Antonio Orozco (Barcelona, 1972) es dueño de un talento del que no presume ni exhibe, no se da importancia, ni pontifica, solo escribe y canta para ofrecernos lo que lleva dentro, a veces sus propias perplejidades, en canciones como estas: “Por el camino encontraré las direcciones tras las huellas que me marca la razón” (El Viaje). “Te pido perdón a sabiendas de que no lo concedes. Te pido perdón de la única forma que sé” (Devuélveme la vida). “Estoy hecho de tu voz, de tu andar, de cada despertar, del reír, del caminar, de los susurros de abril” (Estoy hecho de pedacitos de ti). “Se pueden llenar los siete mares de valientes y nunca llegarían a parecerse ni a un cuarto del valor que tú sostienes” (Mi héroe). “Nos faltó una sábana de Ikea, un viaje de cartón, un despertar de seda, un día remolón y una caricia vieja. Un vámonos para allá y un sea donde sea” (Entre sobras y sobras me faltas).
Empieza contándome que se dedicó a esto de la música porque en realidad fue la música quién le eligió a él: “Fue algo instintivo, nunca lo decidí, fue como algo inevitable en mi vida, todos los recuerdos que tengo desde que era un niño han estado relacionados con la música, de hecho no tengo ningún recuerdo que no tenga su banda sonora: si me acuerdo de mi padre escucho a Enrique Morente, si son mis hermanos le toca a Triana o El Último de la Fila. Todos mis recuerdos tienen un referente musical”.
Sus canciones parecen ramos de flores atadas con un cordel a la experiencia de la vida, traen recados de cosas por contar que nos importan.
Con el comienzo de este siglo y rozando la mayoría de edad llegaron sus primeras grabaciones, que recuerda de esta manera: “Fue algo que me parecía inalcanzable. Al principio escribía textos, luego poesía y después empecé a escribir canciones que no cantaba yo, que cantaban otros artistas, y luego sentí la necesidad de cantar mis propias composiciones. A mí me cuesta comunicarme en otros aspectos, me cuesta menos contar a través de las canciones. La música es como una especie de terapia capaz de ayudar a las personas en épocas complicadas de su vida, lo digo por mi propia experiencia y porque tengo un hijo que, como yo, utiliza la música para comunicarse conmigo a través de canciones y algunas veces de manera muy eficaz, funciona muy bien”.
Como bien cuenta, su música se ha ensanchado, ha recorrido las voces y otras carreras artísticas. Siempre he sentido curiosidad por saber cómo es lo de componer para otros: “Una responsabilidad y sobre todo un baño tremendo de humildad, porque cuando he tenido la suerte de ser elegido por un director de cine o de teatro, o algún otro artista que no hace falta nombrar, he entendido la responsabilidad y lo que significa adentrarse en el mundo de otra persona, hacerlo con respeto y humildad, sabiendo que tu trabajo está a la orden. Es necesario entender cuál es tu rol y es muy interesante asomarse a otras vidas; en estos últimos tiempos en la de José Mercé, ha sido un viaje alucinante desde sus hijos, su familia, sus amigos más cercanos, sus músicos, su entorno, durante estos casi tres últimos años he estado viajando por todo eso y creo que conozco a José mejor que a mí mismo en este momento. Ha sido un estudio para escribir su biografía, he tenido que entender cómo estar a su lado para entrar en lo más profundo, para encontrar lo que quiso contar en algún momento y no encontró la manera de hacerlo”.
Más tarde Antonio fue telonero de Ricky Martin, y cruzó espacios de colaboración y fraternidad con Marc Anthony o Jennifer López, en ese terreno compartido en el que Antonio se ejercitaba en el derecho a soñar. Soñaba que sus canciones se convirtieran en regalos que llevaran remite y dirección de destinatario. Le pregunto a Antonio qué supusieron para él aquellos cruces de caminos: “Sigo mirando a esos artistas con la profunda admiración de entonces, entiendo lo que significa mantener una carrera durante 30 ó 35 años, ser estricto en tu quehacer diario, tratar de mejorar cada día. Les miro con respeto y admiración, lo digo desde el corazón, sabiendo que hay mucho que aprender, mucho que hacer… Tuve la suerte y la oportunidad de cruzarme con ellos en algún momento o bien en alguna alfombra roja, en entregas de premios… Les admiro por su capacidad para mantenerse en la cúspide tantos años, generando tanto talento”.
