El impeachment ha dejado claro que el presidente cuenta con el apoyo inquebrantable de su partido. Y su absolución le deja más fuerte en Washington. Trump consigue pasar página casi sin rasguños políticos a uno de los mayores escándalos de su presidencia.
Según la última encuesta de Gallup, tiene un 49% de aprobación, la cifra más alta desde llegó a la Casa Blanca en 2017. Este porcentaje de apoyo asciende el 94% entre los republicanos. Durante el mes que ha durado el juicio político, Trump ha anunciado acuerdos comerciales con China y México y Canadá, ha presumido ante el Foro Económico de Davos los logros económicos de su presidencia y ha lanzado una nueva propuesta de paz para Oriente Medio.
Pero fuera de Washington hay interrogantes sobre la factura electoral de un impeachment en año de comicios presidenciales. Trump, absuelto por su propio partido, es el primer presidente de la historia que se enfrentará a la reelección después de someterse a un juicio político.
También por primera vez en la historia, un senador votó a favor de destituir a un presidente de su mismo partido. Mitt Romney fue el único republicano en unirse a los demócratas para declarar culpable a Trump de abuso de poder. De 250 republicanos en el Capitolio, solo Romney rompió filas. Dijo hacerlo por conciencia y fe, pese a que sabe que le lloverán las críticas conservadoras y no lo tendrá fácil en su estado de Utah.
Y esta es una realidad que han enfrentado muchos senadores y congresistas a la hora de votar en el juicio político a Trump, que ha dividido profundamente a Estados Unidos durante los últimos meses. La mayoría de ciudadanos cree que el presidente abusó de su poder. Pero un 49% considera que debe permanecer en el poder, frente a un 46% que asegura que debe ser destituido, según la última encuesta de NBC y The Wall Street Journal.
Los senadores de aquellos estados donde el impeachment no es muy popular, tendrán problemas después de haber votado a favor de la destitución. Especialmente los que buscan la reelección este año o representan escaños de enclaves donde Trump arrasó, como el demócrata Joe Manchin en West Virginia, que sopesó su voto durante días. De la misma manera que legisladores conservadores tendrán que hacer frente ahora a los votantes de distritos más moderados, donde pedían que las acciones de Trump tuvieran consecuencias. El Congreso y el Senado llevan semanas recibiendo avalanchas de llamadas de ciudadanos a favor y en contra. Y ahora toca dar explicaciones.
Puede ser que el juicio político haya terminado, pero la campaña electoral acaba de empezar. Y las divisiones entre republicanos y demócratas están en uno de sus momentos más tensos, después de 134 días de turbulencias constantes.
“Debido a la traición a la Constitución por parte del Senado republicano, el presidente seguirá siendo una amenaza para la democracia estadounidense“, aseguraba tras la absolución la presidenta del Congreso, la demócrata Nancy Pelosi. Su partido insiste en que es ilegal que un presidente solicite la interferencia electoral de un país extranjero y congele cientos de millones de ayuda militar a Ucrania a cambio de un favor político personal para ayudarle en la reelección.
Insisten en que lo volverá a hacer. Y acusan a los republicanos de mirar a otro lado, por miedo a los ataques de Trump en las redes sociales o a su núcleo duro de votantes en distritos electorales clave. Les reprochan haber asentado las bases que permitirán abusos futuros presidenciales, además de haber celebrado un proceso injusto, aseguran, porque este es el primer juicio político de la historia sin testigos en el Senado.
Los republicanos responden que Trump no hizo nada mal, que un presidente puede dirigir la política exterior del país como así lo considere, que todo esto es un teatro político de la oposición para sacar a Trump de la Casa Blanca, y que el proceso de destitución ha sido un error político colosal de los demócratas. Y ahora tendrán que hacer frente a una pregunta: ¿Ha merecido la pena el impeachment?
Solo el tiempo lo dirá. Los demócratas no consiguieron convencer a los republicanos necesarios para sacar adelante una acusación bipartidista contra Trump y han perdido un juicio en el que invirtieron tiempo y capital político, mientras la opinión pública sigue muy dividida. Las batallas políticas de la burbuja de Washington no siempre importan en la calle. Y los escándalos de la presidencia se diluyen en tiempo record.
Además, falta por ver la factura que pasa todo esto a la campaña del gran favorito en las primarias del partido, Joe Biden, a quien diversas voces piden que justifique los negocios y el sueldo de su hijo Hunter en Ucrania, cuando ocupaba la vicepresidencia de Estados Unidos.
Por su parte, los republicanos cerraron filas en torno a Trump, pero el proceso ha dejado un rastro de puntos débiles del presidente que pueden ser objeto de feroces ataques en la campaña electoral. Y en su legado ya queda grabado a fuego que es el tercer presidente de la historia en ser enjuiciado por el Senado de Estados Unidos.