En Estados Unidos no hay ninguna ley que estipule que, en unas elecciones presidenciales, el mandatario saliente tenga que reconocer la derrota, pero admitirla y felicitar al ganador, se ha convertido en una tradición en la historia moderna del país.
Desde la celebración de los comicios hasta la toma de posesión del presidente, transcurren aproximadamente 75 días para que la administración saliente, en caso de no haber una reelección, ceda los mandos al nuevo presidente electo. Es lo que se conoce como el periodo de transición presidencial, una etapa importante que, de ser aprovechada, marca la diferencia para que el nuevo presidente y su equipo estén preparados para el inicio del nuevo mandato tras la toma de posesión ante las escalinatas del Congreso el 20 de enero, día establecido para la celebración del histórico acontecimiento.
Los presidentes salientes, a los que se le suele llamar lame duck (pato rengo o cojo) han reconocido habitualmente en la historia reciente, la victoria de su rival la misma noche de los comicios. Les dan la enhorabuena, les llaman por teléfono (telegramas en otros tiempos), les desean suerte, les invitan a la Casa Blanca. Se implican para facilitarles el camino, y les ponen al día de todo lo necesario e importante que el nuevo Gobierno necesita saber para comenzar cuanto antes su nueva agenda de trabajo. Incluso se ha convertido en una peculiar tradición a lo largo de los años, que el presidente saliente deje una amable carta en el Despacho Oval dirigda a su sucesor.
Sin embargo, la transición de poderes tras los comicios de este año, es muy diferente a cualquiera de las anteriores. Cuando Biden alcanza 306 votos electorales tras haberse hecho con la última victoria en Georgia el viernes, el presidente Trump se mantiene firme, acusando a los demócratas de haberle robado las elecciones. Aunque hasta el momento, no ha presentado pruebas evidentes que lo corroboren ante los tribunales, Trump espera un cambio en el resultado electoral. Ni está dispuesto a rendirse, ni le va a poner fáciles las cosas a Biden en lo que se refiere al traspaso de poderes. De hecho, con su bloqueo, Biden y su equipo no pueden, entre otras cosas, acceder a los informes de inteligencia ni a los fondos federales asignados a la transferencia del poder.
Recientemente, la nieta del expresidente republicano George HW Bush (1989-1993), Jenna Bush Hager, se emocionaba en una entrevista en televisión al recordar la carta que su abuelo escribió a su sucesor, el demócrata Bill Clinton tras perder las elecciones en 1992. La que dejó sobre la mesa del Despacho Oval, para dar la bienvenida al nuevo presidente.
“Estimado Bill: Cuando entré a esta oficina hace un momento, sentí la misma sensación de asombro y respeto que sentí hace cuatro años. Sé que tú también sentirás eso. Te deseo una gran felicidad aquí. Nunca sentí la soledad que han descrito algunos presidentes”, redactó en sus primeras líneas.
“Habrá tiempos muy difíciles, aún más difíciles por las críticas que quizás no consideres justas. No soy muy bueno para dar consejos, pero no dejes que los críticos te desanimen o te desvíen del rumbo”.
Bush terminó la carta escrita a mano fechada el 20 de enero de 1993, prestando a Clinton su apoyo durante sus inicios a la presidencia: “Será nuestro presidente cuando lea esta nota. Te deseo lo mejor. Le deseo lo mejor a su familia'', dijo. “Su éxito ahora es el éxito de nuestro país. Te estoy apoyando mucho. Buena suerte, George”.
Después de su fallido esfuerzo por ser reelegido en 1992, George H.W. Bush padre citó a Winston Churchill y dijo que le habían dado la “Order of the Boot” (literalmente, “Orden de la Bota”, aludiendo a que lo habían sacado “de una patada”), según el historiador Michael Beschloss. Bush manifestó que podía aceptar su derrota por su “profunda devoción hacia el sistema político con el que esta nación prosperó durante dos siglos”.
Cuando Bush llegó a la presidencia, también se encontró una bienvenida en forma de papel de la mano de su predecesor, Ronald Reagan. Se daba la circunstancia de que Bush ya había sido vice-presidente con Reagan y los dos eran del Partido Republicano.
En sus siete páginas manuscritas no faltaron el humor y la cordialidad, acordes con la personalidad del actor transformado en político, como cuando bromeó comentando lo agradable que resultaba viajar todo el tiempo gratis en un avión, o lo pesado que era tener que usar un smoking cuando se va al baño.
Al margen de las anotaciones más ocurrentes, Reagan le asegura que todo presidente de paso por la Casa Blanca extraña tremendamente su casa real, a la que llama su “cobertizo privado” para advertirle después que “llorarás todas las noches y les pedirás (al Servicio Secreto) que te dejen salir, pero no te lo permitirán”.
