Es el zar del siglo XXI, apodo que acuñan tanto detractores como seguidores. Vladimir Putin, 69 años, ex espía de la KGB, ha dominado la esfera política rusa desde 1999, bien como presidente -cargo que ostenta actualmente- o como primer ministro. El hombre que monta a caballo con el torso desnudo, que se exhibe en combates de judo o se pasea en una Harley Davidson, combina estética y discurso en una retórica que apela a la gloria de la gran Rusia. Se lo dejó claro a sus tropas: el objetivo es "restaurar el honor y la dignidad del país".
Putin mueve las fichas en el tablero geopolítico internacional con un objetivo: impulsar el rol de superpotencia e, incluso, de árbitro. Y esta jugada implica que las ex repúblicas soviéticas vuelvan al redil, bajo la órbita de Rusia, para reforzar su posición ante Estados Unidos y el resto de Occidente, manejándose entre el delirio y la realpolitik.
Una apuesta calculada de la que se ha valido para concentrar todos los fantasmas de la guerra fría en la frontera que comparte con Ucrania. Es la nueva guerra híbrida: amenaza militar, ciberataques y uso de la energía como arma ante países de la Unión Europea que dependen del gas ruso (como Alemania y el NordStream2). Tentáculos a los que preceden, en otros contextos, acusaciones de injerencia electoral como las que se pusieron sobre la mesa, en las elecciones presidenciales estadounidenses en 2016, en el conocido como Rusiagate.
En casa, las organizaciones de derechos humanos denuncian la represión del Kremlin contra opositores (políticos, artistas, músicos millonarios...). Para muestra, el encarcelamiento del líder opositor Alexei Navalny, quien acusa de su envenenamiento con Novichok al propio Putin. La ampliación de lo que se considera como "traición" en el nuevo Código Penal ruso etiqueta ahora a a los más críticos en esa categoría.
Pese a todo, según las encuestas, en dos décadas el índice de aprobación del mandatario nunca ha caído por debajo del 60%. En ocasiones, se ha movido en el 80%.
Putin ha querido mantener su vida privada y familiar fuera de foco. Su primera mujer, Lyudmila Putina, fue una azafata con la que tuvo dos hijas, María y Yekaterina. Se separaron en 2013, tres décadas después de su boda.
Los supuestos romances del presidente han provocado todo tipo de especulaciones, como la relación con la exgimnasta olímpica Alina Kabaeva. Los rumores incluyen noticias sobre presuntas hijas secretas, como la influencer, también conocida como Elizaveta Krivonogikh.
Más claros son otros detalles de su biografía. El mandatario ruso nación en Leningrado (la actual San Petersburgo) en octubre de 1952. Su padre era miembro del Partido Comunista y agente del NKVD, la temida policía secreta de Stalin. Putin aprendió sambo, un arte marcial desarrollado en la antigua Unión Soviética por el Ejército Rojo. Se graduó en Derecho en la Universidad Estatal de Leningrado, en 1975, y enseguida se unió a los servicios secretos de la KGB.
Tras ser teniente de alcalde de San Petersburgo, dio el salto al Kremlin. Se convirtió -en 1997- en subjefe de personal del presidente Boris Yeltsin y, posteriormente, en jefe del FSB, la organización sucesora de la KGB. En agosto de 1999, fue nombrado viceprimer ministro por Yeltsin y después primer ministro. Fue presidente dos veces (de 2000 a 2004 y de 2004 a 2008) antes de dejar paso a Dimitri Medvedev (según lo establecido en la Constitución no podía ser presidente en tres mandatos consecutivos). Durante ese tiempo, movió la batuta como primer ministro.
El obstáculo de la limitación de mandatos presidenciales fue eliminado en 2020 con una enmienda a la Constitución. Un controvertido referéndum apoyó la iniciativa con un 78% de los votos. La prueba de que Putin no tenía dudas sobre el resultado de esa consulta popular es que, días antes de su celebración, la Constitución ya se vendía revisada; es decir, con las enmiendas incorporadas.
Una de ellas permite al presidente volver a presentarse a las elecciones durante otros dos mandatos de seis años. Ya no tendrá que apartarse del poder en 2024 (como se establecía hasta ese momento) y podría, si las urnas le respaldan, perpetuarse en el poder hasta 2036.