Con globos, champán y cupcakes. Una residencia de ancianos de California, en Estados Unidos, ha convertido en una fiesta el día en el que llegaron las vacunas contra el coronavirus. Para Sid, de 87 años, el fármaco es una dosis de libertad tras meses encerrado en el centro para evitar contagiarse.
Él y otros 60 residentes han recibido de buen grado el pinchazo de Pfizer. Margarita Crockem, la directora del centro de mayores, asegura que se sintió emocionada al saber que recibirían la vacuna y que no se esperaban estar en la lista, por eso es un día de celebración.
Nadie ha rechazado la oportunidad. Todos son conscientes de que inmunizarse es la única forma de recuperar la tan ansiada normalidad que les permita volver a ver de forma segura a sus seres queridos.