Sus canciones han sido como maniobras de aproximación, promesas esparcidas por el aire, un punto de encuentro para muchas gargantas con sed de cantar; algunas han sido himnos recurrentes como Mi héroe, una palada de alivio y de luz en los tiempos duros del confinamiento. Me interesa saber cómo ha vivido el éxito de ellas: “Me gustaría pensar -recalca- que el éxito en sí forma parte del pasado. Si me permites, yo tengo a un adolescente en mi casa (su hijo Jan) y vivir rodeado de premios y reconocimientos pasados lo único que hace es alimentar un ego que ya no tiene ninguna importancia. Es importante recomenzar cada día sabiendo que queda mucho por hacer, a veces todo, quizá esa es la clave. Lo que resulta asombroso es ver cómo un pensamiento tuyo en algún momento se convirtió en el pensamiento de tantísima gente, pasó como bien has dicho en la pandemia con Mi héroe, para mí ha sido de las experiencias más bestias: estábamos aquí recluidos en casa y alguien asomado a un balcón cantándola, o en la puerta de un hospital al personal sanitario, y a policías, bomberos. Fue uno de esos regalos que gracias al público la vida te devuelve”.
Miquel Corral, director de Cadena Dial, conoce en profundidad muchas carreras musicales de muchos de los artistas del pop español, le llamo y le pido que me ayude en la tarea de enmarcar el retrato de Antonio: “Es quizás el mayor y mejor baladista de este país, un camaleón que ha sabido adaptarse y convivir a lo largo de los años con los sonidos más actuales. El secreto del artista se centra en sus letras y no desvincularse de un sonido característico que le identifica siempre. 8 álbumes de estudio, Antonio es un luchador que ha pasado malos y buenos momentos en su vida que le han servido para plasmar en sus canciones una realidad que todos vivimos directa e indirectamente. Nacido en L'Hospitalet de Llobregat, es el mayor de tres hermanos, una persona extremadamente generosa, lo cual se le ha vuelto en contra en muchas ocasiones”.
Decía Manolo Vázquez Montalbán que “en la mirada tiembla todo lo vivido”, Antonio fue suturando heridas de su existencia, reponiéndose de las pérdidas de lo amado a base de lirismo y de sus canciones, que han sido sus manantiales para el desconsuelo, como decía Medea, “curando el infortunio con el canto”: “He tenido una vida muy complicada, a veces en circunstancias muy desfavorables para llevar adelante una carrera de una forma normal. Fueron momentos muy complicados: la pérdida de mi padre con 19 años, él sería el primero en decirme que no hay que dramatizar porque la vida viene como viene. El caso es que me tocó ir encajando y tirando de fortaleza muy apoyado en mi familia y aplicando el sentido común y práctico que me ha permitido superar dificultades y solucionar problemas de diferentes maneras. A todos, alguna vez, la vida nos pone a prueba pero la superación de esas adversidades nos hace madurar, nos hace fuertes y es la propia vida la que nos obliga a levantarnos de las caídas, a seguir adelante, por ti y los que te rodean”.
Reza en la sabiduría popular que “la mejor maestra en la vida es la experiencia, te lo cobra caro pero te lo explica bien”.
Conocí a Antonio cuando se incorporó a La Voz, en el año 2013, aportando un relumbre de ingenio y grandes dosis de ternura. Este concurso televisivo fue como un salto mortal que le acercaría mucho más a la gente, que en mi opinión cambió la manera de mirarle, de percibirle: “Soy un compositor que se mueve en un contexto bastante íntimo pero muy vitalista. Soy muy del presente porque el futuro está lleno de incertidumbres. Fue La Voz la que me dio una gran oportunidad, me cambió la vida radicalmente, me ayudó a que la gente percibiera cosas de mí que ni siquiera yo era capaz de ver y entender. La televisión es fantasía, eso es así, pero también tiene mucho de verdad y a la cámara no se le puede engañar, es como un escáner continuo y tuve la gran suerte de que el público me acogió muy bien, con un abrazo que no había sentido antes, y a partir de ahí mi vida cambió en muchos aspectos. Venía de una etapa bastante crítica en el sentido familiar, de una pérdida muy dolorosa que me había afectado mucho personalmente y me marché a América en busca de nuevos rumbos. Fueron momentos muy complicados tanto a nivel económico como vital y con la llegada de La Voz aprendí mucho, me sentí muy cómodo y me acogisteis muy bien. Solo puedo daros las gracias por haberme hecho vivir algo que considero un privilegio”.
