La emoción cabalga a lomos del teclado de Aitor Gabilondo, percutido por sus dedos enchufados a su corazón y a su cabeza, donde las historias dan vueltas alrededor de su pasión, sus reflexiones, sus urgencias ocasionales, sus fuegos sagrados de interior.
Le propongo que la conversación comience en Donostia, en su arquitectura del pasado, en el Mercado de la Brecha, elemento común de su historia, la de su padre (Javier), la de su abuelo (Joxe Ignacio); ambos propietarios de la carnicería que fue la espina dorsal de su familia. En su mostrador se enseñaban bueyes, terneras, corderos... Me cuentan que llegaron a vender cien en un día.
A la primera pregunta se sucede un aire de breve silencio, de reflexión, de recreación en la pausa, y me contesta: “Soy de Donostia, también toda mi familia. Esa ciudad va siempre conmigo. Su parte vieja, su viejo mercado, la calle Churruca... son el bordado de mi alma. Siempre ha sido así desde que me fui en busca de nuevos horizontes profesionales, de ampliar mi mundo laboral, primero a Barcelona, en donde viví ocho años, y luego en Madrid, pero siempre manteniendo la telegrafía afectiva con Donostia”.
En Madrid se topó con la televisión en sus años de mayor efervescencia, con las cadenas comerciales en auge compitiendo sin tregua entre ellas y con las cadenas públicas. Y se enroló en los equipos de dos series míticas: Periodistas Periodistasy El Comisario. Con proverbial humildad se pronuncia: “Fue una maravillosa casualidad y un enorme aprendizaje. Fueron mi etapa de formación. Lo que mejor recuerdo es el trabajo en equipo. Allí andaban Ignacio del Moral, Álex Pina, Dani Ecija...”. “Valernos de la memoria, como del tórculo, para grabar en el porvenir aquello que no queremos olvidar”, le escuché decir hace años al historiador gallego Ramón Villares.
En 2006 fundó con otros socios la productora Gingobiloba, que de inmediato compró el Grupo Zeta. Durante este período produjeron varias series para televisión: El síndrome de Ulises, Cazadores de hombres; en ellas y años más tarde en Allí abajo coincidió con el cineasta madrileño Álvaro Fernández Armero. Le llamo y le invito a participar de la conversación: “Lo primero que llama la atención en Aitor es su rapidez mental, si fuese un ordenador seguro que lo habría fabricado la NASA por lo menos. Recuerdo que una vez le llevé al set porque tenía un problema para adaptar al decorado la escena que él había escrito. Nada más entrar hizo un barrido visual del local y antes de poder siquiera explicarle el problema ya me dio la solución improvisando sobre los elementos que se encontró en el set. Increíble".
"La otra curiosidad es su manera de sentarse, lo hace sobre sus piernas, al estilo yogui. Y le ves siempre tan aparentemente relajado, que todavía sorprende más que ese tipo tan divertido y cercano sea capaz a la vez de generar tal actividad creativa. En lo que tú parpadeas, Aitor ha escrito un guion y además te ha contado un chiste", cuenta.
Años más tarde se cruzó de nuevo con el productor César Benítez. Habían coincidido en El Comisario, y emprendieron un camino juntos en una nueva productora, Plano a Plano: “César me dio la posibilidad de empezar juntos, de crecer profesionalmente en el ámbito de la producción, en el que él atesora una dilatada y exitosa experiencia. Fue muy enriquecedor para mí y me aportó una considerable madurez profesional”. Allí nació el primer proyecto y ambos no pudieron comenzar con mejor pie: El Príncipe.
Dice Aitor: “Nunca olvidaré aquella reunión en el despacho de Paolo (Vasile, consejero delegado de Mediaset España). Cuando salimos de allí, de haceros la presentación de la serie, que había nacido de la lectura de una noticia publicada en prensa, César y yo nos dijimos que la clave estaba en un par de cosas que nos había señalado Paolo: había que profundizar en la historia de amor y provocar un primer encuentro deslumbrante entre Morey y Fátima; y saber mezclar bien los ingredientes de drama y el thriller, con la metáfora de dar con los ingredientes en su justa cantidad para el helado de limón y chocolate”, relata Aitor, y se explaya contándome que en realidad El Príncipe se convirtió en un Romeo y Julieta en aquel barrio de CeutaEl Príncipe. La serie tuvo dos temporadas, 31 episodios y una audiencia abrumadora. El estreno del primer episodio de la serie se hizo de manera muy novedosa, en sistema multicanal y se convirtió en un acontecimiento, seguido por más de cinco millones y medio de personas. El Príncipe consiguió el Premio Ondas en el 2014.El Príncipe
Aitor, con César, en Plano a Plano pondría en marcha dos series más de notable aceptación: Allí abajo, para Antena 3, y La verdad, para Telecinco.
