Tumbados en las camas del hospital reciben cuidados médicos. Todos llevan máscaras para evitar contagios y aquí seguirán aislados hasta que les traten las infecciones. Y es que dos de ellos tiene neumonía. Desde esta sala todo son buenas señales. Duermen bien y tienen apetito, quieren sus comidas favoritas. Apenas han perdido dos kilos. Su salud mental es buena, no tienen signos de estrés pese a haber estado 17 días bajo tierra.
Eufóricos, sus compañeros no ven el momento de que vuelvan a clase. Ahora que se ha sabido que el rescate con final feliz pudo haberse torcido. Al parecer, la principal bomba de extracción de agua dejó de funcionar anegando los pasadizos justo en el momento más crítico, poco antes de que saliera el último atrapado, el entrenador.
La ayuda médica de este anestesista australiano fue fundamental para evitar que los niños sintieran claustrofobia durante el rescate. Les administró la dosis justa de ansiolíticos para evitar que un ataque de pánico pusiese en peligro sus vidas y las de los buzos.
Los héroes con piel de neopreno que rescataron a los niños
Hay héroes a los que no vemos porque trabajan sumergidos en el agua, atravesando pasadizos subterráneos de rocas o desapareciendo en la oscuridad de una cueva. Son los submarinistas que han dado aire a un rescate que se seguía con la respiración contenidarespiración contenida.
Noventa expertos con piel de neopreno que han demostrado lo arriesgado de una profesión que bucea en las profundidades. En sus misiones el tiempo fluye tan rápido como las corrientes, por ello es imprescindible el trabajo en equipo, un material difícil de utilizar y una preparación física y mental. Son ellos los que han conseguido salvar la vida de los 12 menores y de su entrenador.