En La Voz coincidió con otro gran artista, Pablo López, a menudo parecen inseparables. Llamo a Pablo y le cuento que estoy escribiendo sobre Antonio y no duda ni un minuto en sumarse a las voces de este sábado:
“Es uno de los pilares sobre los que se sustenta mi capacidad de expresarme en este genuino idioma de la música, desde que lo descubrí, cuando mi oído empezaba a tener uso de razón musical y emocional. Fue muy influyente en los tiempos futuros de mi vida. A esto le debo añadir que desde el respeto y la admiración he ido construyendo con él una amistad sólida y verdadera. Es una de las personas más queridas para mí. Siempre supo aconsejarme, en la cercanía y en la distancia. Siempre certero y amigo. Le quiero y le admiro. Forma parte de mí, de los míos y de mi piel”.
El pasado sábado coincidieron en el Concierto del 30 Aniversario de Cadena 100 junto a un rosario de celebridades artísticas. El evento fue ofrecido a través de la propia cadena de radio y en televisión, en directo, en Divinity. Mañana se multidifunde en Telecinco a lo largo de toda la mañana. La actuación de Antonio y Pablo fue uno de los momentos cumbre, estelares de la noche. Llamo a Jordi Casoliva, director de Emisoras Musicales de la COPE, que me atiende con suma amabilidad y rapidez y le pido que me hable de Antonio y este concierto: “Cuando nos planteamos esta locura que ha sido celebrar nuestro concierto conmemorativo del trigésimo aniversario de Cadena 100 en el Wanda Metropolitano no dudamos en que el primero de la lista de los 30 artistas fuese Antonio Orozco. Nos sentimos muy orgullos de haber crecido con él, de haberle visto crecer a base de sus propios méritos, sus tremendas canciones, su gran capacidad de trabajo y sacrificio desde el primer día. Lo más bonito de todo fue que él no es que fuese nuestra primera opción, sino que también fue el primero en confirmarnos que iba a estar. Y me consta, porque tenemos grandes amigos en común, que hizo un gran sacrificio personal para haber estado allí, espero que no se haya arrepentido de ello ya que su dueto con Pablo López fue uno de los momentos mágicos de esa noche tan especial para nosotros. Le estaremos eternamente agradecidos”.
Su entrega a la música es total, y pienso que siempre se sintió cautivo de esa especie de brujería que es componer músicas y canciones, de esa capacidad de absorber todo lo que gira a su alrededor. Tiene Antonio una canción muy coreada, Estoy hecho de pedacitos de ti, y le pregunto si acaso él no está hecho de pedacitos de quién o quiénes: “Creo que de todo lo que pude aprender de mi padre, de lo que pude asimilar de mi madre, desde los andares hasta la sonrisa; pienso también que empiezo a tener un poco de mi hijo Jan: algunos gestos suyos, me fijo cómo toca el piano y le copio… No hay casi nada en mí que no esté construido sobre la base de quienes estuvieron o están en mi vida”.
La historia del mar ya está escrita. Y no hay manera de reescribirla. Si acaso puedo decir lo que dice Antonio, que el mar trabaja con todos lo sentidos, que nos enseña a ver y a escuchar para poder entenderlo. Para el mar se requieren humildad, tenacidad, paciencia y vigilancia. Y sobre todo libertad, como reclamaba Baudelaire en su poema.
Antonio siempre ha tenido gusto por el mar y un día quiso ensanchar su relación buscando un barco un poco más grande que el que tenía, probablemente para sentir el viento del norte, el calor del sur, el silencio de las noches solas en el mar o el tumulto de las olas. En esa búsqueda acudió a su buen amigo Yago Lorenzo y de su mano se fue hasta Vigo. Hago un alto en la conversación para dar cabida a Yago y que sea él quien me cuente cómo nació su relación de amistad: “Conocimos a Antonio hace unos 4 años, un hermano mío conocía a Pablo López y en una ocasión, se lo presentó y como venía a Vigo por un concierto, le invitó a comer a casa de mi padre. En ese concierto ya le dedicó unas palabras a mi padre que nos emocionaron mucho a todos y desde ese día comenzamos a establecer un vinculo muy fuerte con él.
