En la zona más afectada por el volcán de La Palma, al suroeste de la isla, el ruido sigue siendo atronador, la lava continúa sembrando el caos y todas las miradas miran aún, casi tres semanas después, a la boca principal. Pero hay otra isla diferente, la que se sitúa al otro lado del túnel de la Cumbre, donde la vida sigue siendo relativamente normal.
Es la vida que no se detiene. Con negocios que abren sus puertas y vecinos y turistas a paso tranquilo, de fin de semana, por sus calles. Las avenidas están menos concurridas que antes de la erupción, pero mantienen escenas cotidianas, de normalidad reconocible a tan solo 20 kilómetros del volcán.
Un mundo diferente al este de la isla, en la capital, que cambia en cuanto se cruza al otro lado, con desalojos y una colada que ha arrasado viviendas, carreteras y otras construcciones. Y municipios cercanos que mantienen su vida con la normalidad diaria de la recogida de kilos y kilos de ceniza volcánica.
La cara norte del cono del volcán de Cumbre Vieja (La Palma) sufrió durante la pasada noche un derrumbe parcial, lo que ha supuesto la emisión de coladas en varias direcciones.
Según ha informado el Instituto Volcanológico de Canarias (Involcan), estas coladas están generando nuevos daños a su paso y dificultan el movimiento de los equipos de científicos en la zona.
En cuanto a la erupción, sigue manteniendo el mismo comportamiento que los días previos con una explosividad volcánica que continúa en nivel 2 de una escala con máximo 8.
Asimismo, la emisión de lava se concentra en los centros del cráter principal y no se espera que se abra otro centro de emisión fuera de esta área, según informa Involcan.
Por su parte, la lava ha cubierto desde que comenzó la erupción este domingo, 19 de septiembre, un total de 480,5 hectáreas afectado o destruyendo hasta el momento 1.149 edificaciones e infraestructuras, según datos del satélite del programa Copernicus de la Unión Europea.