabo agotado, descanso por la tarde, escribo mis reflexiones y soy inmensamente feliz con nada, con una mochila y un horizonte. Y eso hago cada año durante 10 ó 15 días. Son mis vacaciones de verdad”.
Con Herrera conviene demorarse, establecer pausas, sentir que has estado con él antes, mucho tiempo. Conviene saber de sus enormes ganas de vivir y su colección de esquinas gozosas, de ellas hablamos un día, hace un par de años en la cocina de una amiga común, Susi Díaz, la cocinera de la luz mediterránea. Y hablando de amigas comunes le pido a Ana Rosa Quintana que me hable de Carlos, de sus vivencias comunes: “De Carlos Herrera creo que lo sabemos todo, o casi todo, nadie conoce todo de un hombre tan polifacético y prolífico. Como acabas de apuntar, hace el Camino de Santiago todos los años, con los mismos amigos y tiene más compostelanas que el propio Apóstol. Entiende de toros, es un erudito de la Semana Santa sevillana, cocina muy requetebién, los caldos no tienen secretos para él, un apasionado de la música. Es un hombre del sur que habla catalán y sufre por Cataluña. Incondicional de sus amigos que decidió que su sitio estaba en Sevilla y no hay quien le mueva de sus calles y sus olores aunque a la feria no va, por lo del albero. No va hasta que montan las casetas, luego la abre y la cierra.
La Revirá es nuestra casa durante la feria, esperemos que este año nos deje la pandemia volver a ese refugio donde no existe el tiempo y el espacio; aunque pequeño, está repleto de amigos, abrazos, reencuentros y esplendidez.
Es coqueto y se cuida, gimnasia, dieta, sus horas de sueño y su calendario herreriano. Antes de quedar con él es conveniente consultar sus citas inamovibles, no vaya a ser que coincida con el Rocío, la Feria, la Semana Santa, el día de la Fiesta Nacional, un viaje a La Habana, una vueltecita por León, una visita a Miami o las múltiples vueltas a España…
Pero si de algo he sido testigo es del Carlos tierno, de la mirada de amor y admiración a su madre. Blanca tenía los mismos ojos que él y siempre me ha emocionado ver al gran comunicador, adorado por sus fósforos, recuperar la mirada de un niño cuando entraba su madre, mimos, dedicación, cuidados. Cuando estaba doña Blanca no había nada ni nadie más, todo desaparecía y Carlos solo tenía ojos para ella. Me encantaba la delicadeza y la entrega, siempre la cuidó y la protegió. Ese es el Herrera mas desconocido, el hijo y el padre entregado y rendido de amor.
Muchas pasiones, gran curioso, con una memoria prodigiosa, y un prodigioso comunicador. Herrera es RADIO”.
Decía el escritor Leonardo Sciascia que “el momento más feliz dura un segundo” pero para Herrera hay una secuencia de felicidades que se extiende durante todo el año: “El Carnaval de Cádiz es lo primero que llega cuando ya has doblado el cabo de buena esperanza del año nuevo y las aguas turbias y empinadas de enero. El carnaval te anuncia las cosas y sobre todo que está a punto de estallar la primavera y me gusta por eso, por lo que tiene de pórtico anual.
Luego llega la Semana Santa, que simboliza el recogimiento emocional. Me gusta porque es igual todos los años, porque es exactamente lo mismo aunque cada año seas tú el diferente.
Los toros me gustan porque creo que es la expresión artística emocional más importante que esta piel de toro ha dejado a la humanidad, porque me enfado mucho, y me gustan porque muchas veces no me gustan. Pero como un muletazo en tiempo, espacio y lentitud, vaciado en la mano izquierda o derecha, hay pocas cosas emocionalmente equiparables.
Y luego está el Betis, mi abuelo y mi padre eran béticos, mi hijo es bético, yo soy bético y tengo una hija sevillista, porque de todo hay en la vida. Me gusta el fútbol, o mejor dicho el Betis, aunque a veces me produzca los mismos enfados que los toros”.
