Elizabeth Warren está viviendo su momentum. La senadora de Massachusets y aspirante a la candidatura presidencial demócrata, lleva semanas subiendo en las encuestas, batiendo récords de asistencia a sus mítines, aumentando su recaudación electoral, y disfrutando de cada vez más atención política y mediática. Pero con la atención llega el escrutinio. Y la polémica. Sus propuestas más progresistas se miran con lupa. Especialmente de las promesas que definen su campaña: un plan de salud para todos (Medicare for All
Ambas propuestas están relacionadas. La primera estará financiada por la segunda, según el plan de Warren revelado recientemente. Asegura que ofrecerá cobertura médica gratuita para todos los estadounidenses, sin que tenga impacto en los impuestos de la clase media, y que serán millonarios y grandes corporaciones quienes lo paguen con una subida fiscal.
El plan desató multitud de críticas de republicanos y de muchos rivales demócratas en el espectro más moderado del partido. La acusan de engañar a los votantes con propuestas populistas y un plan que no es viable, cuyos detalles además llevan meses en el aire. “El impuesto a la riqueza” de Warren se ha encontrado también con el escepticismo de los dueños de las grandes fortunas de Estados Unidos, como el fundador de Microsoft, y uno de los hombres más ricos del mundo, Bill Gates, o el exalcalde de Nueva York, Michael Bloomberg, quien juega con la idea de sumarse en el último momento a las primarias demócratas, y cree que esta propuesta sea “probablemente anticonstitucional”.
Gates y Bloomberg, junto al magnate Warren Buffet, han abogado desde hace mucho tiempo por impuestos más altos a las grandes fortunas. Pero con un límite. “He pagado más de 10.000 millones en impuestos. He pagado más que nadie en impuestos. Si tuviera que pagar 20.000 millones, estaría bien”, dijo Gates en una conferencia en Nueva York. “Pero si dices que tengo que pagar 100.000 millones, entonces empiezo a hacer los cálculos sobre cuánto me queda…”, bromeó después. La fortuna de Gates está estimada en casi 100 millones de euros.
Warren insiste en que su plan es necesario y se ha ofrecido a explicárselo en persona para disipar sus dudas. “Prometo que no serán 100.000 millones”, escribió en Twitter.
La senadora les ofrece una “calculadora para multimillonarios” en internet, que cuenta con sus pestañas propias dedicadas a Bloomberg y Gates. “Algunos billonarios parecen confundidos sobre cuánto tendrían que pagar. No se preocupen, tenemos una calculadora para ello”, dice la web. Mientras los medios hablan de preocupación y malestar entre los más ricos. “El impuesto a la riqueza que preocupa a los multimillonarios”, titulaba el Financial Times. “¿Quién teme a Elizabeth Warren? Bastante gente, y tienen algo en común. No es la pobreza”, escribía el columnista Jamelle Bouie en el periódico The New York Times.
Warren lleva años denunciando la corrupción y los excesos de Wall Street como núcleo de su mensaje político. Ahora en el centro de su campaña está el “impuesto a los super millonarios”, como dice su web, donde cita el estudio de los economistas Emmanuel Saez y Gabriel Zucman de la Universidad de Berkeley (California), que asegura que las 400 familias estadounidenses más adineradas acumulan cada vez más riqueza y pagan ya menos impuestos que la clase media. Propone un impuesto de dos céntimos por cada dólar sobre las grandes fortunas, para generar casi 3.000 millones y “reconstruir la clase media de los Estados Unidos“.
Entre los demócratas también hay debate. Warren comparte muchos de estos postulados con el senador de Vermont, Bernie Sanders, abanderando el ala progresista de los candidatos hacia las primarias. Mientras moderados como el exvicepresidente, Joe Biden, o el alcalde de South Bend (Indiana), Pete Buttigieg, cargan contra un plan que no ven claro que pueda llegar a implementarse tan fácilmente, basado en “gimnasia matemática”.
Además hay otro tipo de ataques. Acusan a Warren de emplear un punto de vista “inflexible” y tono de “enfado” en este debate sanitario y fiscal. La senadora les responde que sus críticas contra el Medicare for All. “Estoy enfadada y lo asumo”, dijo en un correo para pedir donaciones a sus seguidores. “Una y otra vez, nos dicen que a las mujeres no se nos permite estar enfadadas. Nos hace poco atractivas para los hombres poderosos que quieren que estemos calladas”.
Pero este es otro debate que, seguro, tendremos a lo largo de las elecciones de 2020, ya a la vuelta de la esquina.