Una adolescente fue detenida dos veces por la Policía Nacional por traficar con drogas en San Cristóbal de los Ángeles. A los agentes de Seguridad Ciudadana les llamó la atención su presencia en la esa zona marginal de Madrid, entre el Polígono Marconi y un poblado chabolista al que acuden toxicómanos. La primera vez estaba sola. Le incautaron todo el dinero y la cocaína que llevaba encima. Ella tuvo que explicárselo a 'Ñoco', el hombre que se lo había suministrado y miembro de una organización que explotaba sexualmente a menores de edad.
La chica fue obligada a seguir vendiendo para pagar la deuda que había contraído, según figura en el sumario de la denominada 'Operación Sana'. La segunda vez que la arrestaron estaba con dos miembros de la trama, entre ellos Miguel Tavarés. Era uno de los líderes y máximo responsable del suministro y cobro de la cocaína y heroína que vendían. Las chicas debían mantener relaciones sexuales con él y en ocasiones con más hombres a la vez.
Diez niñas fueron captadas por esta mafia, que tenía como objetivo reclutar al mayor número posible de menores internas en centros de la Comunidad de Madrid. Jóvenes dominicanos se encargaban de captarlas mediante el método del 'Lover boy'. Después las convertían en adictas a las drogas y las obligaban a mantener relaciones sexuales con ellos para poder conseguir su dosis. Además debían trasportar pequeños paquetes hasta los puntos de entrega.
Su alto nivel de dependencia hacía que en ocasiones las niñas consumieran algunas de las dosis que debían entregar, incluso con sus proxenetas. También había toxicómanos que les robaban por el camino o que se lo dejaban 'fiado', es decir que tomaban una dosis en calidad de anticipo sin abonarles el dinero.
De este modo las menores iban contrayendo más deudas, que tenían que zanjar con los intermediarios y con los dueños de la mercancía. Los proxenetas ofrecían sus servicios sexuales como moneda de cambio y además se quedaban una parte del dinero. Ellos dirigían cuándo y dónde debían aparecer y quién se acostaba con las chicas, a las que generaban un miedo atroz e insuperable para tenerlas controladas. Las retenían durante días, violaban y golpeaban. Después las abandonaban con lesiones que evidenciaban que habían sido víctimas de delitos contra su libertad sexual, sin prestarles asistencia o cobijo.
Una adolescente fue retenida durante tres días en un local del distrito madrileño de Usera. Durante ese tiempo un hombre le violó varias veces, ocasionándole lesiones en los genitales. Dos personas vigilaban la vivienda, entre ellos una mujer. Consiguió escapar y pedir ayuda. No era la primera vez que le ocurría algo parecido. Unos meses antes dos hombres le habían agredido sexualmente en una casa okupa de Illescas (Toledo). Había acudido a una fiesta con otras menores a las que ya conocía.
El local en el que la encerraron estaba en el número 14 de la calle Juan Español. Otra niña y su proxeneta la llevaron hasta allí y se marcharon. Fue una forma de zanjar un pago. "El local estaba okupado por miembros de la organización y destinado a la venta de estupefacientes y la prostitución", según declararon otras afectadas y pudieron comprobar los agentes en las vigilancias que realizaron. Contaban con una red de narcopisos que iban cambiando constantemente para evitar ser descubiertos.
"Una vez saldada la deuda mediante los delitos de la naturaleza sexual descritos, los autores dejaban salir libremente a las mujeres perjudicadas sin miedo a ser denunciados", figura en las diligencias. Los investigadores de la Unidad de Atención a la Familia y la Mujer (UFAM), pudieron constatarlo a través de las declaraciones de las víctimas y de los informes médicos.
"Miguel Tavarés es una persona muy peligrosa y poderosa, quien además de drogas tiene armas, al igual que el resto de las personas que trabajan con él". Eran las palabras de una de las víctimas. "Si se enteran de que estoy contando todo me van a matar. Van a ir a por mí", les dijo varias veces a los investigadores. Ahora es un testigo protegido, igual que el resto de las perjudicadas.
No eran hechos esporádicos, sino un plan preconcebido. La primera denuncia que una afectada presentó fue en el año 2019. "Toda la actividad trascurre en un ambiente cerrado y hostil para evitar las investigaciones policiales", consta en los informes. Muchos miembros de la organización estaban relacionados con la banda latina Dominican Don't Play. Les decían que era un requisito indispensable para poder formar parte de la pandilla.
Algunos investigados como el cantante de drill Saymol Fyly colgaban sus vídeos en Youtube, Instagram y Facebook. Despertaban admiración en estas chicas. Era parte de una estrategia de captación. Estas menores son vulnerables y fácilmente influenciables. Buscan reconocimiento y afecto. Las niñas que llevaban más tiempo o que se encontraban más integradas iban subiendo de escalón, lo que les creaba una falsa sensación de pertenencia al grupo. Les permitían salir en sus videoclips e incluso se escribían con estos artistas por privado. Les enviaban fotografías en lencería y con poses eróticas y ellos les respondían.
A su vez hacían de cebo para atraer a otras menores en su misma condición. La estructura estaba perfectamente jerarquizada, según se ha podido constatar en la investigación dirigida por la Unidad de Atención a la Familia y la Mujer (UFAM). Así forjaban lo que se conoce como 'cadenas invisibles', un vínculo que les mantiene unidas a los proxenetas "pese a tener la libertad física de sustraerse de dicho entorno" e impide que los delaten.