Tranquila, leyendo más de lo que leían sus antecesores y con una chaqueta entre rosa y salmón, la presidenta de la Comisión Europea Úrsula Von der Leyen abrió el curso político de las instituciones europeas con su segundo discurso sobre el estado de la Unión Europea. La alemana repasó sus logros del curso pasado y centró las prioridades del que empieza:
Conocido ya en las instituciones europeas con el acrónimo de SOTEU (State of the European Union, Estado de la Unión Europea), este discurso es una copia del “Estado de la Unión” que cada año pronuncia el presidente estadounidense. Es el discurso en el que se repasa el curso anterior y se fijan las prioridades para el que empieza. La tradición europea empezó con el portugués José Manuel Durao Barroso en 2010, la mantuvo el luxemburgués Jean-Claude Juncker y la respeta la alemana Úrsula Von der Leyen.
La presidenta de la Comisión empezó a preparar el discurso a mediados de agosto y para ello consultó a expertos del Ejecutivo europeo pero también a algunos expertos externos a las instituciones. Buscaba otra mirada, otro enfoque, y apuntar bien a las prioridades políticas hasta junio, teniendo además en cuenta que la presidencia semestral que marcará con más fuerza el curso, la de enero a junio, la ejercerá una Francia que en abril va a las urnas.
El repaso al año sanitario centró la primera parte del discurso. Von der Leyen hizo balance del proceso vacunatorio, que las autoridades europeas consideran un éxito gracias a la compra conjunta. Y aplaudió que los 27 decidieran ir juntos, de la mano, en la vacunación del continente, “algo de lo que podemos estar orgullosos”. “Hace un año –dijo la presidenta- ni siquiera sabíamos si tendríamos una vacuna segura y efectiva”. Más del 70% de la población adulta europea ya ha sido vacunada.
Von der Leyen aprovechó para prometer que Europa donará este curso millones de dosis de vacunas a países en desarrollo. Lo que no dijo es que los contratos firmados hasta ahora con las farmacéuticas hacen que, si estas cumplen, sobren cientos de millones de viales aún pinchando una tercera dosis a toda Europa.
La presidenta aseguró que la Unión Europea ya ha donado 250 millones de dosis (incluye las donaciones de los Estados miembros) y que donará 200 millones más de ahora hasta mediados del próximo año. Además, pondrá 1.000 millones de euros para aumentar la producción de vacunas en África y “asegurar que esto no se convierta en la pandemia de los no vacunados”.
Su discurso siguió en política sanitaria al asegurar que la futura Autoridad para la Preparación y Respuesta a Emergencias Sanitarias (HERA, en sus siglas en inglés), equivalente a la estadounidense BARDA (Biomedical Advanced Research and Development Authority), tendrá hasta 2027 unos 50.000 millones de euros. Esa nueva estructura será, según Von der Leyen, responsable de “evitar que un nuevo virus se transforme en una pandemia mundial”. Ese gasto, explicó “es una excelente inversión”.
También aplaudió el éxito del certificado covid europeo, del que ya se han emitido más de 400 millones de ejemplares y que ya está conectado con otros 42 países en cuatro continentes. Es uno de los secretos de la relativa reactivación del turismo este pasado verano.
De sanidad pasó de puntillas a economía. El gran tema de la vuelta a clase en Bruselas es el inicio del debate sobre qué hacer con el Pacto de Estabilidad y Crecimiento. Aplicarlo a partir de 2023 tal y como está, como piden los ‘frugales’. O reformarlo antes para hacerlo menos pro-cíclico y para que no tenga en cuenta el gasto contra la crisis climática, como piden Francia, Italia o España entre otros. Von der Leyen sólo dijo que quiere “construir un consenso”. A menos de dos semanas de las elecciones alemanes, lo mejor que pudo hacer fue taparse.
Sí aporto un poco más en materia de fiscalidad empresarial. La Comisión Europea trabajará, aseguró su presidenta, en una iniciativa legislativa que impida que las empresas disimulen beneficios detrás de sociedades pantalla en paraísos fiscales. El comisario de Economía, Paolo Gentiloni, ya anunció lo mismo hace seis meses.
