“La mayoría de los chinos piensa que Trump está loco”, comienza Wang, pekinés de una exitosa familia ligada al Partido y trabajador de una empresa estatal. “A mí, sin embargo, me gusta”, asegura sin problemas para combinar una defensa férrea del Gobierno chino y el deseo de triunfo de Trump en las elecciones estadounidenses. Wang valora su ambición y su éxito “tanto en la política como en los negocios”, algo muy apreciado en la cultura china. “Nuestra sociedad está obsesionada con el dinero”, reconoce.
Pero la postura de Wang no es tan común como hace unos años.
Para la mayor parte de la población china, ajena a la política internacional, Trump ha dejado últimamente de ser un respetable empresario con un discurso refrescante y divertido. El presidente estadounidense ha perdido simpatía por su cruzada comercial, tecnológica y política contra China, con la que afirma haberse adentrado en una nueva guerra fría, y a cuyo gobierno ha acusado de espionaje, de competencia desleal y de fabricar el coronavirus.
A pesar de ello, muchos consideran ese frentismo una mera táctica política aceptable. “La imagen de Trump no ha empeorado tanto por su confrontación con China como por su chapucera respuesta a la covid”, afirma Yao Lin, de la Universidad de Yale. “Muchos piensan que el enfrentamiento entre potencias es algo natural y, para ellos, Trump era un digno adversario. Ahora muchos lo ven como un payaso”, opina el experto. También hay una parte de la sociedad china, que viaja o estudia en EE. UU., o que compra productos del país, y que está simplemente cansada de polémicas internacionales que les complican la vida.
“Sin embargo, dejar de ser fan de Trump no es lo mismo que dejar de ser trumpista ideológicamente”, subraya Yao.
El discurso dual de izquierda/derecha, comunismo/capitalismo tiene poco sentido en China. Bajo un vocabulario revolucionario, el “socialismo con características chinas” aplica medidas de izquierda, pero también políticas social, económica y políticamente muy conservadoras, dentro de un marco general antagónico al ideario progresista occidental.
“El criterio para diferenciar izquierda y derecha en una democracia constitucional es su actitud hacia la igualdad, mientras que en el sistema chino es su actitud hacia el sistema, una dicotomía entre partidarios y opositores”, escribe Z. Qianfan, profesor de la Universidad de Pekín.
Esta situación conduce a la paradoja de que la mayoría de la población y las políticas gubernamentales chinas, que en Occidente se considerarían conservadoras, en China se llaman “izquierda”, y la mayoría de los que se oponen al sistema, ya sean aquellos que se identifican con el concepto de izquierda democrática europea o aquellos con ideas neoliberales conservadoras, en China son calificados de “derecha”.
“Otro elemento que añade desconcierto es que algunos progresistas occidentales se identifican erróneamente con la izquierda china”, afirma Z., un hecho que, como reacción, empuja además a la mayoría de los opositores chinos aún más a la derecha.
Y en toda esta confusión, Trump pesca seguidores.
El nacionalismo ha aumentado exponencialmente en China desde la llegada al poder del actual dirigente, Xi Jinping, hasta convertirse, según Yao Lin, en la tendencia dominante en la esfera pública. Xi emplea una retórica de grandeza de la patria, ha potenciado entre la población una imagen de poderío chino en el mundo y ha impulsado tanto los aparatos estatales de censura y propaganda como la educación patriótica. Estas medidas han convertido en mainstream un estilo de líder duro, para muchos chinos identificable con el de Trump en EE. UU..
“No hay datos claros, pero mi impresión es que los que son ideológicamente trumpistas o cercanos a sus ideas (aquellos atraídos por narrativas autoritarias, nacionalistas, de darwinismo social, anti corrección política y antimusulmanes) son una parte significativa de la población china”, opina Yao.
En su estudio sobre los discursos de (lo que en Occidente se consideraría) derecha populista en las redes chinas, cada vez más populares, la analista Chenchen Zhang afirma que para aquellos patriotas que alaban el sistema comunista chino y rechazan, por tanto, el liberalismo progresista de las democracias occidentales, es sencillo dar el salto a las ideas de Trump.
Entre los nacionalistas chinos existe, además, otra tendencia menos ideológica y más pragmática, por la cual muchos apoyan la permanencia de Trump en la Casa Blanca porque creen que debilita la imagen y el poder de EE. UU. en el mundo y, por tanto, deja el campo despejado para el ascenso de China a la hegemonía.
Hu Xijin, director del diario nacionalista chino Global Times, rogaba en junio a los estadounidenses en las redes sociales que reeligieran a Trump. “El Gobierno de Trump nos ayuda a reforzar la cohesión. Es fundamental para el ascenso de China. Como miembro del Partido Comunista, se lo agradecería”, tuiteó.
“Aunque la amplia mayoría de los trumpistas chinos son defensores del Gobierno y el sistema chinos, el discurso del presidente estadounidense ha calado con fuerza entre la disidencia”, escribe Yao Lin en el Journal of Contemporary China. “Hasta el punto de que aquellos que se posicionan contra Trump son una clara minoría entre los liberales”, cuenta.
