Para el gusto de sus padres, Kirk Murphy tenía un comportamiento excesivamente afeminado. "Prefería jugar con muñecas y le encantaba acariciar el pelo. Creí que eso no era típico de un niño", explica su madre Kaytee. "Entonces vi un anuncio en televisión en el que un psicólogo buscaba reclutar niños afeminados para meterlos dentro de un programa financiado por el Gobierno de California, y pensé, mejor ahora que cuando sea más difícil solucionarlo", recoge el diario inglés Daily Mail.
Y entonces comenzó un verdadero infierno para Kirk que nunca logró superar. Sentado en una sala con un espejo, este pequeño de cinco años tenía que elegir entre juguetes "masculinos" (esto es, soldados de plomo, pistolas de plástico, esposas, coches...) y juguetes más de niña, como las muñecas. Si su elección tenía cuatro ruedas o un gatillo, era felicitado por su madre, que le gritaba su amor a los cuatro vientos. Si, por el contrario, le apetecía más jugar a las barbies, su madre le ignoraba por completo. Y ya podía llorar hasta hartarse, que Kaytee cumplía a rajatabla las directrices impuestas por el doctor George Rekers, el encargado de hacer de este niño un hombre rudo de pelo en pecho.
El experimento no terminaba aquí, si no que Kirk también tenía deberes para casa. Cuando el niño hiciese algo de chico, los padres tenían que darle una ficha de póquer azul y, si hacía algo de niña, una ficha roja. Luego venía el recuento. Caramelo de recompensa si sobre la mesa se contabilizaban más fichas azules que rojas, palizas si ganaba el rojo.
Diez meses después, el doctor Rekers creyó que Kirk ya estaba salvado y que crecería como un hombre sano, pero la verdad era muy distinta y el chico nunca volvió a ser como era antes. Además, el sistema de recompensas y catigos por hacer cosas de niños o de niñas continuó durante mucho tiempo en su casa.
Kirk creció y tuvo una existosa carrera en las Fuerzas Armadas "pero jamás fue feliz", cuenta su hermana pequeña. "Kirk siempre ha creído que era una persona diferente a los demás, un muñeco roto que no encajaba. Durante tres años comió su almuerzo en el baño para no cruzarse con nadie...", explica.
Kirk aguantó esta vida hasta los 38, cuando ya no pudo más y se ahorcó. Ahora, su familia culpa al doctor Rekers de su muerte, quien ya se ha defendido diciendo que "sólo quería ayudar. No se me puede culpar de su muerte".
Poco después de que Rekers dejase de tratar a Kirk se convirtió en un conocido activista contra los homosexuales. Sin embargo, el año pasado fue fotografiado en el Aeropuerto Internacional de Miami con un prostituto con el que mantenía relaciones sexuales.