Meses más tarde, nos fuimos toda la familia a darle la sorpresa en unos conciertos que tenía en Valencia. Cuando estaba cantando, nos vio entre el público y no daba crédito de que estuviésemos allí, tuvo que parar de cantar por la emoción y comentó al público lo que le ocurría. Al día siguiente sacó al escenario a mi padre y éste le dedicó unas palabras muy emotivas, creando un momento inolvidable para todos.
Aunque ya le conoces, es una persona con una sensibilidad muy especial y una empatía como pocos y por ello nos ha cautivado desde el primer día.
Antonio y yo tenemos en común la pasión por el mar, hemos tenido muchas charlas marineras y la primera vez que vino a mi barco, conoció otro modo de disfrutar el mar, no solo como un hobbie, si no como una manera de vivir y de sentir.
Él tenía un velero muy pequeñito y hacía las típicas salidas de día, pero no conocía realmente todo lo que te podía aportar el mar si lo vivías más intensamente. Poder pasar días en él sin necesitar nada de lo que tenemos en tierra, navegar a la luz de la luna con sus destellos en las pequeñas crestas del plateado mar, dormir dejándote mecer lentamente por las olas, preparar una comida con cariño a bordo comparable con cualquier momento en el mejor de los restaurantes…
Por ello decidió comprar su actual velero en Vigo, como sabes. Yo le ayudé en la compra y con todo el acondicionamiento que le hizo. Con el apoyo de un amigo, Ricardo Frade, conseguimos tenerlo todo listo para la botadura que le preparamos en Punta Lagoa, a la altura de lo que merecía. Después comenzó su larga navegación dando la vuelta a España y disfrutando como nunca antes lo había hecho.
Él dice que el mar tiene esa maravillosa incertidumbre, que hace que te adaptes al medio sin lugar a las prisas, sin nada que te distraiga, consiguiendo en ocasiones un estado de meditación.
En una ocasión, le acompañé a un concierto en Alicante y al terminar, nos llevaron en su furgoneta a un puerto muy cerca de Francia, donde tenía su velero. Eran sobre las 6 de la mañana, el parte era bastante favorable y salimos rumbo a Barcelona. A la hora y media de navegación, empezaron a levantarse fuertes vientos de proa, olas cada vez más grandes, haciendo muy complicada la navegación. En un instante, un cambio repentino de viento nos escoró el barco de tal forma que poco le faltó para tocar al agua. Reaccionamos lo más rápido que pudimos para solucionar la situación, pero fueron unos momentos muy duros que jamás olvidaremos, pero de los cuales hemos aprendido.
Al margen de estas anécdotas, la verdad es que me considero muy afortunado de que la vida nos haya dado la oportunidad de conocernos, ya que como yo le digo, el tiempo es el bien más preciado que tenemos, porque las cosas materiales, hoy las tienes, mañana las pierdes, las vuelves a conseguir… pero el tiempo que dediques a alguien o a algo, jamás lo volverás a tener, por ello es muy importante decidir bien a quien se lo entregas y sin ninguna duda, Antonio se merece todo el tiempo de quien realmente sepa apreciar la gran persona que es”.
Despido emocionado a Yago y agradeciéndole infinito su aportación. Sin perder el rumbo le pregunto a Antonio por su relación con el mar: “Hay una frase muy marinera que dice que cuando te encuentras en el barco, sales del puerto, has hecho las primeras 30 millas y sueles decirte : por fin hemos llegado (se ríe). Para mí ahora el mar es parte de mi hogar, he empezado a entenderlo, me empiezo a llevar bastante bien, porque no me envalentono, lo respeto mucho, soy humilde y bajo la cabeza cuando toca. El mar me ha enseñado a vivir con una bonita incertidumbre porque nunca sabes lo que va a pasar y cuando trasladas eso a tu vida reparas en que todo va más despacio de lo que parece. El mar me ha enseñado a ser más positivo y a encarar que cuando vienen mal dadas, que a veces vienen, pues lo tomo como parte de la aventura. Con mi hijo ya hemos superado las 1.500 millas a vela, en un espacio tan reducido en el que no hay escapatoria. Eso es también el mar, una paradoja: un sitio donde te sientes muy libre encerrado en un barco. El mar es el generador de muchas cosas buenas en mi vida y por tanto como te he dicho es parte de mi hogar”.
