El virus no es fascista

  • Italia celebra el 75 aniversario de la Fiesta de la Liberación con toda la población confinada

  • La jornada, que celebra el fin de la ocupación nazi, ha generado siempre divisiones

El 25 de abril de 1945, el socialista Sandro Pertini tomó el micrófono de Radio Milano Libera para proclamar: “Ciudadanos, trabajadores, huelga general contra la ocupación alemana, contra la guerra fascista, por la salvación de nuestras tierras, casas y oficinas. Así en Génova como en Turín, poned a los alemanes frente al dilema de rendirse o morir”. El mensaje no sería tan heroico al recordar que en la víspera las tropas aliadas, que ganaban terreno desde el sur, habían superado ya la barrera del Po para asediar a Mussolini, atrincherado en la República de Salò. Pertini jugó con el oportunismo, pero tres días después los partisanos capturaron a Mussolini y en menos de una semana expulsaron a las tropas nazis de todo el país.

El dictador fue fusilado, junto su amante Clara Petacci, y posteriormente colgado en una plaza pública de Milán. El espectáculo dejó una herida nunca cerrada, como escribió Indro Montanelli en sus ‘Memorias de un periodista’. “El último Mussolini merecía la muerte, porque no sólo había cometido errores, sino crímenes. Pero no esa muerte, que no servía para nada. Si alguna vez me había forjado la ilusión de que el final del fascismo significase también el de los peores males de Italia, en aquellos meses comprendí que una vez más me había equivocado”, contó Montanelli, que poco antes se había salvado de ser ajusticiado por los nazis en una cárcel de Milán.

Pero así nació el mito de la Resistencia, que quedaría refrendado por la proclamación de la República y la firma de una Constitución antifascista, que prohibía expresamente reconstruir el partido de Mussolini. El 25 de abril fue considerado fiesta nacional bajo el nombre del ‘Día de la Liberación’ y Pertini sería décadas después uno de los presidentes de la República más respetados. Hoy en el lugar exacto en el que fue expuesto en público el cadáver del dictador hay un McDonalds y, aunque la fecha sea normalmente más esperada por los italianos como una ocasión para hacer puente, también suele reabrir viejas cicatrices. Este sábado, el 75 aniversario de la Liberación se celebra con toda una población confinada, cuyo único deseo común es salir de una vez por todas a la calle.

Una fiesta que divide

“Desde 1948 el 25 de abril fue una jornada divisiva, incluso en el seno de los vencedores. Un año antes habían expulsado del Gobierno a comunistas y socialistas, por lo que ya en ese momento se abrió una grieta entre los representantes de la Resistencia”, señala al teléfono el historiador Emilio Gentile, uno de los mayores expertos actuales del fascismo italiano. La izquierda no perdió una oportunidad más para atomizarse, mientras que los derrotados en la guerra consideraron este día como luto nacional. “La fiesta por la reconquista de la libertad y la construcción de una nueva nación quedó desde el principio desdibujada”, añade el académico.

Los progresistas, que se consideraban verdaderos artífices de la democracia, nunca terminaron de otorgarle el sello de calidad antifascista a los Gobiernos democristianos. Pero el verdadero cisma se produjo a principios de los noventa, cuando el entramado de partidos se vino abajo. Una vez más, Tangentópolis, el escándalo de corrupción que se llevó por delante a todas las fuerzas políticas tradicionales.

Con la irrupción de nuevos partidos que no habían surgido de la contraposición al fascismo, se empezó a cuestionar la necesidad de celebrar el 25 de abril. Se quiso poner a todos los muertos por igual y a construir una narrativa según la cual en Italia habían estado en pugna el fascismo contra el comunismo”, asegura Francesco Filippi, otro de los grandes expertos de este periodo. Según el historiador, se trata de una falacia, ya que “el Partido Comunista Italiano no tenía nada que ver con el estalinismo y la única polaridad que hubo fue fascismo contra democracia”.

El autor del irónico libro ‘Mussolini también hizo cosas buenas’ defiende que la Fiesta de la Liberación debe ser una jornada divisiva: “entre quienes defienden los valores republicanos y quienes los ignoran”. “En un mundo ideal, ésta debería ser la fiesta de todos los italianos democráticos, porque si no somos capaces de reunificar la memoria, no podemos tener un futuro unido. Aquel 25 de abril de 1945 miles de jóvenes salieron a las calles para conmemorar la libertad y, de forma simbólica, se dio por terminada la Segunda Guerra Mundial”, sostiene Filippi. Aunque lo que ocurriera hace tres cuartos de siglo ha dejado de estar vigente en el discurso político actual.

El ‘Bella ciao’ desde el balcón

En circunstancias normales se seguirían celebrando desfiles y actos solemnes. Pero ya el año pasado, el entonces ministro del Interior, Matteo Salvini, se marchó a la localidad siciliana de Corleone para “festejar con la Policía la lucha para liberar a Italia de la mafia, los verdaderos ocupantes”. En esta ocasión, con el país para pocas polémicas estériles y ya sin el altavoz del Gobierno, ha sido el senador Ignazio La Russa, de los ultraderechistas Hermanos de Italia, quien ha pedido que “a partir de este año el 25 de abril sea considerado un día para recordar a todas las víctimas de la COVID-19, sin exclusión alguna”. Sin embargo, a las 3 de la tarde de este sábado unos cantarán desde el balcón el ‘Bella ciao’, el tradicional himno partisano, y otros se desmarcarán de esa comunión social que ha existido hasta el momento.

El presidente Sergio Mattarella, el Pertini de nuestros días, ha impuesto como imperativo el deber de mantener la unidad nacional. Algo a lo que ha contribuido en gran medida el primer ministro, Giuseppe Conte, carente del pecado original de pertenecer a un partido concreto. Sin embargo, para Emilio Gentile, “los políticos actuales suelen utilizar cualquier pretexto para generar división, mientras que los únicos que han luchado en una única dirección -como los héroes de hace 75 años- son los médicos y enfermeros”. Suya es esta vez la Resistencia.