Tangentópolis: 30 años después del gran caso de corrupción de la República Italiana
Entre 1992 y 1994 se fraguó una investigación que siguió a más de cinco mil personas y condenó a mil doscientas
Recibió ese nombre porque el fraude consistía en una serie de tangentes millonarias que salían de la política, pasaban por las empresas y volvían a los partidos
Aquellos años cambiaron la política italiana para siempre, ¿dónde estamos tres décadas después?
Fue una época tan decisiva para la historia de la política italiana que en el ambiente de aquel Milán de 1992 es aún posible de recomponer en un artículo. Son muchos los elementos, los acontecimientos que podrían nombrarse, los apellidos que recuperar, las figuras políticas que emergieron de aquel momento decisivo para la historia de Italia. Dicen que los acontecimientos históricos se pueden comenzar a ver con distancia con tres décadas de diferencia. Goffredo Buccini, ahora histórico periodista del Corriere della Sera, en aquel momento un joven que intentaba meter un pie en la profesión, y que se encontró escribiendo algunos artículos que formarían luego parte de la historia de Italia, forma parte de esta reconstrucción treinta años después de Tangentopoli.
Así se llamó, haciendo un juego de palabras que quería decir: la ciudad de las tangentes. 5 mil personas investigadas, 1200 condenados entre emprendedores, políticos, empresarios y demás y más de una treintena de muertes por suicidio. La política italiana era la otra gran víctima, una víctima que aún no se ha repuesto, como explicará Buccini luego. El sistema cambió a partir de aquellos dos años para siempre y dejó una nueva construcción en los partidos, pero algo de las formas se quedó para siempre, según comparten los analistas políticos en estas jornadas de recuerdo de aquel inicio de primavera del 92.
Se habían construido una red de “tangentes” que generaba un giro de dinero que salía de las concesiones públicas, iba a las empresas y volvía en porcentajes a la financiación de los partidos. El primer hombre, Mario Chiesa, político del PSI (Partido Socialista Italiano), que en aquel momento dominaba a su antojo el mundo empresarial milanés, fue encontrado con las manos en la masa. En aquel momento poca gente, confiesa Buccini, podía imaginar que aquello era un grano de arena entre un desierto de millones de liras que se movían ilegalmente. El fiscal general encargado del caso, Antonio Di Pietro, descrito como un joven visionario, de los primeros en utilizar un ordenador para registrar todos los datos en aquellos tempranos noventa, comenzó a escarbar en una ciudad de consumo y moda, esperanzada tras el boom económico de aquellos años pero que estaba a un paso de ver caer su sistema, la deuda nacional alcanzó máximos históricos aquellos años y una gran crisis amenazaba.
La cronología de hechos
Se sospechaba que los partidos tradicionales, el Partido Socialista Italiano, la Democracia Cristiana, los dos preponderantes que durante décadas habían dominado el sistema político, tenían algo que esconder. Pero no fue hasta que Mario Chiesa tiró del hilo que se pudo ir conociendo un fraude que afectaba transversalmente a todo el sistema. Una vez en la cárcel, tardó en “cantar” todo lo que sabía, lo hizo solo cuando escuchó a exponentes de su partido, al propio Presidente del Consejo de Ministros, que después se vería salpicado, Bettino Craxi, repudiarlo públicamente. Llegó el 5 de abril, y en este clima explosivo, se realizaron las elecciones generales con más abstención de la historia. Los partidos tradicionales vieron el principio de su fin y, otros como la Liga Norte, nacieron. En aquellos años Silvio Berlusconi, que ya era un afamado empresario milanés, hizo su aparición en la política y fundó Forza Italia, recogiendo los escollos que la vieja política había dejado por el camino. Empezaba una nueva era.
El llamado ‘pool di Mani Pulite’ (Agrupación de Manos limpias) se convirtió en un azote al fraude y sostenía la actuación de los valientes magistrados que se enfrentaron a una guerra contra el sistema. Eran queridos, el propio Di Pietro, que luego daría también el salto a la política, era coreado a las afueras de los juzgados para animarlo en su lucha por la verdad. En aquel momento se percibió como un golpe encima de la mesa que podía ser definitivo ante una sociedad que respiraba corrupción de forma constante. Pero no fue así, como confiesa Buccini. Aquella oportunidad de cambio para Italia demostró que, como diría Giuseppe Tomasi di Lampedusa, en su célebre ‘Gatopardo’, se cambia todo para que nada cambie.
La opinión pública y la prensa tuvieron un papel fundamental, pesado y sobrepasado en ocasiones, como reconoce tras aquellos años el periodista Goffredo Buccini. Los medios de comunicación italianos abrieron sus contenidos con Tangentopoli durante dos años enteros y aquel desprestigio continuó, a veces voraz, y fue insostenible para algunos de los acusados. En aquellos años 32 imputados se suicidaron. “Era un momento de violencia extraordinaria, no solo física, también psicológica, algunos no soportaron verse retratados como ladrones”, añade el periodista. Nombra el famoso caso de Sergio Moroni, que el 2 de septiembre del 1992, se disparó en la boca con un rifle dejando algunas cartas tras su suicidio, una de ellas al Presidente de la Cámara en aquel momento, Giorgio Napolitano.
Tres décadas después, la impresión de Buccini es que Tangentopoli es una herida abierta que nunca se ha cerrado en Italia. Si le preguntas a un quinceañero, no sabrá decirte quién fue Bettino Craxi ni Chiesa, pero eso no significa que aquella época oscura de fraude se haya cerrado. Solo ha cambiado de protagonistas, dice el periodista. “En todo este tiempo la corrupción no ha desaparecido, ha aumentado, pero se ha convertido de una manera muy difusa, antes estaba en la secretaría de los partidos, ahora es como si la corrupción siguiese el destino de la ciudadanía italiana”, finaliza.