Venezuela suele ser noticia por sus vaivenes políticos entre el presidente Nicolás Maduro; el otro presidente, el autoproclamado en una plaza pública Juan Guaidó, y el resto de factores externos interesados de una u otra manera en la (in)estabilidad política del país caribeño.
Sin embargo, tal y como pudiera parecer por los titulares de la prensa extranjera que mira a Venezuela con lupa, no es la situación política lo que más preocupa a los venezolanos de a pie sino la situación de crisis económica que vive el país.
“Éramos felices y no lo sabíamos”, es uno de los mantras que repiten los venezolanos desde hace ya más de cinco años, cuando la crisis comenzó a arreciar de manera contundente. Tras la muerte del presidente Hugo Chávez, el precio del barril de petróleo bajó de 103 dólares (el mayor precio promedio anual alcanzado por la cesta petrolera venezolana) hasta 24,71 dólares por barril en 2015, pasando de un ingreso petrolero promedio anual de 56.500 millones de dólares a 12.000 millones en 2015, según cifras del propio Banco Central de Venezuela y la OPEP (Organización de Países Exportadores de Petróleo).
Venezuela y los venezolanos derrochaban, era la época de la “Venezuela Saudita”, los días en los que el gobierno impuso un control cambiario que favoreció la aparición de un mercado ilegal de intercambio de divisas que perdura hasta hoy y que es el responsable, en parte, de la locura económica inflacionaria que sufre el país.
En aquella época de despilfarro y corrupción, el gobierno revolucionario facilitaba dólares preferenciales para viajar o estudiar en el extranjero a sus ciudadanos por el mero hecho de serlo. Ahora, la crisis ha provocado que el país con las mayores reservas petroleras certificadas del mundo, tenga que reinventarse y optar por la producción propia para compensar la caída drástica en importaciones y solventar de alguna manera la falta de ingresos al territorio en divisas por la venta de crudo, que suponen el 98% de esas remesas en dólares y con las que hasta ahora el país sudamericano compraba absolutamente todo.
Según datos de la OPEP del pasado 11 de Septiembre, la producción petrolera bajó entre julio y agosto de este año a 712 mil barriles diarios, lo que supone una caída por cuarto mes consecutivos. Los datos, sin embargo, se contradicen con los aportados por el gobierno que asegura que la producción aumentó en agosto un 2,89% alcanzando los 933.000 barriles diarios.
Para Manuel Sutherland, economista venezolano y Director General del Centro de Investigación y Formación Obrera (CIFO), la crisis se debe a múltiples factores y la inflación es multifactorial: “Primero, por la caída en la producción y la importación de alimentos, la caída en la productividad, el déficit fiscal provocado por el bajo costo, casi regalado de los servicios o la gasolina; la emisión excesiva de dinero y por último, la constante devaluación de la moneda respecto al dólar que es la divisa para referenciar precios en la economía venezolana”.
Sin embargo, para este economista, hay factores geopolíticos que explican de manera más contundente la situación de crisis que vive el país: “Hay una situación política muy fuerte, un golpe de estado permanente, un sabotaje constante, sanciones durísimas y un bloqueo económico tremendo. Todo eso tiene que resolverse porque si no la recuperación económica va a ser imposible”, sentencia.
Las sanciones impuestas por EEUU a Venezuela no son un invento “anti imperialista” promovido por Nicolás Maduro. Existen, y según un informe publicado en abril de 2019 por los investigadores del Center for Economic and Policy Research, Mark Weisbrot y Jeffrey Sachs, la cifra estimada de muertes a raíz del bloqueo económico es cercana a la de 40 mil venezolanos. El estudio termina con una premisa contundente: “son una sentencia de muerte para decenas de miles de personas”.
Por su parte, el gobierno venezolano estima que entre 2015 y 2018, las pérdidas totales y costos para su economía debido al bloqueo económico impuesto por EEUU suponen unos 130.000 millones de dólares.
El índice de precios al consumidor (IPC) se incrementó en julio ha sido del 33,8 %, el mes anterior había sido del 24,8 %, según el Parlamento. El índice acumulado este año es de 1.579,2 %, algo nunca visto.
"La inflación para el mes de julio del año 2019 alcanzó la cifra del 33,8 % (...) y una inflación interanual del 264.872,9 %", dijo en rueda de prensa el diputado Alfonso Marquina, en nombre de la Comisión de Finanzas del Parlamento. La oposición, en boca de Marquina insiste en que "la crisis que está viviendo el pueblo venezolano no tiene nada que ver con las sanciones (extranjeras)".
