En pocas horas Roma se convirtió en el epicentro de una de las negociaciones claves para deshacer los nudos diplomáticos que rodean esta guerra. En la jornada del lunes el consejo de Seguridad Nacional americano, Jake Sullivan, y el jefe de la diplomacia china, Yang Jeichi, se reunieron en la zona noroeste de la capital, en el hotel Cavalier Waldorf Astoria. Ambos pesos pesados de dos de las potencias universales más poderosas que tienen, además, una representatividad fundamental en la otra cara de la guerra en Ucrania: la nueva realidad diplomática y de mercado que se está construyendo desde la invasión rusa. El encuentro despertaba especial interés tras la información del Financial Times, que publicaba el domingo la supuesta petición de Rusia de ayuda militar a China. Además, a última hora de la tarde, antes de que terminase el encuentro, el propio periódico británico añadía que los americanos alertaban a sus aliados de la intención de China de ofrecer directamente recursos militares al Kremlin. Las acusaciones crecían mientras en el encuentro se intentaba medir cuánto poder tenía aún el cordón umbilical que une históricamente a la potencia asiática con Rusia.
Desde que se desencadenó la guerra, China ha mostrado siempre una postura neutral. La diplomacia del país asiático suele caracterizarse por ser cauta, como explica Federico Niglia, profesor de Historia Internacional de la Universidad de Perugia. En este caso cualquier movimiento podía poner en un compromiso su cercanía con Rusia y con ello sus grandes acuerdos comerciales. Aún así, la escalada de los últimos acontecimientos y una tensión creciente sobre la bomba atómica, aún improbable según los expertos, pueden forzarla a tomar otra dirección en el corto medio plazo. Había dado muestras de su contención son la abstención ante la ONU en la condena directa sobre la invasión rusa y, en el lado opuesto, con el envío de material humanitario a Ucrania.
Diplomáticamente, ya antes de la propia acusación difundida por el FT, China se defendió desmintiendo haber financiado material al Kremlin, así como lo hizo desde la otra parte el mismo portavoz ruso Dmitri Peskov negando que su país necesitase ayuda de nadie para “alcanzar sus objetivos en Ucrania”. No ha habido ninguna gran demostración pública que permita decir que Putin y Xin Jinping hayan interrumpido su colaboración, pero la reunión en la capital italiana demostró las intenciones, al menos, de calcular los riesgos de uno o otro bando.
El encuentro, que duró hasta pasadas las seis de la tarde, fue definido a priori por las fuentes diplomáticas competentes, en este caso la portavoz de National Security Council Americano Emily Jorne, para hablar de las competencias económicas que los involucran y de la propia guerra. En realidad ambos conceptos estaban más unidos que nunca. Se convirtió en uno de los acontecimientos más destacados de las últimas jornadas, sobre todo por su lectura simbólica. “Fue una reunión para clarificar las posiciones de ambas partes: qué quiere EE.UU y cómo reaccionará ante lo que haga China. Digamos que es como delimitar las verdaderas líneas rojas”, explica Riccardo Alcaro. Así fue, el portavoz del Departamento de Estado Americano, Ned Price, declaró tras el encuentro que había servido para mostrar su “preocupación sobre la involucración de Pekín” y para dejar claro que “cualquier tipo de apoyo a Moscú traerá consecuencias”. Además, establecía la importancia de mantener una línea de diálogo abierta Washington Beijin.
Los escenarios que delimitan los expertos de la postura del gigante asiático son dos: que China acepte la mano de EE.UU para mantener el orden de los mercados internacionales en los que es predominante y participar así del aislamiento que tantos países y potencias mundiales han establecido con respecto al Kremlin; o que decida mantearse afín a Rusia, como ha hecho la mayor parte de las veces, arriesgándose a ser damnificada de la misma forma por una serie de sanciones secundarias, en medio de una dinámica de bandos como la de la Guerra Fría. Su simpatía económica con el Kremlin no puede mantenerse a toda costa, y tal y como explica el experto en política internacional Riccardo Alcaro, a China no le conviene la inestabilidad global derivada de la guerra.
No le compensa, sobre todo, abandonar sus acuerdos con Europa, donde se convirtió en un proveedor imbatible, donde el nivel de mercado, junto con EE.UU, es muy superior que el que la une con Rusia. Su poder entre un lado y el otro es poderoso y por eso, añade el historiador Niglia, los americanos “intentan jugar la carta china para demostrarle a Putin que su certeza de estar presente en otras potencias, como la pacífica, puede cerrarse. Esa es la estrategia, pero no se sabe aún si lo logrará”.
Federico Niglia añade otro elemento: la pérdida de apoyos de la propia Rusia. Aunque aún hay potencias que siguen neutrales a la invasión, como la propia China o la India, en su abstención en la reciente condena de la ONU, otras muchas además de EE.UU y la UE condenan cómo se ha comportado Rusia. “Aunque Putin aún tenga amigos en otros países, cada vez son más los que no quieren tener nada que ver”, añade el historiador. Los movimientos de China se analizarán con lupa porque sus decisiones moverán otras piezas, pero los expertos apuntan que pueden tardar semanas en dar señales de su postura.
“El otro elemento que puede ser importante es la petición para que China se alinee con EE.UU y la UE en su condena a Rusia. Pero es muy difícil que Xi Jinping acepte un concepto de paz como el que pueden solicitar ambas potencias, no querrá nunca arriesgar tanto en su presión a Putin. Es cierto que nadie defiende ya a Putin, pero no a todos les interesa romper económicamente con Rusia, entre ellos China, que no se posicionará tanto como para mediar en un conflicto tan complejo”, añade Riccardo Alcaro. Señala, además, otro punto importante y es el efecto de la propia China sobre las decisiones del Kremlin. “China puede hacer esfuerzos pero nada nos garantiza que Putin vaya a escucharla en estos momentos. No tiene la omnipotencia sobre él”, dice.
El ataque a la base de Yavoriv de las últimas horas supone una escalada de tensión por su cercanía a la frontera con Polonia y pone al límite la respuesta de la OTAN ante el ataque a uno de sus países. Alcaro comenta el nuevo rol que Rusia tendrá en un escenario internacional mucho más antagónico. “Será más peligrosa, pero la opción del arma atómica aún es muy remota. Rusia ahora representa el enemigo y eso durará varios años”, finaliza Alcaro. “Pero existe un margen de pacificación”, añade el historiador Federico Niglia. Se verá cuánto tiempo más China consigue mantener su neutralidad y cuánto puede afectar su juego a dos bandos en los mercados globales.