El papa viaja a Irak para apoyar a los cristianos perseguidos y acercarse al islam
La pandemia y el riesgo de atentados complican la llegada de Francisco
La última vez que el papa salió de gira fue en noviembre de 2019. Visitó Tailandia y Japón, meses antes de que la pandemia acabara con sus habituales desplazamientos a las periferias mundiales. El confinamiento pesó especialmente en el ánimo de Francisco, acostumbrado a vivir entre las multitudes. La emergencia sanitaria no ha terminado, pero este viernes el pontífice concluye definitivamente su desescalada con un viaje que roza los límites de lo incauto. El viernes pondrá rumbo a Irak, donde pasará un fin de semana largo, que se extenderá hasta el próximo lunes.
No hay mayor vicio periodístico que calificar ciertos acontecimientos como “históricos”. Aunque esta cita será la primera en varios aspectos. Nunca antes un papa había acudido a este país árabe y marca una nueva etapa en el Vaticano durante la pandemia. En cuanto a la seguridad, el papa tampoco se había expuesto a lugar tan peligroso desde que acudió a la República Centroafricana en 2015.
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Se trata, por tanto, de un viaje extremadamente arriesgado, que desde el Vaticano se justifica como “un gesto de amor extremo hacia el país y su gente”. El portavoz, Matteo Bruni, ofreció este martes los detalles de la comitiva y argumentó que las claves para entender las razones de Francisco son tres: expresar cercanía a los cristianos perseguidos, ampliar el diálogo interreligioso con el islam y llevar un mensaje de paz a una zona especialmente caliente.
Su estancia en Irak será breve y, como suele ocurrir en estas ocasiones, muy intensa. Comenzará el viernes con un vuelo de Roma a Bagdad y terminará el lunes por la mañana. Entre medias, habrá siete discursos y seis desplazamientos a distintos enclaves. Entre ellos, Mosul, la ciudad en la que el Estado Islámico estableció su capital hace años; o Erbil y Qaraqosh, en la llanura de Nínive, donde también se desarrollaron combates.
Apoyo a los cristianos
Más de 100.000 cristianos tuvieron huir de la noche a la mañana de estas zonas, con la llegada de los milicianos yihadistas. Resulta complicado establecer un censo oficial, debido al éxodo, pero se calcula que antes de la caída de Sadam Husein en 2003 llegó a haber casi 1,5 millones de cristianos, de los que no quedan más de 400.000. Según los datos de la fundación Ayuda a la Iglesia Necesitada, cerca de un 45% de los iraquíes pertenecientes a esta fe ya han regresado a sus casas, aunque se trata de un proceso muy complejo, a causa de la inestabilidad y de que muchos edificios han quedado destruidos.
Los primeros cristianos se establecieron en Irak poco después del nacimiento de esta religión, aunque la mayoría de los presentes pertenecen a la rama caldea o asiria. También existen otros grupos como los yazidíes o turcomanos cristianos, doblemente perseguidos por su condición de minoría. El papa celebrará varias misas, entre ellas la primera que un pontífice presidirá por el rito caldeo.
Cercanía al islam
El otro aspecto fundamental del viaje es el nuevo acercamiento al islam. Desde el principio de su pontificado, Francisco ha tratado de tender puentes con el mundo musulmán, ya que las relaciones habían quedado muy dañadas en época de Benedicto XVI. En Irak, el pontífice profundizará en el diálogo interreligioso con el ayatolá Ali Al Sistani, la máxima autoridad chií.
Hasta ahora, el papa argentino había basado sus relaciones con el islam suní, la confesión mayoritaria. En 2019 Bergoglio firmó en Abu Dhabi un documento que llevaba por lema la “fraternidad humana” junto al gran imán de Al Azhar, Ahmed Al Tayeb (referencia para los suníes). “En esta ocasión, encontraremos un contexto distinto al de Abu Dhabi. No se esperan documentos ni un programa tan ambicioso, pero será la primera vez que el papa se encuentra con un gran ayatolá chií”, aseguró el portavoz vaticano.
Pandemia y terrorismo
Más allá de los objetivos del Vaticano, la visita tendrá dos amenazas evidentes: la pandemia y el riesgo de atentados. En cuanto a la emergencia sanitaria, todos los miembros de la expedición papal (empezando por Francisco y terminando por los periodistas que lo acompañan en el avión) irán vacunados. El mayor peligro es para la población local, sometida a severas restricciones debido al número creciente de contagios y a los escasos medios para afrontarlos.
La mayoría de los actos se celebrarán con un aforo limitado, de pocos cientos de personas. Con excepción de una misa en el estadio de Erbil, a la que podrán acudir miles de fieles, ocupando un tercio del graderío. Resultará complicado evitar las aglomeraciones y respetar todas las reglas en un país tan caótico. Algunos expertos sanitarios ya han advertido de la “imprudencia”, aunque en el Vaticano insisten en que “se respetarán los protocolos de las autoridades locales”.
La otra amenaza es física, ya que los rescoldos del terrorismo islámico no se han apagado del todo en Irak. Sin ir más lejos, en enero el ISIS se atribuyó un atentado en un mercado de Bagdad en el que murió cerca de una treintena de personas. El papa contará con un vehículo blindado y se desplazará siempre en un coche cerrado, a excepción de la misa en el estadio. Las autoridades locales también extremarán las medidas de seguridad, aunque en un país así el riesgo estará siempre presente.
El papa llevaba años intentando cumplir su deseo de viajar a Irak. Sólo la pandemia lo impidió el año pasado, cuando parecía más cerca que nunca. Ahora elige un momento altamente complicado, “la primera oportunidad en la que ha sido posible”, aseguró Matteo Bruni. Muchos auguraron que se terminaría cancelando, pero Francisco no estaba dispuesto a renunciar de nuevo.