En el año 2017, Aitor crea su propia empresa, Alea Media, en compañía de Mediaset España, y ese mismo año produce en Galicia una hermosa historia con cierto paralelismo con el Rey Lear shakesperiano: Vivir sin permiso, basada en un relato de Manuel Rivas.
Aitor dice de este proyecto: “Fue un gran regalo. Era una historia con gran potencial dramático, emotivo y con un gran trasfondo poético emanado de la escritura de Manolo. Desde el primer momento me cautivó. Nunca olvidaré el día que pasé en A Coruña con él recorriendo diferentes escenarios y empapándome de los lenguajes y los mundos que habían de rodear a la historia. Este encuentro con Manolo, a quien nunca agradeceré lo bastante su generosidad en la propuesta, fue de inestimable ayuda para poner en pie el entramado del proyecto. Tras aquel encuentro entendí la serie que había de hacer, incluso allí entendí que Nemo Bandeira (Jose Coronado) debía tener ese aspecto marino de barba blanca. Vivir sin permiso, llevaba consigo el germen de la verdad”. “Una ráfaga de mar, tantas claras veces ida”, dice el verso de Miguel Hernández.
De nuevo se encontraba Aitor con Álex González y Jose Coronado. Llamo a este último para que me hable de esas cabalgaduras juntos. “Aitor acumula un sinfín de virtudes: un enorme sentido de la ética, gran capacidad de escucha, inteligencia silenciosa, prudencia, valentía y una creatividad imparable. Podría decir mil cosas más, pero en lo que a mí respecta, solo decir que le quiero y le admiro profundamente”.
Al día siguiente del final de la serie, en una conversación con Manolo Rivas, me dijo algo muy bonito: “Vivir sin permiso es una de esas aventuras que han valido la pena. Por nosotros, por el equipo, por la gente que lo ha disfrutado. Y existen ya personajes, Nemo Bandeira y Cía., que tienen un escondite en la imaginación y en el alma”. Le respondí que Vivir sin permiso se reflejaba muy bien en un texto de Juan Luis Panero en Tormenta del Caribe: “...por los puentes de niebla, camarotes de sombra, entre hierro oxidado y devastada materia, sigues navegando...”.
En la continuada conversación le pregunto por qué se decidió a adaptar Patria, la novela de Fernando Aramburu: “Desde los días de juventud siempre quise contar algo así. Recién publicado el libro, antes de que se convirtiera en boom comercial, leí una reseña que me acercó a la lectura de la obra y desde el principio intuí que tenía un enfoque televisivo y cercano. Me cautivó la profundidad emocional del relato, que estuviera liderado por dos mujeres con códigos muy reconocibles, y enseguida y tras algunas conversaciones con el autor, se fraguó la idea”.
Es conmovedora la radiografía de los personajes de ambas mujeres, tan verosímiles, con sus tatuajes de silencios, quiebras, traiciones y esperanzas. Un espléndido trabajo.
En paralelo a Patria, Aitor se puso manos a la obra en la creación de un nuevo trabajo para Mediaset, Madres: “Esta serie es producto de la confluencia de ideas entre la cadena y la productora para abarcar un producto de serie contenedor de sentimientos de corte muy clásico, con mundos muy reconocibles en ambientes tan cercanos como los que rodean a un hospital -me cuenta Aitor-. Yo no diría que es una serie hospitalaria en sí, sino que en ese escenario se pueden ver el desamparo y la fragilidad, la desprotección a la que se ven abocadas las personas que transitan por la enfermedad propia o la de sus seres queridos. La fraternidad que dan los mecanismos de lucha ante la adversidad. Vidas a contrarreloj en el ir y venir de un hospital”. En Madres Madreshay una gran respiración humana, de corazones abiertos, de heridas, de gozos, de historias de amor que se cruzan con la batalla por la vida de fondo.
