Casi dos semanas de incesantes bombardeos rusos sobre la ciudad ucraniana de Járkov, la segunda más grande del país. Pero en una de las plazas en el extrarradio de la ciudad, la estampa es extraña. Varios camiones rusos reparten comida a una larga fila de ucranianos que espera pacientemente.
Mujeres, niños y ancianos y algún hombre, todos con brazaletes blancos sobre sus abrigos, recogen paquetes de pasta, azúcar o leche de manos de militares rusos. Tras las bombas rusas, la comida rusa. En los accesos a la plaza varios vehículos militares y soldados rusos vigilan sin soltar sus armas ni un solo momento.
A ojos de un occidental la estampa parece una paradoja. Rusia les da comida tras atacarles, pero hay una explicación. La ciudad de Járkov está a tan solo 30 kilómetros de la frontera y es de mayoría rusa.
Putin anhela anexionarse, si no todo, al menos esta parte de Ucrania y no quiere que sus habitantes le odien, por eso les da alimentos y ayuda.
En sus ánimos expansionistas, Putin quiere a toda costa que Járkov sea rusa en breve. Al igual que piensa quedarse con la zona del Donbás y la costa del mar de Azov, pese a quien pese. Son sus líneas rojas en todas la negociaciones.
En su lógica, Putin considera que si vas a ocupar un territorio lo mejor es evitar que te odien demasiado (y más cuando la guerra se está prolongando mucho más de lo previsto). Por eso el Ministerio de Defensa ruso ha destinado 10.500 kilos de comida y ayuda humanitaria para la zona. Putin quiere ese territorio, pero sobre todo a sus habitantes.
Rusia arrastra una grave crisis demográfica desde hace años y empeorada por la pandemia. La pirámide poblacional está invertida. El país más extenso del mundo solo tiene 146 millones de habitantes. Por cada mil habitantes hay 7 nacimientos (como España) pero el doble de fallecidos (16 cada mil).
Rusia necesita gente, mano de obra y a ser posible joven y de raíces rusas o de las exrepúblicas soviéticas, tal y como señalan varios expertos. Anexionarse Ucrania o al menos una parte le solucionaría la situación. Quedarse con Járkov, el Donbás y la parte del mar de Azov supondría aumentar la población rusa en 15 millones de personas. Eso también está en la mente de Putin al decidir invadir Ucrania.
Población y dinero. Rusia ha hecho cuentas y no invade cualquier territorio. Járkov, el Donbás y la costa de Azov son la parte más industrial, más rica y más poblada de Ucrania. Allí hay empresas, iniciativa y capital, o al menos lo había antes del 24 de febrero. Si Putin no puede quedarse con toda Ucrania, podría conformarse con este buen pellizco al territorio ucraniano.