Llamo a Ricardo Frade con quien me une un hermoso lazo de amistad, un espacio familiar compartido. Ricardo fue una de las personas que le ayudó a Antonio a encontrar su barco actual y vivió a su lado una bonita experiencia náutica. Le pido que por favor me la cuente: “Lo conocí por medio de Yago y de su cuñado Manolo y fue un placer porque es un tipo encantador.
Me contó que hacía pequeñas navegaciones en un barquito que tenía y que buscaba otro mayor; aunque de lo que en realidad hablaba más era de las experiencias o aventuras que le traería y creo que lo que le gustó fue que entendí ese punto de vista. El caso es que finalmente se hizo con un nuevo barco a través de nosotros y estuvo unos días por aquí y salimos a navegar alguna vez.
Cuando llegó el momento de irse hacia el Mediterráneo salimos desde Vigo a Lisboa como primera escala (Yago venía también). Creo que era con diferencia su navegación más larga hasta ese momento y la primera vez que navegaba de noche.
A modo de anécdota te contaré que en una de esas noches pasó bastante frío, así que le regalé unos calcetines térmicos que yo llevaba en mi mochila. La verdad es que me había olvidado, pero pasado un tiempo me lo recordó con un mensaje entrañable en el que me agradecía el detalle diciéndome: “Un hombre que te regala unos calcetines se tiene el cielo ganado, que sepas que con ese gesto me has ganado para siempre. Tú me pides a mí la hora y yo te doy el reloj”. No hace falta más, el mensaje le define como lo que es, un gran tipo”.
Robert Louis Stevenson, en un pasaje de La isla del tesoro escribe: “… A la mar con una goleta, un contramaestre, un gaitero y unos marineros cantadores; a la mar en busca de una isla desconocida y a descubrir escondidos tesoros”.
Antonio anda preparando su gira inminente que le llevará hasta finales de año y además se ha cruzado en su vida la obra dramática de Lorca, Bodas de sangre, probablemente el proyecto más ambicioso de su dilatada carrera musical. Nuestra conversación toma ese camino: “Pues como bien dices es lo más complicado a lo que me he enfrentado. Nos va a llevar mucho tiempo de composición apoyándonos mucho en los textos, la interpretación, la búsqueda profunda en cada uno de sus personajes. Es un proyecto con grandes pretensiones, de una obra grande donde las haya, dirigida y producida por Focus con una producción que según parece y según vamos viendo es probable que se convierta en uno de los proyectos más importantes de mi vida y de los más comprometidos porque estamos hablando de escribir sobre lo que él escribió, Él con mayúsculas, uno de los poetas más importantes de la historia”.
En nuestras copas desde que empezó la conversación reposa un Tomás Postigo, 5º Año, 2017. Tomás es uno de los enólogos veteranos de la Ribera del Duero que, después haber trabajado en varias bodegas de prestigio de la zona en el año 2008, decidió comenzar su propio proyectos sin salir de Peñafiel (Valladolid). “Esta es una bodega familiar a la que progresivamente se están incorporando mis hijos -nos cuenta -. Nuestro proyecto se basa en el control del viñedo y la vendimia en estrecho contacto con los viticultores. El trabajo en viñedo es fundamental para la bodega, con prácticas culturales muy exigentes.
Nuestro compromiso con el medio ambiente es máximo, concretado en la reducción de emisiones y la aplicación de agricultura sostenible. Fuimos la primera bodega de España en obtener el distintivo ecológico Huella de Carbono.
El vino que os estáis tomando se obtiene de las variedades de uva tempranillo, cabernet sauvignon, merlot y malbec. La crianza es de 5 años entre barricas nuevas y botella. Es un vino que solo hacemos en añadas excepcionales”.
Fue Antonio quién eligió el vino de hoy y me cuenta que para él “el vino es el mejor compañero de las mejores charlas, indiscutible en una buena sobremesa, para una buena compañía. Pablo López me enseñó mucho, con él he descubierto muchos vinos, entre ellos este de hoy que me encanta”.
El vino es sedoso y envolvente. Frutas rojas bien maduras, especias y tostados de la madera aparecen a medida que el vino va también hablando en nuestra conversación. Es fresco y ágil. Uno de los grandes vinos de la Ribera del Duero.
Nos despedimos, Antonio está en plena faena y sale pitando, me quedo escuchando sus canciones que son, como decía Rosalía de Castro, “llama que de la vida se alimenta”.
Palabra de Vino.