No está la situación internacional para desaprovechar los encuentros entre altos cargos de política exterior. Así han debido entenderlo José Manuel Albares, ministro de Asuntos Exteriores español y el secretario de Estado Antony Blinken, máximo exponente de la diplomacia estadounidense, que se reúnen hoy en la capital norteamericana en un intento de acercamiento entre ambos países, tras el distanciamiento provocado por el régimen de Trump y la desconfianza del nuevo ejecutivo americano hacia el gobierno progresista español.
Los temas a tratar son muchos y ninguno de ellos es menor. El objetivo de estos encuentros, en los que en algún momento también participará la presidenta de la Cámara de Representantes y líder del Partido Demócrata, Nancy Pelosi, será acercar posiciones sobre temas de alto voltaje que en estos momentos mantienen la luz de alarma encendida entre la comunidad internacional. Especialmente sobre la crisis de Ucrania y el papel que puede jugar en ella la celebración, en junio, de la próxima cumbre de la OTAN en España.
Pero no será el único tema controvertido entre ambas delegaciones, ya que está previsto que también discutan las relaciones existentes con el régimen de Nicolas Maduro, en Venezuela, y el posible reconocimiento del Sáhara Occidental como parte de Marruecos. Un giro adoptado en su momento por la administración de Donald Trump y que enturbia las relaciones entre ambos países.
En el plano empresarial, habrá reuniones con los representantes de grandes corporaciones españolas que operan en la potencia norteamericana (Ferrovial, Everis o Gamesa, entre otras) y que juegan un importante papel en cuanto a infraestructuras, cambio climático y transición digital. Unos temas clave en este encuentro que se unen al fortalecimiento de la relación bilateral de ambos países, que en los últimos años se ha debilitado.
Relaciones debilitadas
De hecho, este es el gran objetivo del encuentro: recuperar las buenas relaciones diplomáticas y la cercanía que antaño hubo entre ambos países, en un momento de alta tensión por las situación entre Ucrania y Rusia. Y es que desde la famosa foto de José Maria Aznar con los pies encima de la mesa, en una reunión con George Bush, a la sintonía existente entre Barak Obama y el ejecutivo de José Luis Rodríguez Zapatero, la situación ha cambiado mucho.
Pasaron meses desde que Joe Biden ganara las elecciones y decidiera hacer una llamada a su homólogo español, Pedro Sánchez, mientras contactaba con decenas de jefes de estado o presidentes de otros países. La primera vez que se vieron fue a finales de abril, por videoconferencia, en la Cumbre del Clima organizada por el mandatario americano y en la que Sánchez se empleó a fondo anunciando el cierre de minas y centrales de carbón, así como el fin del 85% de la generación eléctrica de carbón, en España, para 2022. Ello inició un cambio de disposición que continúa con el encuentro de hoy.
Los contactos entre la anterior responsable de Exteriores española, Arancha González-Laya, y el ejecutivo estadounidense no fructificaron como se esperaba. Hace casi poco más de un año ella se reunía también con Blinken quien, consciente de la importancia de la ubicación de las bases norteamericanas en España, su cercanía con África y la posibilidad de control del Mediterráneo, agradecía la colaboración española.
Pero la pica en Flandes que suponen las bases militares estadounidenses en Morón y Rota, y el beneficio geoestratégico que otorgan, no fue suficiente para que tres meses después Biden diera un apoyo explícito a España en plena crisis con Marruecos, por la entrada de menores a través de Ceuta. Algo que tendrá que resolver el ministro de Exteriores que sustituyó a González-Laya, si quiere que las relaciones sean más fluidas y los convenios de colaboración avancen.
Sin embargo, la mutua pertenencia a la Organización del Tratado del Atlántico Norte y el convenio que respalda la ubicación de las bases militares estadounidenses, en España, abocan al entendimiento a los dos países. Los intereses son mutuos y el encuentro que hoy se inicia da paso al inicio de una solidez necesaria en sus relaciones para crear un frente común ante Rusia.
Así lo ha manifestado el propio Blinken, que solo tardó cuatro días en felicitar a Albares desde su nombramiento como ministro de Exteriores, mostrando su intención de “trabajar con España para fortalecer nuestra relación bilateral a través de una mayor colaboración en los desafíos compartidos”.
La reunión que tendrá lugar en Madrid, los próximos 29 y 30 de junio, será el momento que marque el futuro de las relaciones entre España y Estados Unidos. Esta no será una cumbre más de los países que forman la Organización del Tratado del Atlántico Norte. Supondrá la primera visita oficial de Biden a España, como presidente de los Estados Unidos, y la cristalización de una estrategia común de los países occidentales contra Rusia, en un momento de especial amenaza a la estabilidad continental por la posibilidad de una nueva invasión de Ucrania.
Será la culminación de una labor de relaciones multilaterales que ya está en marcha con los contactos que Sanchez está realizando con máximos mandatarios de países como Reino Unido o Francia, pero que no verá la luz si este viaje no funciona como se espera. La tensión entre Rusia y la OTAN es demasiado fuerte, en mitad de una pandemia que no acaba, como para desestimar la importancia de este encuentro. Los think tank, gabinetes de ambos responsables de exteriores y la diplomacia de los dos países son conscientes de que hoy empieza la cuenta atrás que permitirá a Estados Unidos desafiar a Rusia, con garantías, en caso de necesidad. Un camino que empieza hoy, en Washington, y acabará en junio, en Madrid.