Anda Aitor girando las llaves que abrirán nuevas historias. La primera de ellas empezará a rodarse en un tiempo inminente: Besos al aire, escrito por Darío Madrona, creador de Élite. Un álbum de fotografías reunidas en el corazón de la pandemia. Una necesidad de catarsisBesos al aire, Élite: “He escrito una historia original sobre vidas cruzadas, de gente capaz de contar las veces que se tiene miedo, ese miedo que los unió en un período de tanta incertidumbre”. En la lectura del guión se perciben ciertas marcas del destino y una palpable fragilidad como denominador común.
Otro de los proyectos en proceso de producción es Entrevías, un nuevo encuentro con su actor fetiche, Jose Coronado: “Una historia muy apetecible que está escribiendo David Bermejo, con quien ya trabajé en Vivir sin permiso y que tiene una acreditada trayectoria. Entrevías Entrevíases una historia muy a ras de suelo, donde la vida de barrio tiene un gran protagonismo, en el que Jose dará vida a un personaje atropellado por la realidad. Un tipo políticamente incorrecto. Y movido sentimentalmente por un amor irrefrenable hacia su nieta”.
Mientras escribe, Aitor mantiene sus sueños en pie, el de ir encontrando nuevas historias suyas o ajenas, propias o adaptadas, movido por la curiosidad, por un mecanismo misterioso de cálculo y azar y por el impulso y el ánimo de quienes le rodean. Durante nuestra conversación hablamos de esos afectos comunes y por ello introduzco a uno de ellos, al periodista y escritor Jesús Ruíz Mantilla:
“Si le preguntas a Aitor qué es, contesta que carnicero. El hecho de que haya triunfado después en la vida como el guionista y productor de ficción audiovisual más importante de España –y ahora con Patria, entre los mejores a nivel internacional- es otro asunto. Él dice que se siente carnicero y esa respuesta significa mucho: primero, que se trata de un hombre apegado a sus orígenes, es decir, que sabe muy bien de dónde viene y por tanto a dónde va. No olvida de ninguna manera sus raíces y su identidad y esa conciencia implica también una búsqueda continua de esencias coherentes y dispares, algo que afronta con dolor y sentido del humor a partes iguales. Eso le obliga a cortar cada pieza que afronta con cuchillo afilado y aprovechar lo mismo el lomo, el solomillo, el chuletón que la entraña y las vísceras para sacarles el mejor sabor. Si a eso unimos también que desborda autenticidad, lealtad, audacia, imaginación y rigor, digamos que nos encontramos ante un vasco de altura. Y eso es mucho decir…”.
Como escribió Felipe Benítez Reyes: “En la memoria cabe incluso la ficción misma de la memoria: la novela que escribe quien recuerda... Y sobre todo qué futuro tendrá nuestro pasado cuando decida contarnos nuestra vida”.
Pensamos en abrir un txakolí, o un vino gallego, pero nos decidimos por un Ribera del Duero. Lo hacemos por una periclitación sentimental: un Neo 2016. Fue esta bodega por su propia iniciativa la que quiso honrar el éxito de Vivir sin permiso Vivir sin permisocon un embotellado especial.
La historia de esta bodega arranca en 1999 con tres amigos que se conocen desde la infancia y que después de tantos años siguen juntos. ”Hemos ido creciendo paulatinamente -me cuenta uno de los socios, Javier Ajenjo- hasta llegar donde estamos, hasta construir esta bodega que es un espacio luminoso, musical, diferente. Parejo a la bodega tenemos un estudio diseñado por el mismo ingeniero que diseñó Abbey Road y en donde han grabado desde Izal hasta Amaral”.
Neo es un vino bandera de la bodega, con una producción de 15.000 botellas procedentes de un viñedo viejo, de más de 60 años, ubicados en La Horra. Envejecido en barricas de roble francés al 80 % y un 20% de roble americano.
Es un vino con mucho volumen, muy redondo, con sabor a fruta madura. Es sabroso y y largo; persistente.
Se nos ha echado la noche encima, con la luna nueva de octubre. Tiramos de sabiduría popular: la luna de octubre, ocho lunas cubre. Y si llueve, serán nueve. Nos reímos. Palabra de vino.