“En China, oponerse al sistema está relacionado con apoyar el libre mercado”, asegura Yao, una influencia del neoliberalismo de Thatcher y Reagan, al que vienen unidas otras ideas claramente ligadas a la derecha. Sin embargo, lo que más ha influido en la conversión pro-Trump de los liberales chinos es, según el experto, su idealización de EE. UU. como civilización superior. Frente al sistema chino, el país norteamericano es considerado un faro de esperanza inmaculado.
Estos liberales chinos, azuzados por las corrientes xenófobas en las redes, ven a inmigrantes y refugiados como amenazas para Occidente y a la izquierda occidental como el enemigo a batir.
“Restan credibilidad y desprecian a los progresistas occidentales que protestan contra las injusticias sistémicas en sus países, como el movimiento Black Lives Matter, porque les dificultan mantener su ideal de democracia liberal perfecta”, afirma Yao.
Así, se ha popularizado en internet el término despectivo baizuo (izquierda blanca), que caricaturiza a los progresistas occidentales como una élite defensora de los derechos de las minorías y la corrección política, alejada de la realidad del mundo. En consecuencia, un líder como Trump que se opone a los que protestan es bienvenido.
¿Dónde está, entonces, la izquierda prodemocracia en China? “Existe”, responde Yao por correo. “Los jóvenes liberales chinos son más baizuo en general, pero la corriente de pensamiento está bastante marginada hoy en día en comparación con hace una década, tanto por los otros liberales como por la población nacionalista en general”, asegura.
En Hong Kong, sin embargo, son los que protestan los que han visto en Trump un ídolo a seguir. El territorio, perteneciente a China desde que fue devuelto por Reino Unido al país en 1997, contaba con un período de gracia de 50 años, hasta 2047, en el que los hongkoneses podían disfrutar de derechos y libertades casi democráticos antes de incorporarse plenamente a territorio chino.
Sin embargo, Pekín ha ido incrementando su presencia paulatinamente en la excolonia, encontrándose a cada paso con la oposición de la mayoría de la sociedad hongkonesa, que ha realizado protestas prodemocracia masivas, hermanadas con movimientos mundiales de amplia base progresista, como Occupy o el 15M, y ahora con Trump. Tras meses de manifestaciones y violentos enfrentamientos entre policías y ciudadanos en 2019, Pekín decidió en mayo dar un paso sin precedentes y aprobar por su cuenta una polémica “ley de seguridad” para Hong Kong bajo la que cabe, según la oposición hongkonesa, casi cualquier cosa.
La dureza general de Trump contra China gusta en Hong Kong. Aunque en lo relativo al conflicto en el territorio el mandatario no ha sido específicamente duro contra Pekín, sí ha tomado decisiones que han sido muy aplaudidas por los hongkoneses.
Entre ellas, la aprobación de la Hong Kong Human Rights and Democracy Act en 2019 y la eliminación del estatus especial del territorio este año, lo que ha supuesto un golpe económico para China. Además, ha impuesto sanciones contra miembros del Gobierno chino y hongkonés. Cientos de ciudadanos han salido a las calles de Hong Kong con banderas estadounidenses como muestra de agradecimiento en varias ocasiones.
“Biden es flojo contra China, parece que reconstruirá las relaciones de EE. UU. con el Partido Comunista”, opina Koshi (nombre ficticio), un joven involucrado en el movimiento prodemocracia que ha participado en varias manifestaciones. “Trump, sin embargo, ha tomado acciones contra el Partido. Creo que muchos estamos de acuerdo en que es un líder fuerte y en que es el único que va a hacer frente al PCCh”, asegura.
Una encuesta publicada por la revista Newsweek este mes de julio afirmaba que el 36 % de los hongkoneses prefería que Trump siguiera en la Casa Blanca, frente al 33 % que se decantaba por Biden y el 31 % que se encontraba indeciso.
El actual presidente estadounidense es una figura divisiva en Hong Kong, donde muchos no tienen tan claros los beneficios de apoyarse en el presidente.
“Sus decisiones políticas no están basadas en una preocupación por los derechos humanos sino por un interés personal”, escribe Sharon Yam, hongkonesa y profesora de la Universidad de Kentucky, en el diario Hong Kong Free Press. “La administración Trump representa ideologías y prácticas políticas contrarias al movimiento prodemocracia de Hong Kong. Si apoyan a Trump como figura de liberación, los activistas hongkoneses se arriesgan a alejar a muchos aliados progresistas en EE. UU. que comparten muchos más valores políticos con ellos que el Gobierno de Trump”, opina.
Leung, habitual de las protestas prodemocracia en Hong Kong, cree que se trata más de una duda con respecto a Biden que de un apoyo explícito a Trump. “El estilo de liderazgo de Trump es cuestionable, aunque él y su equipo han sabido arrinconar al PCCh”, afirma. “Y hay un viejo dicho en China que dice que el enemigo de tu enemigo es tu amigo”.