Desde hace años hay una palabra en el diccionario italiano que hace honor al líder indiscutible de la Liga. ‘Salvinata’ significa literalmente “salida típica del político Matteo Salvini”. Al principio, cuando fue introducida en 2015 como neologismo, se utilizaba para describir una acción, un comentario, una respuesta hecha con picardía, hasta con astucia. Ahora se usa para hacer referencia a alguien que ha hecho un papelón. La evolución de este término entre la sociedad italiana constituye un buen paralelismo con la propia persona, con el político.
Matteo Salvini pasó de Ministro a vídeo viral por haber tenido que aguantar ser llamado “payaso” a la cara en su visita de esta semana a la frontera de Polonia con Ucrania. Y esa es una entre tantas escenas “memorables”.
Sus incongruencias lo persiguen desde hace tiempo. Su historia política lo ha llevado a un lado y a otro desde que fue Ministro de Interior en el primer gobierno de Giuseppe Conte, allá por el 2018. Desde allí a la oposición y desde la oposición a formar parte del Gobierno de consenso nacional de Mario Draghi. Dentro y fuera en tan pocos años ha tenido que desdecirse en muchas ocasiones a cambio de estar en las entrañas del aparato político. Un buen ejemplo fue su discurso cercano a los anti vacunas, cuando la pandemia existía desde hacía pocos meses. Su presencia en el Gobierno que luchaba por conseguir la vacuna obligatoria, como se acabó decretando en Italia para mayores de 50, lo señalaba directamente, lo ponía entre la espada y la pared. Un día decía, intransigente, que nunca permitiría una medida así y al día siguiente se veía en la obligación de votar a favor para mantener su partido en el Ejecutivo.
Es precisamente su propio partido, sus filas, las que se encontraban siempre más cercanas al centrismo de Draghi y las que lo hacían caer a veces en la contradicción de la radicalidad que demostraban a veces sus ideas. Los presidentes regionales del partido, en el norte, hicieron la presión suficiente para que no hubiese el mínimo riesgo de hacer caer el Gobierno. Prevalecía la recuperación económica. Pero los consejeros más cercanos, explica Mattia Zulianello, experto en populismos de la Universidad de Trieste, mantienen esa idea del partido tan centrada en su figura. Sin Salvini no hay Lega. Tanto es así que hace tiempo el partido cambió de nombre para llamarse directamente ‘Lega Salvini premier’. “Es un partido tan centralizado que el éxito o el infierno pasan solo por una figura y ahí hay mucho riesgo”, añade Zulianello.
Además, añade el experto, hace tiempo que no celebran congresos, es imposible medir desde fuera quién está en su contra y quién a su favor, no se pueden hacer números si no se reúnen. No hay otro que pueda sustituirlo, pero desde aquel verano en el Papeete las ‘salvinidas’ han sido muchas y las elecciones del año próximo pondrán sobre la mesa cuánto le queda de vida política. Su entorno, desconsolado según la prensa italiana, define a su líder como imprudente, pero solo de puertas para dentro. Salvini se lanza sin mirar las consecuencias, una y otra vez.
Decir y desdecir continuamente ha tenido un precio para aquel hombre que repudiaba el sur y luego se propuso presidir toda Italia. Aquel que abrió una guerra contra los migrantes de la ruta del Mediterráneo -y aún tiene un caso judicial abierto por secuestro de personas al no dejar desembarcar a 150 personas rescatadas en el mar en 2019- pero que esta semana tenía que ir a la frontera con Ucrania a dar una mano a los “refugiados de verdad”. El que en la, tantas veces criticada esta semana, visita a Rusia, tuvo que llevar una camiseta con la cara de Putin, que ahora le persigue. O aquella vez, en campaña electoral, en la que llamó al telefonillo de un ciudadano tunecino en Italia y le preguntó si “trapicheaba”. Son muchas las líneas atravesadas que ahora juegan en su contra.
La falta de contención le salió bien a su compañera de coalición y contrincante al mismo tiempo, Giorgia Meloni. Hace tiempo que los sondeos le dan los votos que la Lega pierde, que se encuentra siempre en descenso desde su éxito electoral de hace cuatro años. Y así es también con las encuestas de popularidad, que castigan cada vez más a Salvini y hacen subir a Meloni. El mensaje de la líder, a veces más unitario y coherente, siendo Hermanos de Italia ahora el único partido de la oposición en Italia, han favorecido a crear la imagen de una líder más creíble para los votantes, tal y como explica el profesor de Ciencias Políticas de la Universidad de Salento, Federico Russo para NIUS.
Aunque muchos hubiesen encuadrado a Meloni mucho más a la derecha que a Salvini, haber elegido bien su estrategia le ha hecho un traje a su medida que atrae más respeto. La competición en la derecha, añade Russo, es altísima, pero la soledad de Salvini puede inclinar la balanza hacia la líder de Hermanos de Italia antes de lo pensado.