Venecia naufraga en sus peores inundaciones de este siglo
Si el agua no supera los 120 centímetros de altura, estarán salvadas; de lo contrario, se cumplirán los malos presagios.
Un vaporetto, uno de esos barcos que sirven como medio de trasporte por los canales con mucho encanto pero con un fin meramente funcional, estuvo este miércoles aparcado durante horas en la acera. La subida de la marea de la noche anterior lo transportó hasta aquí. Sólo unos metros más adelante se celebra la famosa Bienal de Venecia, una feria en la que se pueden ver todas las extravagancias que caben en la mente de los artistas más modernos del momento. La feria hubo que suspenderla, pero a cambio se pudo apreciar por las calles inundadas de la ciudad toda una colección de piezas, como este ‘vaporetto’ varado, que hubieran tenido cabida allí.
Lo curioso es que en la Bienal de este año se reflexiona sobre los tiempos modernos, sus retos y sus amenazas, como el cambio climático. Y este miércoles, como si de una maldición se tratase, la famosa ‘acqua alta’ se cobró una venganza anunciada. “Quien diga que esta inundación es como cualquier otra es simplemente un necio. No se había visto nada igual, tiene que ser como aquella de 1966 de la que hablaban nuestros padres”, cuenta Luzia, dueña de una tienda de ropa. Lo fue. La crecida de las aguas sólo se quedó a unos centímetros de aquella que se produjo hace medio siglo y que sigue ostentando el récord.
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Olas en San Marcos y el 'Mose'
A última hora de la tarde de este miércoles, Luzia aún seguía achicando aguas. No ya la de las inundaciones, sino toda la vertida para limpiar el desastre con el que se salda. En una esquina de la tienda hay un montón de bolsas de basura con todo el género que habrá que tirar. “Seguimos recogiendo, limpiando y quién sabe si cuando volvamos mañana no encontraremos lo mismo”, suspira. Para intentar evitarlo, ella y sus dependientas colocan una pequeña barrera en la puerta. Si el agua no supera los 120 centímetros de altura, estarán salvadas; de lo contrario, se cumplirán los malos presagios.
La zona de San Marcos es la más vulnerable de la ciudad. Con 90 centímetros de crecida, la plaza ya queda completamente anegada. Se convierte en una especie de piscina gigante y a los turistas les sirve para sacarse la foto más divertida. Es la zona más baja de la Venecia. Sin embargo, cuando el nivel de las aguas supera el metro y medio, más de la mitad de las calles se inundan. Lo que ocurrió en la madrugada del miércoles es que los vientos de unos 100 kilómetros por hora agitaron la marea. Por tanto, cuando el alcalde, Luigi Brugnaro, señala al cambio climático como responsable, no le falta razón.
Pero la mano del hombre también podría haber servido para prevenirlo. Hace décadas se proyectó un sistema llamado Mose (responde a unas siglas en inglés, aunque en italiano se traduce como Moisés), un sistema de compuertas para evitar que las mareas del Adriático inundaran Venecia, pero el aumento del presupuesto, las corruptelas y la paralización de las obras han impedido que se complete.
Pedía que se finalice el gobernador del Véneto, Luca Zaia, como un compromiso político. Y como una emergencia que no puede esperar más, Francesco, uno de los cada vez menos venecianos que pueblan el casco histórico. “No sabemos nada del Mose, dicen que se creó una comisión para reactivarlo, pero aquí no hacen nada. Mucha gente ha estado ganando dinero gracias a ello sin que nosotros lo viéramos”, asegura. El suyo es un ejemplo de resistencia, pero en los últimos años Venecia se ha quedado con unos 52.000 habitantes, por los 174.00 que tuvo a mediados del siglo XX. La mayoría se van a Mestre, a la tierra firme, donde estas maldiciones bíblicas no llegan.
Si la gentrificación ha llegado a otras ciudades, por la plaza de San Marcos sólo se pueden ver turistas y comerciantes de baratijas. La noche anterior, el agua entró hasta la cripta de su famosa basílica, construida hace 1.000 años, y unas horas más tarde sólo recibía un puñado de curiosos esperando encontrar señales del desastre. A simple vista, no se percibían, ya que toda la zona estaba ya seca a media hora de la tarde. Pero habrá que evaluar los daños, porque sus responsables hablan de una “devastación apocalíptica” y de unas pérdidas de “centenares de millones de euros”.
También hubo una víctima mortal, un hombre de 70 años que murió electrificado en su casa cuando el agua traspasó los muros. Los bomberos tuvieron que atender cerca de 400 emergencias en unas horas. El primer ministro, Giuseppe Conte, también se hizo una foto este miércoles en San Marcos. Como los turistas, pero a nivel institucional, para prometer que no volverá a pasar.
Sin embargo, las sirenas seguían sonando a última hora de la noche. Y eso quería decir que se avecinaba una nueva crecida de la marea. Los pocos curiosos que se atrevían a recorrer unas callejuelas más oscuras y mucho más desiertas de lo habitual, presentaban un aspecto curioso. A pocos les faltaban las botas para el agua, que a razón de 15 euros se compran en cualquier negocio. La versión más económica son una especie de plásticos impermeables, que por ocho euros uno se coloca encima de sus zapatos.
Se anunciaba una nueva ración de acqua alta, pero el caso es que las calles se habían secado. Y pese a ello, el último look. Por si acaso. En el restaurante de Paolo se viste igual que siempre, con chaleco, camisa blanca y corbata. La única diferencia es que a unos pasos de San Marco en otro momento hubiera sido imposible encontrar mesa y esta noche sobra oferta. “Hemos tenido que tirar género, pero sobre todo nos afecta a la caja. Si seguimos esta deriva, en unos años habremos naufragado del todo y no habrá que lamentarse más”, afirma.