Ir de puentes, una nueva manera de hacer turismo: “Cada vez son más instagrameables”
Los puentes, más allá de su función práctica, son destinos únicos para explorar paisajes, historia y diseño. Carlos Polimón nos invita a redescubrirlos
Con vistas espectaculares y anécdotas fascinantes, los puentes se han convertido en protagonistas del turismo tranquilo
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Hay algo magnético en los puentes que no siempre está a la vista o incluso puede pasar desapercibido, pero su estructura no sólo une dos orillas sino geografías también culturas, generaciones, historias, tecnologías y leyendas. Y si no que se lo digan a Carlos Polimón, ingeniero de caminos, canales y puertos y ahora también escritor, que celebra esta fascinación con la publicación de ‘De puentes por España’.
Más allá de su evidente utilidad funcional, los puentes se han convertido en destinos en sí mismos, y, tal y como reconoce el propio Polimón, “cada vez son más instagrameables”, con lo que quién sabe si no se pondrán definitivamente de moda las rutas para ‘ir de puentes’.
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“Lo ideal es que la gente sea capaz, no tanto de ir específicamente a ver puentes como hacemos los más frikis, pero sí de decir: ‘Vamos a ir a tal sitio, ¿hay algún puente en el libro? Vamos a verlo’”, comenta Polimón. Su propuesta es clara: redescubrir estos colosos de acero, piedra y hormigón como destinos para explorar y disfrutar. Los puentes, muchas veces relegados al paisaje cotidiano, se convierten así en protagonistas al detenernos a observarlos.
Polimón comenzó divulgando sobre puentes en Twitter, una iniciativa que pronto se ganó una comunidad de curiosos. “Me di cuenta, a través de los comentarios de la gente tras leer los hilos, de que comenzaban a anotar los puentes. Esa sensación de que los tenemos delante y no los vemos hasta que alguien nos ayuda”, reflexiona un hombre que, tal y como él mismo explica, lleva toda la vida de puente en puente.
Paisajes desde las alturas
“Vivo rodeado de puentes. He trabajado en puentes casi toda mi vida y viajo por placer para verlos”, asegura Polimón. Esta pasión lo ha llevado a recorrer más de 500 puentes a lo largo de su vida, de los que ha seleccionado 100 para su libro ya sea por sus peculiaridades, su accesibilidad o por ofrecer perspectivas únicas. “Desde los puentes tienes vistas únicas. En Cuenca, por ejemplo, el puente te mete en medio del barranco, ideal para ver tanto el barranco como la ciudad colgada”.
En Cuenca el puente te mete en medio del barranco, ideal para ver tanto el barranco como la ciudad colgada
Esta cualidad de los puentes como miradores privilegiados es uno de los motivos que han movido a Carlos a transmitir todo su conocimiento sobre el tema. Desde los paisajes descomunales que se aprecian en el pantano de Barrios de Luna hasta la integración arquitectónica del puente monumental de Arganzuela, en Madrid Río, cada puente ofrece una experiencia visual única.
Otra ventaja, para el que busque un destino tranquilo y solitario es que “la mayoría de los puentes están alejados de los circuitos turísticos actuales, lo que los hace menos masificados”, comenta Polimón.
La mayoría de los puentes están alejados de los circuitos turísticos actuales, lo que los hace menos masificados
Sin embargo, los criterios indispensables que los puentes debían cumplir para formar parte de la obra han sido dos. Innegociables. “El criterio más importante para incluir un puente en el libro ha sido que fuera accesible. Y el segundo, que se pudiera disfrutar desde más de un punto de vista. No quería proponer destinos que no se pudieran apreciar bien. También tuve en cuenta criterios geográficos para representar a toda España”.
Una herencia técnica y cultural
El libro también es un homenaje al ingenio humano. Cada puente representa un momento histórico y un desafío técnico. “Los romanos desarrollaron los puentes a través del arco de medio punto. En la Edad Media, construir un puente volvía a ser un reto. En el siglo XIX, con el hierro, y en el XX, con los cables, se lograron puentes más grandes. Cada época responde a sus necesidades”, explica Polimón.
Hoy en día, muchos puentes son también obras de arte. Antes se construía lo que se necesitaba mientras que ahora hay espacio para el lucimiento. No en vano, ciudades como Bilbao, con el puente de La Salve, buscan que estas estructuras sean íconos urbanos. Polimón pone como ejemplo el puente monumental de Arganzuela: “Su función trasciende lo técnico: es una postal. En los entornos urbanos actuales, la moda es crear un ícono, un lugar para hacer fotos, algo atractivo para el peatón, que sea instagrameable”.
En los entornos urbanos actuales, la moda es crear un ícono, un lugar para hacer fotos, algo atractivo para el peatón, que sea instagrameable
Cada puente tiene también sus anécdotas. Polimón comparte cómo algunos enfrentaron las fuerzas de la naturaleza: “Durante la construcción del Puente de Piedra de Zaragoza, hubo una crecida brutal del Ebro que desvió el río hacia otro lado, dejando el puente en seco. Tuvieron que dragar el río para que el agua volviera a pasar por debajo”.
Otras historias son testimonio del ingenio humano y el paso del tiempo. El puente del puerto de Valencia, por ejemplo, tuvo dos vidas: primero como un puente basculante que permitía el tráfico ferroviario, luego trasladado para acompañar el circuito de Fórmula 1 en la ciudad. “Ahora se abre en horizontal”, comenta Polimón con fascinación por esta obra singular en la que él mismo ha colaborado.
Rutas recomendadas
Para quienes deseen emprender su propia aventura de puentes, Polimón sugiere destinos que combinan belleza natural y arquitectónica. En Cantabria, el puente de Montabliz, con las pilas más altas de España, promete una experiencia impresionante. En Burgos, el puente de Frías, que te invita a sumergirse en la historia medieval. Y en Tarragona, el acueducto de Ferreres, conocido como el Puente del Diablo, que conjuga leyenda y magnitud.
Las ciudades también ofrecen recorridos memorables. Madrid Río, Bilbao o Salamanca son ejemplos de cómo los puentes urbanos pueden ser tanto funcionales como atracciones turísticas.
Sin embargo, cuando se le pregunta a Carlos Polimón por su preferido, no duda. De hecho, reconoce que le habría encantado haber trabajado en su construcción: “Mi favorito es el puente de Barrios de Luna. Representa el cierre de cuatro décadas de parón por el franquismo. Antes de la Guerra Civil, España tenía ingenieros muy capacitados que realizaban obras punteras. Con la guerra, todo se detuvo. Barrios de Luna marca el final de esa travesía y devuelve a la ingeniería española al primer plano mundial”.
En ese puente, además, encuentras la magia del paisaje pasando de cero a 100: “Cuando sales de un túnel y entras en el puente, de repente estás volando sobre el embalse. A pocos kilómetros cruzas otro túnel y el paisaje cambia por completo”.
Cuando sales de un túnel y entras en el puente, de repente estás volando sobre el embalse
Y si la magia de su estructura, su belleza o sus vistas no son motivos más que suficientes para visitar esta recopilación de puentes, dejaremos un último motivo relacionado con las leyendas, que también tienen su público. Se trata de los puentes del diablo, de los que hay varios en España. Son aquellos que por su dificultad y la época en la que fueron levantados (generalmente durante la Edad Media) la leyenda dice que los terminó el mismísimo Satanás a cambio del alma del primero que los cruzara.