Sobre el mapa de Ucrania podemos apreciar perfectamente los tímidos avances del ejército ruso en su suelo, prácticamente nulos en la última semana. Sobre ese suelo, vemos más destrucción, más castigo sobre todo en dos ciudades; dónde se están centrando la mayoría de los ataques es Járkov, cercada ya ven en norte, este y oeste. Aquí el 55% de la ciudad está casi en ruinas según las autoridades ucranianas, aquí empieza a no haber nada, el hambre dicen está muy cerca.
Pero la ciudad donde Putin tiene su meta es la capital, Kiev que está casi rodeada. Pero la resistencia está haciendo que lleven una semana frenados en los tres frentes, “gracias a nuestra defensa antiaéreas las bombas no caen, pero caen los trozos de los misiles que destruyen las casas en diferentes barrios de la ciudad” nos dice Elena, una ucraniana que reside allí. Eugenia, otra ucraniana apunta que “están ardiendo las afueras, todas las aldeas alrededor. Falta patata, col, remolacha, son las verduras principales para los ucranianos”. De ahí el nerviosismo en el kremlin que ha empezado a usar este tipo de misiles hipersónicos, más efectivos, de más alcance.
Ataques que están muy próximos ya a la frontera con Polonia, es decir con la OTAN. Por eso anoche el presidente ucraniano pedía “diálogo con Moscú, de lo contrario las pérdidas de Rusia serían tales que pasarán generaciones hasta recuperarse”. Fracasa la diplomacia mientras la población sigue huyendo, viviendo bajo tierra los que se quedan, respirando aire fresco cuando pueden, inmersos en una guerra con mocos visos de cesar