Tensión en el Magreb ante una posible escalada de violencia entre Argel y Rabat

  • Argelia ha denunciado este viernes en una carta a Naciones Unidas “la extrema gravedad del terrorismo de Estado” practicado por Marruecos tras haber señalado a sus vecinos como responsables de la muerte de tres camioneros argelinos en el Sáhara Occidental

  • La Presidencia argelina promete que lo ocurrido en el territorio de la antigua colonia española “no quedará impune”

  • El Marruecos oficial sigue sin desmentir ni confirmar lo sucedido en vísperas del discurso del rey Mohamed VI con motivo del 46º aniversario de la Marcha Verde

Si hay un conflicto en el entorno euro-mediterráneo merecedor de la calificación de irresoluble –al margen del palestino-israelí- ese es, desde luego, el que desde hace más de cuatro décadas mantienen Argelia y Marruecos por el control del Sáhara Occidental. El contencioso en torno a la antigua colonia española, considerado desde 1965 como ‘territorio no autónomo’ por Naciones Unidas –que acaba de renovar por un año el mandato de la misión para la celebración de un referéndum, la Minurso- está en el fondo de los problemas entre los dos vecinos del Magreb, un mismo pueblo dividido por una frontera ficticia pero dramáticamente inamovible, y desde luego también lo está de la crisis agudizada en las últimas semanas entre Argel y Rabat. Una crisis que entró en una nueva fase el pasado miércoles, al denunciar Argel “el cobarde asesinato” mediante “un bombardeo brutal” con drones de tres de sus nacionales cuando transitaban por una ruta secundaria dentro del territorio del Sáhara Occidental. Concretamente, si la información aparecida en medios argelinos es cierta, el ataque se produjo al este del muro levantado por Marruecos en el interior de la extensa ex colonia española, esto es, la zona controlada por el Frente Polisario.

La opinión pública internacional y las cancillerías, fundamentalmente las europeas, parecieron descubrir la gravedad de la situación a finales del pasado mes de octubre a propósito del cierre por parte de Argelia del gasoducto Magreb Europa, que, desde hace 25 años, venía transportando el gas argelino a la Península pasando por territorio marroquí (525 kilómetros de su recorrido). Una decisión que comprometía el suministro de gas a España –también a Portugal y al propio Marruecos- en plena crisis energética internacional, con una crisis paralela y aún no superada entre Rabat y Madrid y a las puertas del invierno. Una decisión anunciada por representantes argelinos apenas dos días después del anuncio de la ruptura de relaciones diplomáticas con Marruecos el 24 de agosto. Como quedó confirmado el 31 de octubre, fecha en que expiraba el contrato del proyecto, Argelia suele ir en serio en sus advertencias. En agosto de 1994 Argel cerró las fronteras terrestres con Marruecos. Y hasta hoy.

11/2020: el Polisario da por muerto el alto el fuego

En cualquier caso la crisis entre Marruecos y Argelia viene de largo, desde la misma independencia de ambos Estados del poder colonial francés, pero para entender por qué ahora se ha desatado una escalada con tintes prebélicos hay que remontarse hace casi un año, cuando el desalojo por la fuerza por parte de militares marroquíes de una concentración de civiles saharauis en el paso del Guerguerat, zona desmilitarizada junto a la frontera con Mauritania, hizo que al Frente Polisario diera por concluido el alto el fuego con Rabat vigente desde 1991. Un mes después se produciría el otro hecho que ha cambiado la ecuación de la relación bilateral y del conjunto de la región: el reconocimiento estadounidense de la soberanía marroquí sobre el territorio saharaui. Una decisión adoptada por la Administración Trump en las postrimerías de su mandato que no ha sido revertida por la presidencia de Biden. Una iniciativa vinculada, además, a otro hecho capital para Rabat, el Magreb y el conjunto de la región MENA: el restablecimiento de relaciones oficiales entre Marruecos e Israel. Dos realidades que exasperan a Argelia.

Entretanto, desde el incidente de Guerguerat a uno y otro lado del muro se han vivido momentos de tensión, con intercambio de fuego ocasional entre las fuerzas marroquíes y las polisarias y sin que se hayan producido apenas movimientos sobre el terreno. En abril de este año Marruecos acababa con la vida de un mando militar del Polisario, Adah el Bendir, por disparos de un dron en un supuesto combate con fuerzas marroquíes cerca de la localidad de Tifariti, en la zona del Sáhara bajo control de las milicias del Frente.

Verano de acusaciones

El camino hasta la ruptura total del 24 de agosto ha sido el de un verano de reproches y acusaciones. El 15 de julio, el embajador de Marruecos ante la ONU Omar Hilale llamaba en un encuentro de los países no alineados a las autoridades argelinas a reconocer el derecho de autodeterminación del pueblo cabilio, que es el que habita en las montañas del norte argelino. Una solicitud que llegaba como respuesta a una intervención en el citado foro del ministro argelino de Exteriores, Ramtane Lamamra, en la que instaba a “descolonizar” el Sáhara. El 19 de julio Argel llamaba a consultas a su embajador en la capital marroquí.

