El pasado septiembre, el ex primer ministro Matteo Renzi saltaba de plató en plató presumiendo de estar detrás de la trama que acabó con el ultraderechista Matteo Salvini fuera del Gobierno. “He hecho una operación de palacio, maquiavélica, y para mí Maquiavelo es un grande”, confesaba Renzi en el histórico programa Porta a Porta. Porta a Porta
El político florentino condujo a sus colegas del socialdemócrata Partido Democrático (PD) a pactar con sus archienemigos del Movimiento 5 Estrellas (M5E). Nadie en el PD -empezando por Renzi- creía en la alianza, pero el aspirante a Maquiavelo veía en ella un instrumento. Poco después abandonó el PD y creó su propio partido, Italia Viva, con el que tendría los diputados suficientes para convertirse en clave de bóveda del Gobierno.
Renzi recuperaba así la influencia perdida desde que en 2016 abandonara el cargo de primer ministro, al que había llegado además echando a codazos a su correligionario Enrico Letta. Tras el acuerdo entre el M5E y el PD volvería a tener acceso al botón rojo, que ahora más que nunca amenaza con accionar. El Consejo de Ministros acaba de aprobar un decreto para modificar la prescripción de los delitos, con el que el ex primer ministro no está de acuerdo, por lo que las representantes de Italia Viva en el Ejecutivo no participaron en la reunión decisiva. Renzi anuncia que boicoteará la tramitación parlamentaria y presentará una moción de desconfianza -similar a la moción de censura- contra el ministro de Justicia, Alfonso Bonafede, del M5E.
Todo esto ha elevado la tensión con el actual premier, Giuseppe Conte, a un aparente punto de no retorno. El primer ministro ha asegurado que si Renzi sigue por ese camino “tendrá consecuencias” y ya se habría puesto en contacto con el jefe de Estado, Sergio Mattarella, para advertirle de una posible crisis en el Gobierno. Los diputados de Italia Viva no comprometerían la mayoría del gabinete en la Cámara de Diputados, pero sí en el Senado, lo que en un sistema bicameral perfecto como el italiano significa dejar caer al Ejecutivo. Renzi ha subido la apuesta y ha respondido en Facebook: “Si el premier me quiere echar, que lo haga, está en su derecho”.
Ambos parecen haber llegado muy lejos, pero en Italia todo puede volver a enderezarse hasta el último segundo. Si no fuera así y el partido de Renzi retirara su apoyo al Ejecutivo, habría básicamente dos posibilidades: elecciones anticipadas o un nuevo arreglo parlamentario que permitiera encontrar una mayoría alternativa. En el primero de los casos, habría una primera complicación en el horizonte. El 29 de marzo se vota en referéndum que el Parlamento reduzca en un tercio el número de escaños y lo lógico sería aprobar una nueva ley electoral, por lo que los tiempos retrasarían un hipotético adelanto de los comicios. La posibilidad de encontrar los diputados suficientes para no pasar por las urnas es todavía más compleja.
Conte parece dispuesto a desprenderse de la constante amenaza que representa Renzi, por lo que habría activado ya la maquinaria para encontrar en otros grupos los apoyos que le harían falta. Le bastaría con seis senadores, que podría ir a buscarlos a Forza Italia de Silvio Berlusconi. En Forza Italia hay una corriente de centristas, que podrían llegar a apoyar un pacto con el PD y el M5E, mientras que otro sector se inclina por mantener la colaboración con la derecha capitaneada por Matteo Salvini y Giorgia Meloni. Otra opción sería que Renzi cambiara de bando y pactara con todo este bloque derechista. Los dos supuestos parecen muy improbables, pero en ambos aparece Silvio Berlusconi, antiguo admirador de Renzi y antecesor de éste en los juegos palaciegos.
Lo que está claro es que ni al M5E ni a Italia Viva le interesa ir a elecciones. En el caso de los ‘grillinos’, porque se prevé que perderían dos tercios de los diputados que ahora tienen; y en el del partido de Renzi, porque los sondeos no le dan más de un 4%. Ambos cuentan ahora con un poder mucho mayor que el apoyo que le confieren los italianos y unas elecciones anticipadas supondría dejarle el Gobierno en bandeja a Salvini. Por tanto, todo podría quedar en uno más de los innumerables pulsos estériles de la política italiana. En realidad, el actual Gobierno no entiende de otra cosa.
Poder. Es lo que ha movido siempre su carrera política. Actualmente las encuestas le otorgan un 13% de popularidad, no hay un líder peor valorado que él. Desde que fracasó en el referéndum constitucional -convertido en plebiscito sobre sí mismo- que lo obligó a dimitir como primer ministro, no ha sabido apartarse. A sus 45 años, podía haber esperado su momento, pero no ha hecho más que quemarse para recuperar lo que le negó el electorado. Apoyando este Gobierno estaba también sustentando a un gabinete de hombres débiles. El único con un peso específico era paradójicamente Conte, que llegó a la política hace menos de dos años como hombre de paja entre la Liga y el M5E.
En este tiempo, Conte se ha construido una red de seguridad en las instituciones. Justo la que ansía Renzi. Por eso, su ambición fundamental es desbancarlo e intentar colocar en su lugar a otro hombre con el que mantenga una mejor relación. El más cortejado es Mario Draghi, ex presidente del Banco Central Europeo. Pero la pregunta es, ¿para qué?. Y después, ¿intentaría Renzi la misma jugada con él?
Queda en el último orden de prioridades, porque realmente se trata de un asunto tan corriente para el Gobierno como cualquier otro. El anterior Ejecutivo formado por la Liga y el M5E aprobó una ley para suprimir la prescripción de determinados delitos después de una sentencia en primer grado, que fue muy criticada por el PD al entender que no respetaba las mínimas garantías procesales, y que ahora ha sido reformada. Con la nueva norma, los delitos no prescribirán sólo si hay condena en primer grado. Los tiempos de la Justicia en Italia son muy lentos, pues las sentencias deben ser confirmadas en tres ocasiones y para entonces muchas infracciones ya han prescrito.
El PD ha sido capaz de llegar a un acuerdo con el M5E, pero Renzi no ha dado su brazo a torcer. Ante la actual debilidad del Cinco Estrellas pensó que sería capaz de ganar el órdago, pero tampoco estos han cedido. La ley de la prescripción es, sin embargo, el último mcguffin de la política italiana. Se trata, en definitiva, de una batalla por el poder en el seno de un Gobierno siempre inestable.