Túnez tensa al máximo las costuras de su democracia y coquetea con el conflicto civil
El presidente de la República cierra la Asamblea de Representantes del Pueblo, destituye al primer ministro y retira la inmunidad parlamentaria a los diputados
Choques entre partidarios del presidente Kais Saidy el líder del partido islamista Ennahda, principal formación del Parlamento
“El presidente no es un dictador, tengo confianza en él. Esto era necesario. Los islamistas no van a dejarnos en paz”, afirma desde la capital tunecina a NIUS la joven Sabrine Ben Ameur. Un sentir que comparten con ella cientos de miles de tunecinos, como los que han salido en las últimas horas a celebrar la decisión del presidente Kais Said de cesar al primer ministro, Hicham Mechichi, suspender el Parlamento durante 30 días y retirar de manera inmediata la inmunidad parlamentaria a todos los diputados. Asume todos los poderes invocando el artículo 80 de la Constitución tunecina con objeto de enderezar el rumbo del país.
Otra parte de la clase política y la sociedad del país magrebí considera lo sucedido un “golpe de Estado” y protesta contra el jefe del Estado, que llegó al poder tras su victoria en las urnas en octubre de 2019 –con más del 70% de los votos- por su gestión. Túnez vive desde hace semanas una situación sanitaria dramática con una pandemia disparada y en medio de una grave crisis económica y social. El riesgo de confrontación civil en la calle es real.
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Para el principal partido de la Asamblea Tunecina, el islamista Ennahda, lo ocurrido es “un golpe contra la democracia tunecina, la revolución y su Constitución”. “Túnez es la única historia de éxito de la primavera árabe y esta historia no acaba aquí”, reza el comunicado emitido en la noche de este domingo por la formación. El presidente de Ennahda y presidente de la Asamblea, Rachid Ghannuchi, ha intentado en vano junto a representantes de su formación acceder a la sede parlamentaria. Se lo han impedido los militares, que custodian su sede, el Palacio del Bardo. De la misma manera ha ocurrido con los funcionarios del Gobierno, que no han podido acceder al Palacio de la Casba por orden de la seguridad presidencial.
Lo cierto es que el artículo 80 de la Constitución tunecina –que entró en vigor en enero de 2014- establece que “en caso de peligro inminente que amenace las instituciones de la nación y la seguridad e independencia del país y ponga en peligro el funcionamiento regular de los poderes públicos, el presidente de la República puede tomar las medidas necesarias en tal situación excepcional”, pero precisa que “después de consulta al jefe del Gobierno y al presidente de la Asamblea de Representantes del Pueblo y después de haber informado al presidente de la Corte Constitucional”. Nada de ello ha ocurrido en las últimas horas.
Riesgo de confrontación civil
Desde el anuncio del presidente tunecino, miles son las personas que se manifiestan en las calles de la capital y otras ciudades para celebrar la asunción de poderes por parte del jefe del Estado, a menudo entonando gritos de “Viva Túnez”. Pero las celebraciones no ocultan la profunda división social en Túnez y el desencanto por la gestión de la crisis sanitaria, económica y social. No en vano, durante todo el domingo las protestas contra las autoridades tunecinas, de manera particular dirigidas contra el primer ministro, se repetían en la capital, derivando en enfrentamientos violentos con las fuerzas de seguridad.
La tensión es ahora la nota dominante en las calles de las principales ciudades, con choques entre ciudadanos favorables a las decisiones adoptadas por el jefe del Estado y partidarios de la formación islamista, que cuenta con 54 de los 217 escaños de la cámara. La Policía tiene establecidos controles en distintos puntos de la capital y el Ejército custodia los principales edificios oficiales.
En el digital Kapitalis, el profesor de la Universidad de Lyon 2, Mohamed Chérif Ferjani, advierte de los riesgos de que Túnez se deslice por el camino egipcio y la crisis desemboque en un enfrentamiento civil. “Las fuerzas democráticas y la sociedad civil deben movilizarse y unir todas sus fuerzas para cerrar la puerta a dos escenarios catastróficos: la guerra civil y la instauración de una dictadura, (….) y establecer un verdadero diálogo nacional del cual emerjan instituciones provisionales llamadas a supervisar las próximas elecciones”.
Para el catedrático emérito de Estudios Árabes e Islámicos de la Universidad Autónoma de Madrid Bernabé López García, “quizás era algo que podría verse venir. Al final los grupos en la calle, con piedras y enfrentamientos con la polícía, quizás no demasiado numerosos, le han servido para dar su golpe”. “Todo depende de que el viejo Ghannuchi y sobre todo sus aliados radicales de Al Karama, que han llamado a manifestarse ante el parlamento para impedir que se cierre, acaben por tener cabeza y eviten desbordamientos”, explica a NIUS desde Túnez el investigador español.
“Que se vaya el primer ministro puede ser una buena cosa porque era un estorbo ensoberbecido de sus poderes -que los tenía casi todos- pero el problema es que el presidente sepa crear un consenso que en el último medio año ha sido incapaz de crear y que nombre un nuevo primer ministro que no excite demasiado las iras de Ghannuchi y compañía. Algo difícil, pues lo que busca el presidente es deshacerse de los islamistas y su control parlamentario, algo que le va a resultar casi imposible. Habrá que ver qué dice o hace el sindicato UGTT, que siempre fue factor de moderación”, abunda el experto en política magrebí.
“Hay que ser cautos con lo que está pasando. Estamos en una guerra sanitaria, con más de 20.000 tunecinos muertos. La democracia tunecina no tiene vuelta atrás. La hemos elegido”, opina a NIUS un empresario turístico de la capital que prefiere no ser citado por su nombre.
Lo cierto es que el actual jefe del Estado tunecino ya había avisado de sus decisiones a mediados del mes pasado, cuando defendía la necesidad de un debate para instaurar un nuevo sistema político y modificar la Constitución de 2014, que supone “obstáculos por todas partes”, con objeto de encontrar una salida a la situación actual. Desde la celebración de las elecciones presidenciales y parlamentarias del otoño de 2019 el país se halla sumido en una crisis política permanente derivada de las tensiones entre la presidencia de la República y el Gobierno apoyado por el Parlamento. Entretanto, el crecimiento del 3,8% previsto para este año por el FMI será más que insuficiente para compensar la contracción del 8,9% del PIB registrada en 2020.
La democracia tunecina, historia de éxito de toda la región norteafricana y el Oriente Próximo y nacida de la primavera árabe, se juega su futuro en las próximas jornadas. El pueblo tunecino, como su clase política, está profundamente dividido, además de golpeado por la pandemia y sus consecuencias económicas y sociales. De la templanza y el buen juicio de la sociedad tunecina dependerá ahora que la situación pueda encauzarse y se evite la escalada violenta.