Se acerca el fin de diciembre, los últimos coletazos del casi extinto 2024. Y mientras que los más pequeños buscan un sello para la carta a sus majestades, los mayores revisan sus carteras, el bolsillo de los vaqueros o el pecho de la cazadora en previsión del inminente 22. Sí, hablamos de su propio día de Reyes: el de la Lotería de Navidad. Desde hace más de dos siglos, este evento se ha convertido en parte del imaginario cultural de las festividades españolas, y como cada año, son muchos los optimistas que prueban fortuna comprando un décimo en un bar, la administración más cercana o, si son pacientes, en Doña Manolita, en Madrid, el punto de venta más famoso de España.
Cada vez son más los lugares donde uno puede adquirir su pequeña dosis de suerte. Espacios de venta físicos, como tiendas o comercios autorizados, pero también rifas, participaciones, décimos compartidos, compra online o aplicaciones móviles. Y a pesar de la superstición que suele envolver a este gran sorteo, el azar tiene la capacidad de llegar a casi cualquier parte.
Uno de esos casos de pura casualidad fue el de Juan Manuel el pasado 2023. Vecino de La Coruña y socio voluntario de Gatocan, una protectora de animales ubicada de Coirós, en la misma provincia gallega, se había hecho como cada año con varios tacos de rifas de Lotería proporcionados por esta para venderlas en recaudación al refugio. Los décimos se habían vendido a cinco euros y, por cada papeleta, uno iría destinado a la causa.
El 22 de diciembre le había pillado los talones y Jose Manuel, que no había sido capaz de venderlo todo, trabajaba paciente en casa aquel viernes, en principio uno más. Su esperanza era que aquellos boletos vendidos ayudaran en mayor o menor medida a la protectora, a la que admira, dice, por su obra solidaria.
“Debía de ser por la tarde”, dubita, cuando una amiga suya apareció en su casa con la noticia: les había tocado el segundo premio, 125.000 euros al décimo. Y, ¿cuál fue su reacción? “Bienvenido sea”, afirma Juan Manuel, gallego, que asegura que a pesar de estar agradecido hay cosas mucho más importantes que el dinero. El premio lo compartió en papeletas, a su familia, su hijo, gente en situación de necesidad, y por supuesto, a la protectora, fuente originaria de su fortuna.
“Yo estaba viniendo al refugio y me empezó a llamar la gente”, afirma Beatriz Martín, presidenta y fundadora de Gatocan. “Vendimos casi 20.000€ y, cuando llamaban para reclamarlo, se había repartido por toda España: Canarias, Baleares, Cataluña, Santander, Madrid…”. Eran muchos los afortunados que, como Juan Manuel, habían llegado hasta Gatocan, ya fuese por familiares, vecinos, voluntarios e incluso visitantes pasajeros movidos por el turismo.
Muchos de los premiados dedicaron una donación a la protectora, en agradecimientos a su suerte y en dedicación a su causa, pero Beatriz recuerda especialmente cuatro décimos premiados que se cobró el refugio por no haber sido reclamados. Quizá por olvido, por extravío o porque, como admite Juan Manuel ahora, en un acto poético, decidió hacer 'desaparecer' para que llegasen a buen puerto. “Las quemé para que pudiesen cobrarlas”, sostiene calmado al otro lado del teléfono. “El trabajo que se hace en Gatocan es inmenso, y es importante que la gente lo sepa”, asegura Juan Manuel, que desde hace años colabora con ella.
La protectora, abierta desde 2008, nace del sueño de ayudar a los animales víctimas de una situación injusta. Declarada Asociación de Utilidad Pública por la Xunta de Galicia y reconocida y premiada como Mejor Protectora del año en 2022, Gatocan lucha por cubrir sus gastos, ayudada por la aportación mensual de socios y voluntarios, lo que supone su principal ingreso, y reforzada con acciones de recaudación de fondos como conciertos, calendarios y, por supuesto, la venta de Lotería.
El pasado 2023, el refugio recibió al fin su golpe de gracia, y aunque la suerte es caprichosa, Beatriz asegura que ahora van a por el Gordo. “Este año está siendo una auténtica locura”, admite al preguntarle por la venta de papeletas del próximo sorteo. "La administración nos avisó de que cogiésemos el número entero y menos mal, porque en septiembre ya estaba agotado; la gente se tiraba a la Lotería de Gatocan como si estuviesen seguros de que les iba a tocar”.
Ahora, con “todo el pescado vendido”, Beatriz continúa su labor en el refugio, junto a Juan Manuel y el resto de los socios y voluntarios, esperando volver a recibir esa llamada camino al trabajo que le traslade la buena noticia. Por su parte Juan Manuel continúa vendiendo las rifas, haciéndose también él con una, movido, no por la curiosidad de ver si vuelve a tocar, sino, dice, por la costumbre de participar con la recaudación. Falta cada vez menos para la fecha señalada, ya se intuye en el aire a los niños de San Ildefonso y el bombo va cogiendo carrerilla, así que solo queda esperar a la suerte y ver a dónde le da por caer este año al Gordo.
Suscríbete a las newsletters de Informativos Telecinco y te contamos las noticias en tu mail.
Síguenos en nuestro canal de WhatsApp y conoce toda la actualidad al momento.