Putin teme la europeización de Ucrania
Rusia teme que los rusos quieran el sistema de vida de libertades de los ucranianos
Si en 2014 el 39% de las relaciones comerciales de Ucrania eran con Rusia, Bielorrusia y Kazajstán, hoy esa parte de la tarta comercial no llega al 10%
La base de la tensión actual entorno a Ucrania, que podría desembocar en la primera guerra en el continente europeo desde los conflictos de los Balcanes hace casi tres décadas, se justifica, según Moscú, porque el eventual ingreso de Ucrania en la OTAN sería una amenaza existencial a la seguridad de Rusia. Pero en ninguna agenda está esa decisión.
En la cumbre de la OTAN en Bucarest de 2008 el entonces presidente estadounidense George W. Bush, a punto de dejar el cargo, prometió a Ucrania y Georgia que algún día entrarían en la OTAN. Los europeos rechazaban la idea pero la aceptaron a sabiendas de que arrastrarían los pies indefinidamente. Ninguna administración estadounidense posterior, ni la de Barack Obama, ni la de Donald Trump ni la de Joe Biden, le dieron continuidad.
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Nadie, ni Ucrania, plantea su ingreso en la OTAN. Este lunes, durante la visita a Kiev del alemán Olaf Scholz, el presidente ucraniano Volodimir Zelensky dijo: “Para nosotros, la adhesión a la OTAN no es un objetivo absoluto, no es una cuestión que nos planteemos”. Aunque recordó que en la Constitución ucraniana está escrito que el país debe moverse en esa dirección para un día ser miembro de la OTAN. Scholz secundó la misma idea: “Es extraño que Rusia haga de este asunto el mayor de los problemas”.
El ingreso de Ucrania en la OTAN, como el mismo Putin dijo ante el francés Emmanuel Macron, podría provocar una guerra entre Rusia y la OTAN si a Ucrania, por ejemplo, le diera por intentar recuperar Crimea por la fuerza.
Putin sabe que Ucrania no será miembro de la OTAN en un futuro previsible. ¿Entonces qué tema Rusia? Algo que Putin no puede decir en público, que su vecina occidental siga modernizándose y democratizándose y su sistema económico, social y político se conviertan en objeto de deseo de la población rusa.
Ucrania puede ser una especie de “piso piloto” de lo que podría ser Rusia con otra situación política y económica y otras relaciones con Europa. La Ucrania de 2004 era prácticamente igual de rica que Polonia, un país vecino, con características (recursos, población) similares y con tradiciones e historias compartidas. La Ucrania de hoy es casi tres veces más pobre que Polonia. Ese cambio, en menos de tres décadas, se explica sobre todo por la incorporación de Polonia a la Unión Europea, las reformas que eso supuso y la masiva llegada de fondos europeos a Varsovia, equivalentes, en media anual, al 3% del PIB polaco.
Ucrania quiso seguir esos pasos. Desde 2011 empezó a negociar un acuerdo de cooperación política y comercial con la Unión Europea. No era ni siquiera país candidato a la adhesión, como lo son los de los Balcanes o Turquía, pero daba los primeros pasos para reforzar su relación con las economías europeas.
Cuando todo estaba a punto de firma, el presidente pro-ruso Viktor Yanukovich se negó a firmar. La revuelta posterior, ahogada a tiros, provocó el Maidan y que Rusia intentara frenar ese acuerdo arrebatando a Ucrania la provincia de Crimea y ayudando con hombres, armas y fondos a los separatistas armados del sureste ucraniano, la rica (por recursos mineros) región del Donbass, feudo de oligarcas cercanos al Kremlin.
Los ucranianos fueron eligiendo desde entonces a presidente pro-occidentales, plantaron cara como pudieron a Rusia y, poco a poco y discretamente fueron virando su economía hacia Europa para darle la espalda a Rusia. Si en 2014 el 39% de las relaciones comerciales de Ucrania eran con Rusia, Bielorrusia y Kazajstán, hoy esa parte de la tarta comercial no llega al 10%. Los ucranianos se han ido integrando mientras tanto en las cadenas de suministros europeas. La paradoja es que esa europeización y democratización de Ucrania arrancó en gran parte precisamente como respuesta a la actitud de Putin hacia Ucrania.
¿Finlandizar Ucrania?
Tras la Segunda Guerra Mundial, Finlandia, que había defendido su territorio contra un ataque soviético en 1938, decidió permanecer fuera de los grandes bloques. Ni se integró en la OTAN ni en el Pacto de Varsovia. Cualquier movimiento hubiera generado tensión con uno de los dos bloques. En 1948 Finlandia y la Unión Soviética firmaron un tratado que hacía de Finlandia un país militarmente neutral. ¿Esa decisión, conocida en Relaciones Internacionales como “Finlandización”, podría ser una solución para Ucrania?
Durante su visita de la semana pasada a Kiev y Moscú el presidente Emmanuel Macron la puso sobre la mesa en el Kremlin. La diplomacia francesa salió en tromba después para negar que su presidente hubiera propuesto a Putin la “finlandización” de Ucrania y prometió que el futuro de Ucrania lo decidirán los ucranianos. Los periodistas franceses que viajaban en el avión del presidente aseguran que Macron dijo que era “uno de los modelos sobre la mesa”, pero que el término podría usarse, “habrá que inventar algo nuevo”.
Una primera diferencia es precisamente esa, que Finlandia decidió por sí misma porque consideraba que era la solución que más le convenía. Los finlandeses quedaron fuera de la OTAN (siguen fuera) y a cambio Moscú les dejó tranquilos para que su economía se fuera integrando con la de Europa occidental hasta el punto de que en 1995 Finlandia se adhirió a la Unión Europea.
La “Finlandización” trajo una especie de censura permanente en Finlandia. Era imposible hacer carrera política si se criticaban las políticas soviéticas. Nunca se publicaron las obras de disidentes soviéticos, ni siquiera de autores del prestigio y fama de un Alexander Solzhenitsyn. Se publicaban en Suecia, ya traducidas al finés, para que los finlandeses las compraran en el país vecino.
Finlandia se va “desfinlandizando”. El país ya debate un futuro ingreso en la OTAN y compró 64 F-35. El más avanzado avión de combate estadounidense estará ahora en una frontera rusa. El cambio se produjo principalmente como respuesta a la agresión rusa contra Ucrania de 2014.
Otra gran diferencia es que Moscú no teme que su población vea a Finlandia como un modelo, pero sí podría hacerlo con Ucrania. A Rusia nunca le molestó la integración económica y política de Helsinki con Bruselas mientras no fuera militar.