Por qué son tan importantes para Rusia las provincias ucranianas de Donetsk y Lugansk
Para los rusos, Ucrania es la cuna de su identidad étnica y de la religión ortodoxa
Rusia aborda ya oficialmente un posible reconocimiento de las autoproclamadas repúblicas de Donestk y Lugansk
El verdadero interés del Kremlin es que el conflicto en Donetsk y Lugansk sirvan de freno a la expansión de la OTAN hacia el este
Para entender qué ocurre estos días en Donetsk y Lugansk y de dónde viene esta escalada de tensión que amenaza con convertir en 'caliente' los últimos coletazos de la Guerra Fría hay que echar la vista atrás.
Podríamos remontarnos incluso al siglo IX, cuando Ucrania formaba parte del conocido como Rus de Kiev. Para los rusos, Ucrania es la cuna de su identidad nacional y de la religión ortodoxade la religión ortodoxa. Podríamos hablar de la creación de la URSS y de la República Socialista Soviética de Ucrania, de la anexión de los territorios ucranianos al oeste tras el Pacto de Varsovia o de la incorporación de la península de Crimea cedida por Kruschov a mediados de la década de los 50.
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Todos son hitos importantes en la creación de la identidad ucraniana, que en realidad es una nación muy joven, y por lo tanto desempeñan un papel muy importante en el actual conflicto. Sin embargo, para entender por qué Donetsk y Lugansk (ciudades que dan nombre a sus regiones y que juntas forman el terrotorio prorruso del Dombás) son tan importantes para Rusia hay que arrancar desde lo que se conoce como el 'Euromaidán', una revuelta popular que acabó derrocando el presidente prorruso Viktor Yanukóvich. O quizás unos años antes.
Revolución naranja
La 'Revolución Naranja' de 2004 fue el preludio del Euromaidán. Tras unas elecciones que tanto la oposición como la comunidad internacional calificaron como fraudulentas y que dieron como ganador al prorruso Yanokóvich frente al nacionalista y europeísta Viktor Yúshenko, la gente del oeste del país se echó a la calle, obligando al Tribunal Supremo del país a repetir las elecciones.
En 2004, impulsado en gran medida por el voto joven, Yúshenko se hace con la presidencia del país. Fue, como siempre ocurre en Ucrania, una elección muy justa, mostrando una vez más la fuerte división entre los prorrusos y los nacionalistas poreuropeos, entre el este y el oeste.
Sin embargo, en 2010, Yanukóvich recupera el poder, dando eventualmente al traste con las aspiraciones europeístas de Ucrania.
Euromaidán
Bajo el mandato de Yanukóvich, Ucrania cierra en 2013 un Acuerdo de Asociación con la Unión Europea que debía ser ratificado a finales de ese año. Pero cuando todo estaba listo, las presiones del Kremlin hacen que Yanukóvich se eche atrás.
La cancelación del acuerdo con Bruselas provoca un estallido de protestas que a diferencia de lo que ocurriese durante la 'Revolución Naranja' sí fueron violentas. Esa violencia se extiende hasta 2014, cuando Yanukóvich se ve obligado a huir del país y exiliarse en Rusia ante el avance de las protestas y en un ambiente de guerra civil.
Nada más llegar al poder, el Gobierno interino que surge tras la destitución de Yanukóvich aprueba varias leyes que prohíben el ruso como lengua cooficial, en un ataque directo a la identidad rusa de gran parte de la población del país. Volvemos a la raíz del problema en Ucrania, la profunda división, casi a partes iguales, de la sociedad entre prorrusos y nacionalistas proeuropeos.
Como muestra, en 2013, cuando Kiev se disponía a firmar el tratado de asociación con Bruselas, un 38,0% de los ucranianos apoyaba una asociación con Rusia, mientras que el 37,8% prefería una asociación con Europa. Un 41% se moraba a favor de su integración en la UE mientras que un 33% se inclinaba por un acuerdo aduanero con Rusia y los países de su influencia. Unos porcentajes que se dividen casi simétricamente desde el punto de vista geográfico, entre el oeste y el sur y el este.
El ataque frontal del Gobierno interino y la destitución forzosa de Yanukóvich encendieron los ánimos de las regiones prorrusas del sur y el este del país y desataron un conflicto que hoy, casi una década después, sigue más vigente que nunca.
