China está en el punto de mira. Tanto por las inciertas cifras que ofrecieron cuando el COVID-19 comenzó a cebarse con su población, como por las sospechas crecientes de que el virus se originó en el laboratorio de Wuhan. Y estará aún más en el disparadero cuando los países comiencen a reponerse del 'shock' de la pandemia y comiencen a pedir cuentas al gigante asiático. Es lo que cree Nicolás de Pedro, académico del Institute for Statecraft de Londres, que analiza para EFE cómo se moverán las fichas en el tablero internacional en la era del coronavirus.
"Nos movemos en un entorno incierto y volátil", repite varias veces este madrileño que ha vivido dos años en Kazajistán, ha protagonizado varias misiones de observador electoral en Rusia, Ucrania y otros países del entorno y ha realizado numerosos viajes a China. Ahora, centra su tarea en estudiar las consecuencias del coronavirus desde la geoestrategia.
Aunque admite que la crisis va a dejar "en un lugar débil a la Unión Europea" debido a la sensación de que "no ha reaccionado con suficiente rapidez, energía, recursos y efectividad", tampoco tiene tan claro que China vaya a salir beneficiada como potencia de la crisis: "Va a haber dos movimientos muy fuertes. Uno de desenganche de dependencia respecto a China en algunos sectores con la recuperación de determinadas industrias, aunque sea para la creación de reservas estratégicas de materiales sanitarios básicos que hemos descubierto que no teníamos. Y se va reforzar la tendencia que ya veíamos de la administración Trump de una política más de confrontación en el ámbito comercial con China. Más países van a asumir que esa política de la Casa Blanca es la que hay que seguir, al menos países del ámbito de influencia de Estados Unidos".
El experto concede que China está siendo "bastante hábil en moldear un relato de éxito de su gestión de la crisis y de su acción benévola, magnánima y generosa con otros países", pero "a medida que los países dejen de estar en shock, lidiando con lo inmediato de salvar vidas y que no se colapse el sistema sanitario, muchos países y sectores van a pedir cuentas de cuál ha sido esa gestión del gobierno chino".
A juicio de De Pedro, "en esta crisis nadie va a salir más fuerte", y la clave está en "quién se adaptara mejor y más rápido al nuevo entorno estratégico". El académico vislumbra un entorno "caracterizado por la fragmentación, por la incertidumbre, la volatilidad y la competición entre grandes potencias". En realidad, "la crisis del coronavirus va a actuar como catalizador de tendencias que ya estaban ahí y que ahora vamos a ver con mucha más crudeza, virulencia y nitidez".
Sin embargo, sí se atreve a apuntar a Taiwán como nación que podría salir inesperadamente reforzada:"Junto con Corea del Sur y Japón ha sido muy eficaz en prevenir la expansión del virus. Y las suspicacias que va a haber respecto a China van a facilitar la vida a Taiwán internacionalmente. También puede provocar que China sea más agresiva hacia Taiwán, pero creo que aquí va a encontrar bastantes oportunidades que hace unos meses no tenía".
Respecto a Rusia, De Pedro no cree que pueda aprovechar en su beneficio la crisis. "Tenemos dudas con respecto a la veracidad de sus números, pero sí sabemos que su sistema sanitario no es lo suficientemente robusto como para resistir y puede tener una situación muy complicada sanitaria y políticamente".
El académico cree que la receta para afrontar la era COVID-19 "en un mundo ideal" sería "la cooperación y multilateralismo". Y se explica: "Es un problema de naturaleza transnacional, el virus viaja. Podemos cerrar las fronteras pero las economías están globalizadas, no somos autosuficientes en todo, y hay problemas que, como el calentamiento global, requieren de soluciones multilaterales".