El semestre más intenso de la UE: de las vacunas a los eurobonos
Las instituciones europeas y los 27 Estados miembros dejaron atrás los recortes de la década pasada para responder a la pandemia con medidas de sostén económico. La economía europea se disparará este segundo semestre.
El estallido de la pandemia y la respuesta que le dieron los gobiernos europeos en forma de confinamientos más o menos duros pusieron de rodillas las economías del viejo continente. El destrozo en 2020 fue histórico y el PIB europeo perdió más del doble del 2,9% que había caído en 2009, su peor año desde la Segunda Guerra Mundial. La respuesta de las instituciones europeas, esta vez sí con el respaldo esencial de una Alemania que había aprendido la lección de las políticas de austeridad de una década antes, le cambió la cara a la Unión Europea.
Bruselas respondió en semanas tomando todas las decisiones que podía sin esperar a los gobiernos. Tres fueron esenciales.
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- La primera fue la activación de la cláusula de suspensión del Pacto de Estabilidad y Crecimiento. Ese tecnicismo significa que los gobiernos podían gastar todo lo que consideraran necesario para sostener sus economías sin tener que estar mirando de reojo a la evolución del déficit público y la deuda pública. En 2021 se mantiene y en 2022 se mantendrá suspendida esa cláusula. Sólo en 2023 podría volver a aplicarse ese Pacto de Estabilidad y Crecimiento, pero antes deberá reformarse para hacer honor a su nombre.
- La segunda gran medida fue la suspensión de gran parte de los límites a las ayudas de Estado. Lo que en otros tiempos hubiera sido ilegal ahora ya era legal para que los gobiernos pudieran sostener empresas. España, en semanas, recibió permiso para gastar hasta 10.000 millones de euros sólo en 2020. Se trataba de impedir que cayeran empresas solventes sólo porque las restricciones contra los contagios las habían puesto de rodillas. Se miraba a sectores como la industria o la aviación.
Ese gasto público a discreción podía haber puesto de los nervios a los mercados financieros, que podrían haber disparado las primas de riesgo. Eso se evitó con la tercera medida. El Banco Central Europeo, tras unas semanas dubitativas en las que su presidenta Christine Lagarde cometió algunos errores de comunicación, disparó sus cañoneras y aumentó los plazos y los montantes de sus compras de deuda. Su capacidad de influenciar los mercados fue tal que hasta Grecia ha colocado desde entonces bonos a tasas negativas.
A las pocas semanas los gobiernos empezaron a reaccionar. Después de varias cumbres que acabaron en broncas porque los autodenominados frugales –a los que se podría llamar también tacañones- no querían seguir el cambio alemán, los gobiernos empezaron a llegar a acuerdos, en principio limitados. Se permitió por ejemplo que la Comisión Europea pusiera en marcha el SURE, un fondo de 100.000 millones de euros que sirve para financiar con préstamos prácticamente sin intereses el gasto público que generan los programas como el ERTE español. Ahora se debate la renovación del SURE e incluso su constitución como un fondo permanente.
El fondo no permanente pero como si lo fuera
Las otras medidas tomadas en marzo y abril de 2020 fueron de alcance limitado, como aumentar la capacidad de préstamo de Banco Europeo de Inversiones para que sostuviera a las pymes –las grandes empresas, las cotizadas, pueden ir directamente a la ventanilla del Banco Central Europeo-. No era suficiente. Los gobiernos empezaron a circular propuestas para la creación de un nuevo fondo. De su tamaño y modalidades, y sobre todo de cómo se financiaría, dependería la recuperación de la economía europea. De una idea francesa retocada por otra idea de la vicepresidenta Calviño y pasada por el tamiz alemán surgió algo nuevo.
Tras varias cumbres, la última ya en julio de 2020 y que duró cuatro días y cuatro noches, se consiguió un acuerdo histórico. La Unión Europea creaba un nuevo fondo, en principio no permanente, que acumularía 750.000 millones de euros, 390.000 de los cuales se entregarían a los países en forma de transferencias que no deberían devolver. 360.000 en forma de préstamos. Las casandras agachaban de nuevo la cabeza.
