Con tan solo 12 años, los médicos le diagnosticaron polimiositis a Ana Estrada . Un tipo de miopatía inflamatoria crónica, sin cura, que afecta a los músculos esqueléticos y que le ataría de por vida a una silla de ruedas. Algo que no le impidió trabajar como terapeuta después de graduarse como psicóloga en la Pontificia Universidad Católica de Perú, ahorrar y comprarse un piso, adoptar un gato o encontrar pareja por aquel entonces. En definitiva, ser feliz.
Sin embargo, en 2015, tras sufrir una neumonía que agravó su estado, su vida dio un giro drástico y todo pareció esfumarse, incluido sus ganas de vivir. Ya no había gato ni pareja. "Fue la peor etapa de mi vida. Me intubaron. Tuve un montón de invasiones a mi cuerpo y la postración. Con todos esos elementos sufrí mucho física y psicológicamente. Cuando salí del hospital, estuve un año diagnosticada con depresión", aseguraba Ana en su blog.
Desde entonces, Estrada se encuentra casi paralizada por completo y lucha por legalizar el derecho a una muerte digna en su país. No para acabar con su vida ahora sino para poder hacerlo cuando el dolor de su enfermedad sea insoportable. Su petición se encuentra en Change.org.