Levantamiento de Crimea y el Dombás
Tras la repentina llegada al poder del gobierno de coalición nacionalista, surge un levantamiento armado en la península de Crimea. Fuerzas armadas locales, apoyadas por militares rusos que actuaban sin uniforme ni bandera oficiales, toman las instituciones e infraestructuras locales. Inmediatamente convocan un referéndum, que la comunidad internacional sigue sin reconocer, protegido por la presencia de militares rusos y abrumadoramente gana la formación de la República de Crimea primero y la reincorporación a Rusia después.
Al mismo tiempo, se suceden levantamientos similares en las ciudades de Donetsk y Lugansk. Levantamientos que permiten a los prorrusos declarar las Repúblicas Independientes de Donetsk y Lugansk. Al igual que hiciera durante años con los levantamientos en Crimea, Moscú niega que sus militares estuviesen desplegados en la zona actuando sin bandera. Sin embargo, cada vez son las las evidencias que apuntan a lo contrario.
Desde entonces, Kiev ha perdido el control del este del país y de gran parte de su frontera con Rusia. Para justificar su intervención en Crimea, Putin esgrimía entonces que la mayoría de la población se sentía rusa, incluso muchos tenían el pasaporte ruso. Lo que no contó es que durante los últimos años el Kremlin había impulsado la obtención de esos pasaportes que le servirían de justificación ante una eventual intervención militar.
Esa es precisamente la misma estrategia que Moscú parece calcar ahora con el Dombás. Tras años repartiendo pasaportes prorrusos en la región, el Kremlin está dispuesto a desempolvar el lema de "proteger a los ciudadanos rusos en cualquier parte del mundo" para justificar sus acciones en la zona.
Freno al avance de la OTAN hacia el este
Lo cierto es que los ciudadanos de la región son rusos. Al menos una aplastante mayoría se siente como tal. Hablan ruso y no ucraniano y no ven con buenos ojos la europeización de la cuna de su identidad rusa. Pero para muchos analistas el Dombás no es más que una excusa para plantar cara a la OTAN. Putin ni siquiera lo esconde.
Más allá de la importancia del gasoducto que cruza Ucrania o de la importancia geopolítica de Crimea y Sebastopol, la verdadera razón por la que Doentsk y Lugansk son tan importantes para Rusia es porque le sirven de tapón contra el avance de la OTAN hacia el este.
Putin defiende que tras la caída del muro, la OTAN se comprometió a no avanzar hacia el este y que esa promesa no se ha cumplido. La Alianza, sin embargo, niega que se produjese tal compromiso y acusa a Moscú de interferir en la soberanía y la autodeterminación del pueblo ucraniano.
Lo cierto es que si Ucrania entra a formar parte de la Alianza, sería como tener al enemigo llamando a las puertas de Rusia y no parece que Putin esté dispuesto a permitir que eso ocurra. Esa es la gran línea roja que no permitirá cruzar.
Esa es la razón principal por la que Donetsk y Lugansk son tan importantes para Rusia, porque sirven de tapón ante el avance de la OTAN hacia países de su esfera. "(Putin) Cuenta con que mientras el conflicto se mantenga activo en el nivel actual la posibilidad de que Ucrania forme parte de la OTAN es nula.", defiende Jesús A. Núñez Villaverde en una publicación del Instituto Elcano.
Ni siquiera Putin se atrevería con una invasión en Ucrania a gran escala. Las consecuencias son imprevisibles. Pero con la excusa de defender a la ciudadanía rusa, el plan de anexión del Dombás es idéntica a la que desrrolló en Crimea. De hecho, Rusia aborda ya oficialmente un posible reconocimiento de las autoproclamadas repúblicas de Donestk y Lugansk. Otra muestra de que para Rusia lo que importa realmente en Donetsk y Lugansk es en realidad el avance de la OTAN, es la petición del Kremlin de que la Alianza retire sus bases de Bulgaria y Rumanía.
Excusa o defensa de la identidad rusa, la realidad es que el conflicto se ha cobrado ya cerca de 14.000 muertos y amenaza con convertirse en el peor conflicto bélico en Europa en décadas.