Ese mismo día se destaparía el caso Pegasus: un consorcio europeo de medios de comunicación aseguraba que los servicios secretos marroquíes espiaban a los argelinos. Después, el 18 de agosto, el Alto Consejo de Seguridad argelino deploraba los “actos hostiles perpetrados por Marruecos contra Argelia”, concretamente su apoyo al Movimiento por la Autodeterminación de la Cabilia (MAK), a la que el pouvoir argelino vinculaba con actos “terroristas”. El cénit del desencuentro sería la citada ruptura de relaciones, anunciada el 24 de agosto, el cierre del grifo del gas dos días después y el del espacio aéreo (22 de septiembre) a aeronaves civiles y militares procedentes de Marruecos. El analista y periodista argelino instalado en Marruecos Oualid Kebir ya avisaba el pasado mes de septiembre en NIUS de que Argelia no se detendría y seguiría adoptando medidas. Así ha sido.

“Terrorismo de Estado”

Tras la denuncia de la Presidencia argelina este miércoles sobre la muerte de los tres transportistas y la advertencia de que lo ocurrido “no quedará impune”, este viernes la Cancillería argelina incrementaba el tono de su protesta contra Marruecos y hacía público el envío de una misiva a Naciones Unidas y otros organismos internacionales denunciando “la extrema gravedad del terrorismo de Estado” practicado por sus vecinos magrebíes. En la carta, el régimen argelino aseveraba que un ataque como el supuestamente perpetrado por Rabat “no puede ser justificado por ninguna circunstancia”. El texto concluía que “el uso por parte del Estado ocupante de un armamento sofisticado y mortal para impedir la libre circulación de vehículos comerciales en un espacio territorial en el que no tiene derecho alguno supone un acto de huida hacia adelante que supone riesgos inminentes para la seguridad y la estabilidad en el Sáhara Occidental y en toda la región”.

A juzgar por lo ocurrido otras veces, Argel responderá a la acción marroquí, aunque nadie sabe decir cómo y cuándo. Los analistas coinciden en que a ninguno de los dos regímenes les conviene que la situación escale militarmente, aunque nadie se atreve a descartar por completo que la chispa que dé pie a un enfrentamiento abierto salte en cualquier momento. Marruecos está saliendo como puede de una pandemia que ha hecho estragos económicos y sociales, aunque se siente respaldado militarmente por Estados Unidos y cuenta con una relación cada vez más sólida con Israel. Además, Rabat ha optado por decretar el silencio informativo respecto a lo que ocurre en el Sáhara y tender la mano en público al país vecino haciendo hincapié en la buena vecindad y la hermandad entre los dos países. Argelia, por su parte, vive desde hace varios años gravísimas dificultades socioeconómicas, además de una contestación interna –el Hirak- especialmente intensa desde los primeros meses de 2019, por lo que no es difícil colegir que con la demonización argelina al vecino Argel pretenda desviar la atención de sus problemas.

“Veremos movimientos por ambas partes que en ocasiones nos harán pensar que la confrontación es inminente, pero no se llegará a producir un enfrentamiento directo tanto por motivos internos de ambos países como por los Estados que hay detrás de ellos apoyándolos. En el caso de Argelia la crisis interna es preocupante, por lo que su Gobierno no debería llevar al país a una situación que empeorara la crisis social y en el caso de Marruecos se encuentra en un momento muy bueno de recuperación económica después de la formación de Gobierno. En caso de una confrontación directa las consecuencias serían nefastas”, explica a NIUS la profesora de Derecho Internacional Público y Relaciones Internacionales de la Universidad de Málaga Pilar Rangel. La soledad argelina frente a un Marruecos respaldado por Francia, Estados Unidos e Israel ha hecho que el régimen militar vuelva a mirar hacia Moscú, socio tradicional de Argel. No en vano, recientemente, el 20 de octubre, una delegación del Frente Polisario era recibida en la capital rusa por altos funcionarios de la Administración rusa.

Con muchas –casi todas- las incógnitas sobre lo que sucede realmente sobre el terreno en la antigua colonia española, con la diplomacia europea en horas bajas, una crisis energética y logística internacional y una dura salida de la pandemia en las dos orillas del Mediterráneo, el escenario es propicio para que la tensión entre las dos potencias malhadadas del Magreb siga en niveles preocupantes. La expectación ante la alocución pública del jefe de Estado marroquí, el rey Mohamed VI, este sábado con motivo del cuadragésimo sexto aniversario de la Marcha Verde es máxima.