Venezuela, el país con las mayores reservas petroleras probadas del mundo, atraviesa una severa crisis económica traducida, además de hiperinflación, en escasez de medicamentos y fallos en los servicios públicos.
"El PIB real (en Venezuela) se contrajo un 17,7% en el 2018 y es probable que caiga un 25% en el 2019, lo que implicaría una caída acumulada del PIB del 60% desde el 2013", según explica el Banco Mundial en su último informe semestral sobre América Latina y el Caribe (ALC) difundido en abril de este año en Washington. "Nada podía preparar a la región para la escalada de la crisis económica, social y humanitaria en Venezuela, de lejos la peor crisis en la historia moderna de la región", apuntan los expertos del organismo en su análisis semestral.
El Fondo Monetario Internacional (FMI) tampoco es muy optimista, según su informe de perspectivas de la Economía Mundial publicado en junio de 2019, "la profunda crisis humanitaria y la implosión económica en Venezuela siguen teniendo un impacto devastador, y se prevé que la economía se contraiga alrededor de 35% en 2019".
Pero lo cierto es que la crisis económica venezolana no se explica solo desde una sola barricada. Las partes, extremadamente polarizadas, echan la culpa a los gobernantes, a los comerciantes, que inventan y especulan con los precios subiéndolos de la mañana a la noche sin complejos, y a los propios venezolanos, que avivan su carácter en época de crisis y tratan de sacar rédito económico a cualquier circunstancia de la vida. Es la ley del más fuerte en un país que aguanta y resiste a pesar de todo.
Marielis es un ejemplo prototípico de un venezolano medio. Tiene 40 años, trabaja en un colegio, y tiene tres hijos de 20, 18 y 11; dos nietos y un marido que hace un mes emigró a Colombia en busca de una vida mejor y de un trabajo que le permita poder enviar algo de dinero a Caracas. Marielis cojea porque se rompió la rótula el pasado mes de abril.
Todavía está en rehabilitación aunque no sabe si podrá terminarla porque no tiene dinero para pagar al seguro médico. Las medicinas para el post operatorio las consiguió porque su cuñada trabaja en el Ministerio de Salud y debe sus primeras sesiones de terapia gratuita a los médicos cubanos que atienen a la población a cambio de nada por los convenios en materia de salud que mantienen los gobiernos de Cuba y Venezuela.
Marielis cobra 60.000 bolívares al mes, poco más del salario mínimo mensual. Al cambio, son menos de 3 euros. Recibe, como millones de venezolanos, bonos y ayudas mensuales que el gobierno da como subsidios para paliar la crisis, pero como todos, asegura que son insuficientes y que lo que ella quiere es poder vivir de su salario, “como antes, que con un sueldo mínimo te alcanzaba de sobra”, dice.
Ahora sonríe con melancolía cuando le preguntan cómo hace para sobrevivir. “Con ayuda de mi familia. Un día me manda una (alimentos o rubros de cualquier tipo), otro día me manda otra… Mi esposo actualmente se fue y así estoy. Ese es el día a día del venezolano”.
El día a día del venezolano es vivir un presente impuesto sin pensar qué va a pasar a final de mes, la próxima semana o esa misma noche antes de dormir. “Si se desayuna no se almuerza y si se almuerza no se cena. Es así”, dice Marielis, como si no fuese la primera vez que lo reconoce en voz alta.
Marielis es religiosa, como la mayoría de los venezolanos, y dice que confía en Dios para salir adelante. Dios suele ser una ayuda recurrente para la fe diaria cuando de ver llena la cazuela se trata.
Una señora en el mercado de Quinta Crespo, ubicado en el centro de Caracas y famoso por tener buenos precios en comparación a otros lugares de la capital, también se encomendó a Dios diciendo que los venezolanos han aprendido a multiplicar los panes, no sabemos si los peces porque la proteína no es habitual en la mesa de la crisis.
Otro señor con sombrero, en el mismo mercado, dice que “resuelve” haciendo “carreras con la moto”. Mototaxi salvador de los atascos eternos en Caracas; y sobre todo dice que se las arregla con el trueque, que últimamente se practica mucho entre vecinos.
Intercambiar aptitudes, habilidades, hobbies y sobre todo paciencia y picaresca, es la nueva moda de la calle del caribe caraqueño donde muy pocos forasteros se atreven a venir. Y mientras todo eso pasa, la diplomacia se disputa en Miraflores o en la Asamblea Nacional opositora cuántas columnas de prensa ocuparán sus titulares más o menos mentirosos.