A Carlos le gusta contar y que le cuenten, ser un viajero rodeado de gente, como decía Juan Cueto, le gusta “interesarse por todo y lograr interesar a todos”. Presume de conocer España o por lo menos de no conocerla mal y sobre eso me responde bajo la luz del verano de Sanlúcar: “Me gusta España por su variedad, densidad emocional, belleza de sus tierras y porque las tierras las hacen los hombres. Quiero decir que a mí los paisajes sin figuras me interesan menos, necesito a las figuras en sus lugares, en los hermosos parajes de este país. Me gusta oír hablar a la gente, entenderla, ponerme cerca, saber de sus costumbres y cómo hacen las cosas. España es inabarcable, un país muy hermoso pero mucho más bello en sus tradiciones. También me gusta por lo que no me gusta. Soy serenamente español, es decir, no necesito encenderme como un cohete y producir respiraciones espasmódicas para decir que quiero a este país: Lo amo serenamente pero lo amo”.
Gastronomía, sobremesas y vino
Tiene un vínculo disfrutón con la gastronomía, descubre y acierta en sus hallazgos de vinos y viandas, en su discurrir por la geografía española, siempre con una actitud de brazos abiertos: “Cada una de las áreas geográficas de España ha derivado por una forma de hacer las cosas: En el norte gustan mucho de coger el producto en el agua y meterlo en agua caliente, es decir: cocer, y se cuece muy bien. Se asa muy bien en otras áreas geográficas del norte; se guisa y se fríe muy bien en otras singularmente, y luego cada sitio tiene productos que le son muy propios: la papa negra de Tenerife, la gamba de Sóller, la verdura de Palencia y de Navarra, el marisco de Galicia, el pescado de Andalucía o del norte, las carnes que los catalanes hacen y embuten como nadie, los salazones de Levante y tantísimas cosas más… Me gusta, eso sí, tomarme cada cosa en su lugar, ya sabes: donde fueres haz lo que vieres, y lo bueno de todo esto es que aunque la especialidad esté localizada en cada sitio siempre hay alguien en otro sitio que lo hace singularmente bien y mejor no empiezo a nombrar sitios porque no acabo”.
Casi lo mejor es remitir a los lectores a su libro “Mis recetas favoritas”, y esos pasos fijados han ido tallando multitud de sobremesas en las que Carlos es imbatible por su agudeza, su ironía y su rapidez. Ama las cosas sencillas y por ello le pregunto si el pertenece también a esa cofradía orteguiana que equipara la buena sobremesa con la gloria: “Cierto, la gloria es una buena sobremesa bien regada en la moderación que exigen la edad, el buen sentido y la hipertensión. Bien regada y bien conversada. Hay lugares donde la sobremesa llega a las orillas de la cena y eso es el súmmum de lo maravilloso”.
El vino que ha acompañado nuestra conversación de hoy ha querido Carlos que fuera un Nora da Neve 2018, “un blanco que me gusta mucho -me señala- que descubrí gracias a mi añorado Manolo Jove, a quien tanto he querido y quien tanto me enseñó de vinos”. Me escribo con la enóloga de Viña Nora, Alexia Luca de Tena, para que me hable de la bodega y del vino: “Nuestra bodega está situada en As Neves (Pontevedra), en pleno corazón del Condado de Tea, una región fronteriza con Portugal, en la margen derecha del Río Miño, a 30 kilómetros de su desembocadura. Son 10 hectáreas de viñedo en propiedad y tutela con una edad media de más de 25 años y plantado en terrazas naturales sobre la ladera del río. El vino que ha elegido Carlos, Nora da Neve es una de nuestras banderas, la añada 2018 se caracterizó por una primavera lluviosa y un verano húmedo. Las elevadas temperaturas estivales permitieron una buena maduración de la uva que originó un vino de marcadas notas varietales, con aromas frutales y buen equilibrio alcohol acidez. Es un vino carnoso y fresco, de largo recorrido, complejo y con un ligero toque sutil que refleja su paso por barrica”.
Un albariño que nos acerca a esa tierra en la que río va cantando de vid en vid. Brindamos por la memoria de Manolo Jove, a quien la enfermedad se llevó hace poco más de un año y que tanto amó el mundo del vino.
En la despedida nos prometemos nuevos encuentros como deseos escritos en aquellas cartas que los emigrantes enviaban en sobres de bordes tintados de azul y rojo, que transportaban mensajes de nostalgia. Lo hacemos conscientes de que tenemos toda la mañana y la temporada por delante, esa que ya ha encendido la voz viva de un maestro.
Palabra de Vino.