Se trata de luchar mejor contra esa evasión fiscal que hace que los Estados miembros dejen de ingresar cada año decenas de miles de millones de euros que se pierden por sumideros fiscales. Von der Leyen dijo también que la Comisión “hará todo lo posible para conseguir una tasa mínima a nivel mundial” para el impuesto de sociedades, como apoya Estados Unidos y se avanza en la OCDE.
Después de casi una hora en inglés la presidenta pasó al francés cuando empezó a hablar de las cicatrices que deja la crisis, de los bajos salarios y de su relación con esa evasión fiscal empresarial. Dijo que “la igualdad social es también igualdad fiscal”.
Y vendrá con iniciativas, como la de un programa, copiado del Erasmus, que permita a los jóvenes ganar experiencia profesional en otros Estados miembros. Se llamaría ALMA. Un programa similar, que financia becas a jóvenes recién licenciados, ya existe. Se llaman Becas Leonardo.
“Europa necesita un alma, un ideal y el deseo político de servir ese ideal”. La frase, redonda, bonita, pronunciada al inicio del discurso, casa mal con asuntos señeros de la política europea como la ‘Fortaleza Europa’ en política migratoria o las relaciones casi carnales con algunas dictaduras infames. También cuando Von der Leyen dijo que “Europa está con el pueblo afgano”, olvidando que las iniciativas europeas del último mes, desde la caída de Kabul en manos de los talibán, se centran precisamente en evitar la llegada de refugiados afganos.
A la crisis climática llegó a los 45 minutos de discurso para decir que la ambición climática debe ir acompaña de responsabilidad social y que la europea es “la primera gran economía que ha presentado una legislación completa para conseguir el objetivo de reducir un 55% sus emisiones para 2030”. La presidenta recordó la próxima gran cumbre del clima, en noviembre en Glasgow. En esa COP26 la Comisión Europea espera que China detalle sus planes y que Estados Unidos anuncie objetivos más ambiciosos.
En materia de Defensa, sector en el que la Unión Europea apenas tiene competencias, Von der Leyen anunció que para finales de año habrá una declaración conjunta entre la UE y la OTAN. Las dos organizaciones buscan colaborar para que los primeros pasos en materia de Defensa común de la UE no se pisen con programas de la OTAN. Es también una forma de tranquilizar a los gobiernos de Europa del este, que temen que una Europa de la defensa se haga a costa de reducir el papel de la OTAN.
Von der Leyen considera que en materia de Defensa, como dijo en las últimas semanas su vicepresidente Josep Borrell, Europa debería poder hacer más por su cuenta. Entiende la presidenta que “habrá misiones donde Naciones Unidas o la OTAN no estén presentes pero en las que debería estar Europa. Por eso necesitamos una Unión de la Defensa Europea”. La presidencia francesa, en el primer semestre de 2022, organizará una cumbre centrada en política de Defensa.
Al alemán pasó tras 70 minutos para hablar de Estado de derecho y recordarles a Hungría y a Polonia –con expedientes abiertos por su deriva iliberal- que ella apuesta por el diálogo “pero no como un fin, sino para llegar a algún sitio”. Los nuevos fondos europeos están bloqueados para esos dos países por el choque entre Budapest y Varsovia con Bruselas por cuestiones como la independencia judicial o el respeto a las minorías, entre ellas las personas LGTBI. Sin atreverse a dar nombres, la presidenta sí dijo que “en ciertos Estados miembros vemos evoluciones preocupantes”.
Von der Leyen pidió a los gobiernos que hagan esfuerzos para sacar adelante el Pacto Migratorio, que está bloqueado porque las posiciones son distantes: “En el año transcurrido desde que propusimos el Pacto Migratorio el progreso ha sido dolorosamente lento”. En realidad no ha habido progreso.
La presidenta también entró en otro asunto en el que las competencias europeas son muy limitadas. Anunció que de aquí a finales de año propondrá legislación “contra la violencia hacia las mujeres, con castigos penales y medidas de protección”.
Un discurso para defender un balance más que decente pero lejos de la pasión política, con pocas posibilidades de ser la palanca necesaria para poner en marcha proyectos. Práctico, didáctico y sustancial, dirían sus defensores. Tecnocrático y aburrido, sus detractores. Plano y previsible, sin carisma.