Nos encontramos con ella a la una de la tarde en la suite de un hotel marbellí de cuatro estrellas. Allí está Marta Sánchez, arreglándose en una habitación que mira al mar. Está más que resplandeciente fluorescente. Vestida con un traje de tul del color de los rotuladores con los que se subraya. Y ceñida por un cinturón y unos brazaletes que van rematados con cucharillas de café. Muy Lady Gaga en su versión más fina. Al apunte Marta responde rauda "Cuando Lady Gaga estaba en la EGB a mí ya me hacían ropa Lady Gaga".

Apenas ha dormido. Anoche después de dar un concierto en Barcelona voló hasta Marbella, músicos y bailarines aterrizaron a las cinco de la madrugada. Con apenas unas horas de sueño, empieza de nuevo la carrera. En Marbella hace calor de pleno verano y Marta tiene un pequeño camino que recorrer hasta el escenario.

El encargado del hotel le abre solícito un paraguas negro y ella encantada, se agarra de su brazo. Juntos recorren el jardín que comunica con el Club al aire libre donde la esperan. En el camino, un nutrido grupo de guardias de seguridad escolta a la cantante. Un exceso que hace que se multiplique inmediatamente su aura. Las limpiadoras del hotel se asoman a las terrazas para verla pasar. El público agarra sus móviles para conseguir una instantánea, mientras las torres de sonido golpean música bailable anticipándose al momento.

El concierto dura unos cuarenta minutos en los que Marta tiene tiempo incluso para dos cambios de vestuario. Nada más terminar, regresa a la suite para salir volando rumbo al aeropuerto de Málaga, destino: Barcelona. En la furgoneta nos confiesa que ni siquiera en tiempos de Olé Olé había vivido un maratón como este: tres conciertos en el mismo día. Sus referencias al espíritu 'Get together' ( título del tema estrella de esta gira) en relación con el momento que vive la música, son constantes. Asegura que son cosas como esta y la colaboración entre artistas las que pueden impulsar a la música en estos tiempos de vacas flacas. Y esta vez practicar la filosofía de "la unión hace la fuerza" la ha llevado a un escenario bien temprano, cuando el sol estaba en lo más alto; una experiencia que, como nos confiesa, ni siquiera recordaba en sus nada menos que 26 años de carrera. Un avión privado nos espera ya en la pista listo para el despegue.

En los asientos, sándwiches y bandejas de sushi que corren de mano en mano entre los asientos para recuperar fuerzas sin perder un solo minuto. En dos horas aterrizamos en Barcelona. Marta desaparece de nuevo en el camerino para reaparecer vestida ya de murciélago con body negro y encaramada a unos poderosos tacones. Posa ante la prensa y salta de nuevo al escenario. El cansancio le va haciendo mella pero una vez arriba, la adrenalina vuelve a transformarlo todo. Cuando regresamos al avión para volar a Madrid es ya noche cerrada. A las doce aterrizamos. Marta sale con cara somnolienta y poca energía en la voz pero asegurando que lo dará todo en el fin de fiesta. En la discoteca de Madrid la gente baila animando la espera. Es la llegada más teatral de las tres que hemos vivido en el día. Se sube el telón y al ritmo de la música que ya tarareamos casi todos sin darnos cuenta, nos han dado las tres de la mañana... Fin de la carrera. Fin de fiesta.

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