Siria, 10 años de guerra y vidas rotas: "¿Cómo voy a regresar si no queda nada?"
Una década después del inicio del conflicto, Siria es un país arrasado sin esperanza para la población civil
Los testimonios de los civiles que han tenido que dejar sus hogares son desgarradores
La violencia, la crisis económica y, ahora también, la pandemia de coronavirus sitúan a la población al borde del abismo
El gesto serio de Ammar delata un cansancio infinito. Huyó de Siria hace más de un año, junto a su mujer y sus hijos (tiene cinco, de entre 10 años y dos meses de edad). Habla con NIUS -por videollamada- desde el campo de refugiados griego de Malakasa (a 38 kilómetros al norte de Atenas). Cuenta que se marcharon por la guerra, porque la vida allí es muy difícil, porque no hay comida, porque las bombas no dejan dormir. Una destruyó su casa. Vivían en Deir ez-Zor, al este del país.
Allí, en Siria, quedaron sus padres y uno de sus hermanos. No sabe nada de ellos desde hace cinco años. Se perdieron la pista con un conflicto del que ahora se cumple una década.
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Ammar (35 años) y los suyos dejaron su país en busca de una vida mejor. Pero nada es cómo esperaban. "Aquí dormimos los siete", dice mientras muestra con su móvil la pequeña pieza del alojamiento prefabricado. Cuenta que quiere salir de Grecia y llegar a Alemania, donde tiene otro hermano y una hermana.
Ammar quiere un empleo (en Siria trabajaba en una empresa de queso) y que sus hijos puedan estudiar. ¿Y Siria? "Si la guerra termina, ¿cómo voy regresar si una bomba destrozó mi casa? Necesito ganar dinero para volver a construirla", afirma. Como él, casi seis millones de sirios han tenido que abandonar su país por un conflicto que se ha cebado con la población civil (en total, 12 millones han dejado sus hogares entre desplazados internos y refugiados).
De momento, ellos sigue esperando en ese campo de refugiados griego. Les ayudan cooperantes como Pablo, de la organización Remar, un español que llegó para dos semanas y acabó quedándose cinco años.
"No quiero recordarlo... fue demasiado cruel", dice ahora Seham Hamu, una mujer de 74 años a Reuters. Ella sigue en su país, en la localidad siria de Duma, donde en 2018 se produjo un ataque químico contra la población civil (según confirmó la Organización para la Prohibición de Armas Químicas). Dos años antes, Seham ya había perdido a su esposo, un hijo y una nieta al caer sobre su casa un misil. Ella intenta mirar hacia adelante, pero no es fácil.
"Una pesadilla viviente"
En un país arrasado, la violencia, la crisis económica y, ahora también, la pandemia de coronavirus sitúan a la población al borde del abismo. Un dato: en el último año, el precio de la cesta de la compra aumentó en Siria más del 230%. Según UNICEF, más de medio millón de niños menores de cinco años sufren retraso en el crecimiento como resultado de la desnutrición crónica.
El organismo para la infancia de la ONU denuncia que entre 2011 y 2020 casi 12.000 niños murieron o resultaron heridos. Más de 5.700 menores, algunos de tan solo siete años, fueron reclutados para los combates.
Alerta también de que el número de niños que muestran síntomas de trastornos psicosociales se duplicó en 2020. La exposición continua a la violencia, el shock. La situación en es especialmente complicada, con millones de desplazados, en el norte del país.
El número de muertos en el conflicto varía según las fuentes. , según el Observatorio Sirio para los Derechos Humanos, ascenderían 387.000 fallecidos desde 2011.
Diez años después del inicio de la guerra, Siria ha desaparecido de los titulares; pero continúa siendo "una pesadilla viviente", tal y como ha dicho el secretario general de la ONU, António Guterres. En ese complejo tablero en el que lidian el régimen de Bachar el Asad, grupos rebeldes, islamistas radicales, fuerzas internacionales... para la población civil, todas las esperanzas permanecen rotas.