Reagan dejó también al presidente saliente otro breve mensaje escrito en una de las hojas de un pequeño cuaderno que dejó guardado en el cajón del escritorio del Despacho Oval. En la parte inferior de la hoja, se ilustra el dibujo de un elefante, símbolo del Partido Republicano, con varios pavos subidos al lomo. En el encabezado, de puede leer: "No dejes que los pavos te desanimen", para continuar diciendo: "Tendrás momentos en los que quieras usar esta papelería en particular. Bueno, hazlo. George, atesoro los recuerdos que compartimos y deseamos todos ustedes lo mejor. Estarán en mis oraciones. Dios los bendiga a ustedes ya Barbara. Me perderé nuestros almuerzos de los jueves. Ron".
Entre 2008 a 2009, con el presidente saliente, George W. Bush, continuó la tradición de la carta dirigida al presiente entrante, Barak Obama, y siguiendo el ejemplo de su padre, y otros muchos presidentes, fue afectuoso y cercano con el nuevo mandatario: “Querido Barack, Felicitaciones por convertirte en nuestro Presidente. Acabas de comenzar un capítulo fantástico de tu vida”.
Tras ensalzar “el honor de sentir la responsabilidad que sientes ahora”, y vaticinarle que pasará por “momentos de pruebas difíciles”, le recuerda que tendrá “a Dios para confortarte y a una familia que te ama, además de un país que estará pujando por ti, incluyéndome. No importa lo que suceda, te inspirará el carácter y la compasión de la gente a la que ahora lideras”, despidiéndose con un “Que Dios te bendiga. GW”.
Obama se reunió con Trump apenas 48 horas después de las elecciones procediendo a una transición de poder sencilla y sin sobresaltos, tal y como George W Bush hizo con él. En los jardines de la Casa Blanca, el primer presidente afroamericano de Estados Unidos, declaró que “el traspaso de poder pacífico es una de las señas de identidad de nuestra democracia”.
Cuando Donald Trump tomó posesión en enero de 2017, Obama le dejó una carta en el cajón de la mesa del Despacho Oval, que el presidente entrante calificó como “reflexiva y hermosa” "reflexiva" y "hermosa".
El inicio de su mensaje se aleja de los estilos más afectuosos habituales en la historia reciente, al dirigirse a su sucesor con un “Estimado señor presidente”, aunque inmediatamente le felicita “por tan notable carrera”, esperando, en base a la confianza que “millones de personas han depositado en usted”, que independientemente del partido, esperan de él “mayor prosperidad y seguridad durante su mandato”. Obama comparte algunas reflexiones de sus ocho años en la presidencia, y concluye despidiéndose en nombre de su mujer, Michelle Obama y él, para desearle lo mejor “en esta gran aventura”. Está escrita en un tono educado más que coloquial producto probablemente de la agitada carrera presidencial de 2016, pero aún así, la transición se produjo dentro de los cánones establecidos.
La transferencia pacífica del poder ha sido una norma desde 1800, cuando el segundo presidente del país, John Adams, se convirtió en el primero en perder su candidatura a la reelección y abandonó silenciosamente Washington, DC en una diligencia matutina para evitar asistir a la toma de posesión de su sucesor Thomas Jefferson.
Algunos de los primeros candidatos presidenciales enviaron cartas de felicitación a sus oponentes, relata, John R. Vile, decano de ciencias políticas de la Universidad Estatal de Middle Tennessee en Murfreesboro, quien ha escrito sobre la historia de los discursos de concesión. “Las concesiones formales no se convirtieron en una costumbre electoral hasta 1896, cuando el republicano William McKinley derrotó al demócrata William Jennings Bryan”, señala el profesor.
La tradición de escribir las famosas cartas a los sucesores presidenciales en la historia reciente, tuvo un tropiezo en el año 2000, cuando Al Gore llamó a George W. Bush hijo para reconocer su revés y poco después volvió a llamarlo para dar marcha atrás al surgir dudas acerca del resultado en el estado clave de Florida.
“A ver si entiendo bien”, le dijo Bush a Gore en una llamada telefónica: “¿Me estás llamando para decirme que ya no reconoces mi victoria?”.
Cuando Bush fue confirmado como ganador por la Corte Suprema, Gore volvió a llamarlo: “Hace un rato llamé a George W. Bush y lo felicité por ser el 43 presidente de Estados Unidos”, relató Gore. “Y le prometí que no volvería a llamarlo esta vez”.
El reconocimiento de la victoria es un gesto cívico que pone fin al proceso electoral. Hasta las carreras presidenciales más polémicas de la historia de Estados Unidos han terminado siempre con la admisión de las derrotas. Sin embargo, en los días que corren, tanto la aceptación del fracaso, como la preciada carta que tradicionalmente dejan los “patos cojos” a sus sucesores, se encuentran en la cuerda floja, y es muy posible que se rompa de aquí al 20 de enero del próximo año.