Liz Truss es una de las ministras británicas más desconocidas y silenciosas del gabinete de Boris Johnson y, a la vez, una de las más efectivas y brillantes. Fue nombrada ministra de Comercio Internacional en julio de 2019 nada más llegar al poder Johnson y desde entonces ha firmado acuerdos de continuidad con la mayoría de países que tienen acuerdo con la Unión Europea (UE). En total, 62 países. De este modo, ha garantizado que las empresas británicas puedan seguir comerciando después del Brexit. Se estima que estos acuerdos cubren 117.000 millones de libras (132.000 millones de euros) en exportaciones del país.
El último año y medio Truss se lo ha pasado viajando por todo el mundo en medio de la pandemia y mientras Johnson y los negociadores británicos se peleaban con los europeos para lograr el mejor acuerdo posible para el país. Con algunos países como Japón y Turquía ha ampliado esos tratados de continuidad. En octubre firmó el nuevo Acuerdo de Asociación Económica Integral (CEPA) con Japón, un acuerdo que va más allá del que tenían a través de la UE. Reino Unido y Japón acordaron mejoras significativas en áreas como los servicios financieros y el comercio digital. También en el comercio de mercancías, donde establecieron un plazo de reducción arancelario similar al que tienen la UE y Japón. Este acuerdo tiene un valor de 31.600 millones de libras (36.000 millones de euros), un 2 por ciento de todo el comercio británico.
Después cerró un nuevo tratado de libre comercio con Turquía, que incorpora varios acuerdos diferentes en uno solo y que incluye bienes industriales, carbón y acero, productos agrícolas y productos agrícolas elaborados. Este acuerdo está valorado en 18.600 millones de libras (20.890 millones de euros). Es su quinto mayor tratado de libre comercio tras el de Japón y los de continuidad de Canadá, Suiza y Noruega. Estos acuerdos permiten al Reino Unido comerciar bienes y servicios, abaratándolos mediante la eliminación o reducción de aranceles, mediante impuestos o cargos de los gobiernos por el comercio transfronterizo de bienes, y a través de la eliminación de cuotas (limitación de la cantidad de bienes que se pueden comerciar) o la alineación regulatoria.
Liz Truss, de 46 años, tiene un perfil un tanto peculiar. Hizo campaña a favor de la UE, es hija de un matemático y de una enfermera con ideología de extrema izquierda y ha terminado en un partido de derechas y brexitero. Es una gran defensora del libre mercado y admiradora de Margaret Thatcher. Tras licenciarse en la Universidad de Oxford, fue directora comercial en la petrolera Shell y directora económica en la firma de telecomunicaciones Cable&Wireless. En 2010 fue elegida diputada y fue ministra de Medio Ambiente, de Justicia y del Tesoro con David Cameron. Es ambiciosa y en un primer momento anunció que se presentaba en las primarias para suceder a Theresa May de 2019 pero se retiró para dar su apoyo a Johnson.
Bajo la dirección de Truss (y de Liam Fox antes que ella) el Reino Unido ha vuelto a construir su capacidad de negociar acuerdos internacionales tras cuarenta años delegando estas funciones en la UE. El ministerio de Comercio Internacional ha contratado a expertos del sector privado y negociadores veteranos del exterior para llevar a cabo la labor. En estos momentos, Truss está en conversaciones para mejorar los acuerdos con Noruega, Islandia, México y Canadá. En el caso de Canadá, ambas partes se han comprometido a finalizar las negociaciones para finales de 2023.
El pasado 31 de enero, Truss anunció que el Reino Unido ha solicitado entrar en la área de libre comercio transpacífica, el Tratado Integral y Progresista de Asociación Transpacífico (CPTPP, por sus siglas en inglés). Este tratado agrupa a once países de Asia y el Pacífico: Australia, Brunei, Canadá, Chile, Japón, Malasia, México, Nueva Zelanda, Perú, Singapur y Vietnam. Permite comerciar bienes sin aranceles y representa un 13 por ciento del comercio global con un valor de 9 millones de millones de libras. También dijo que está negociando otros tres acuerdos importantes con Nueva Zelanda, Australia y los Estados Unidos. En el caso de Estados Unidos, el valor de negocio de 273.000 millones de dólares (225.000 millones de euros).
Esta semana Liz Truss ha estado en India y ha cerrado un acuerdo con Tata Consultancy Services, empresa líder en tecnología digital, que supone la creación de 1.500 puestos de trabajo altamente cualificados en Reino Unido. También ha ampliado el contrato con el gigante farmacéutico y tecnológico indio Worckhardt, que fabrica la vacuna de AstraZeneca en la planta galesa de Wrexham. Durante esta visita de cinco días, y con estos acuerdos, se ha pavimentado el terreno para el futuro acuerdo de libre comercio entre los dos países, que tienen un comercio bilateral de 21.300 millones de dólares (17.560 millones de euros). India es una de las economías emergentes más grandes del mundo con un mercado potencial de 1.400 millones de habitantes.
India es un mercado estratégico para el Reino Unido como lo es China. En el caso de China, Truss está en medio de una batalla interna en el Partido Conservador que podría limitar su capacidad de negociación debido a la llamada “enmienda del genocidio”. Esta enmienda, que ha sido introducida dentro de la Ley de Comercio, quiere dar poderes a los tribunales británicos para revocar cualquier acuerdo comercial que esté negociando el gobierno si considera que el otro país está cometiendo genocidio. Fue introducida por Lord Alton, miembro independiente de la cámara alta, y está siendo debatida en la cámara baja del parlamento.
El gobierno de los Estados Unidos ha calificado de genocidio la represión de la etnia musulmana de los uigures por parte del gobierno chino en la región de Xinjiang. El mes pasado, el ministro de exteriores británico, Dominic Raab, ya prohibió la importación de productos realizados en campos de trabajos forzados de la región. Boris Johnson y la oficina de Exteriores se oponen porque creen que haría un daño tremendo a los intereses comerciales del país y a su independecia por negociar. Sin embargo, la votación está muy ajustada y es clave el apoyo a la enmienda de un grupo de rebeldes conservadores liderados por el exlíder Iain Duncan Smith, que quieren que se apruebe.
En la votación de esta semana Johnson se sacó de la manga una artimaña para evitar que se aprobara. Diluyó la enmienda dentro de otra enmienda laborista a la que se oponían los rebeldes de su partido. Fue rechazada por solo once votos. Lord Alton calificó el ardid de Johnson de “burla de la democracia”. Los lores volverán a introducir la enmienda limpia en los próximos días y el grupo de presión contra China se hace cada vez más fuerte. Liz Truss se ha pronunciado a favor de la enmienda y del nuevo rol de los tribunales y ha denunciado la represión de los uigures en China. “No nos taparemos los ojos ante el esclavismo moderno y tampoco en China”, ha dicho.