Vehículos que son chatarra en un barrio destrozado que vemos en sus bloques donde ya no vive nadie, donde paseamos entre escombros, viendo colegios sin niños porque en su ciudad solo se escuchan las bombas, los tiros, la guerra en general. Estamos definiendo la actual situación de Mariúpol, al sur de Ucrania, que está rodeada por mar y por tierra por los rusos.
Para muestra podemos apreciar en un mapa en el que podemos apreciar como el río Dniéper es el freno natural para el avance invasor. Ucrania ya no tiene acceso al estratégico mar de Azov. Mariúpol está en una especie de isla fuera del control de Putin, está aislada se defiende sola de los envites de Rusia, “no podemos acceder, no la podemos defender, el ejército más cercano está a 140 kilómetros. La ciudad fue bombardeada en 2014. La gente está sepultada viva, los rusos bombardean y no dejan sacar a las personas de escombros. Más de 1.000 personas muriéndose vivos, sepultados”, nos cuenta Olga Tarnovska, una ucraniana que consiguió salir de la ciudad, pero que conserva muchos familiares.
El propio ayuntamiento ha denunciado el ataque a un colegio donde se refugiaban 400 personas, lo mismo que esta semana pasó en un teatro que estaba repleto de gente, donde incluso escribieron la palabra niños, bien grande, para que lo viesen, pero no importó, lo destrozaron y hoy hemos visto en una foto lo destruido que ha quedado, “no sabemos todavía el tamaño de tragedia humano que hay allí, el tamaño, la cantidad de muertos”, cuenta Olga.
El propio Zelenski ha publicado un vídeo en el que acusa a Moscú de “crímenes de guerra por el ataque a la ciudad”. En un día en el que además ha suspendido 11 partidos políticos. Destrucción que se ceba con otras ciudades como la capital, Kiev, la norte, que resiste, o Járkov al este. Un país, Ucrania, cada vez más destruido