La gran novedad, más que el montante, fue la forma de financiar el fondo. No serían transferencias de los más ricos a los más pobres. La Comisión Europea lo financiaría por su cuenta lanzando una masiva emisión de bonos. En total serán unos 800.000 millones, de los que más del 10% ya están emitidos y cotizando en la Bolsa de Luxemburgo después de haber recibido un respaldo sin precedentes en los mercados financieros.
El primer "eurobono"
El avalista que respalda esa emisión de deuda es la Unión Europea en su conjunto. Era la introducción de los eurobonos por la puerta de atrás pero en definitiva su nacimiento, al menos de forma temporal, aunque algunas voces, incluso desde la Comisión Europea, ya empujan para que se convierta en un mecanismo permanente.
Las otras grandes decisiones que faltaban por tomar eran a dónde iría el dinero y a cambio de qué. Bruselas nunca tuvo dudas. Los fondos no se repartirían como los presupuestos comunitarios sino que la mayor parte del dinero iría a los países que más gravemente habían sufrido las consecuencias de la pandemia. Así, Italia y España, que suman apenas el 20% del PIB de la Unión Europea, recibirán más del 40% del total de los fondos: 210.000 millones los italianos y 140.000 los españoles si además de las transferencias piden también la parte de los préstamos.
¿Qué pediría Bruselas a cambio del dinero? Todas las miradas se dirigieron a Berlín, pero Angela Merkel nunca bajó el pulgar a pesar de la presión de pesos pesados de su partido, como el ex ministro de Finanzas Wolfgang Schäuble.
La Comisión Europea no pide a cambio de los nuevos fondos medidas como hace una década de simple ajuste fiscal basado en recorte de gasto público. A cambio, Bruselas aprovechó para convertir en obligatorias las recomendaciones del Semestre Europeo que hasta ahora habían sido meras recomendaciones. Por ejemplo, que España reduzca la dualidad del mercado laboral o que Italia reforme una administración de Justicia cara, lenta y farragosa.
Dinero cada seis meses a cambio de reformas
El dinero llegará en principio cada seis meses tras un examen que vigilará el cumplimiento de reformas y el gasto en las inversiones prometidas. España, junto a Grecia, Portugal y Dinamarca, presentó uno de los planes mejor valorados por la Comisión Europea.
Las condiciones incluyeron también que más de un tercio de los nuevos fondos vayan a transición ecológica y al menos un 20% a transición digital. Ese dinero empezará a llegar en semanas. Sólo este año España recibirá 19.000 millones de euros que no deberá devolver. A cambio, deberá ir cumpliendo una serie de reformas e hitos. Las más complicadas políticamente serán, ya en 2022, la laboral y la de las pensiones.
Las vacunas fueron el otro pilar de una recuperación que este año podría ver subidas del PIB inéditas en la historia de la Unión Europea. Bruselas negoció mal y tuvo problemas de suministro de vacunas durante el primer trimestre, pero en cuanto las farmacéuticas consiguieron aumentar la producción el suministro se disparó. Más de la mitad de la población europea ya tiene al menos una dosis y más del 30% la pauta completa.
Las dudas de principio de mayo se fijaban más en si la sanidad pública europea sería capaz de administrar millones de dosis al día cuando el verdadero problema estuvo desde el principio en asegurar el suministro. La bronca de la Comisión Europea con una de las grandes farmacéuticas, AstraZeneca, acabó en los tribunales belgas. Bruselas cree que la empresa vendió dos veces las mismas dosis, a la Unión Europea y al Reino Unido.
El proceso se aceleró de tal forma que en mayo muchos países ya estaban vacunando diariamente al 1% de su población. España superó esta semana los 700.000 vacunados al día. Bélgica llegó a principios de junio a pinchar más de 200.000 dosis en un día, el equivalente a que España pinchara más de 825.000. Ese acelerado proceso vacunatorio es la segunda pata de la recuperación económica.
La crisis cogió a las instituciones europeas con el pie cambiado y con limitada competencias en materia sanitaria. Mientras desde el Gabinete de la presidenta Von Der Leyen no se supo diseñar una reacción contundente en el primer momento y los italianos veían cómo llegaban aviones con material chino o ruso mientras Francia y Alemania prohibían temporalmente la exportación de material sanitario, departamentos de la Comisión Europea como el de Competencia o instituciones como el Banco Central Europeo hicieron todo lo que los tratados les permitían. Pese a las casandras del todo mal, la nave va.