En Chile, al igual que en la mayoría de países de América Latina, el confinamiento llegó escalonado y en este caso fue, por mandato presidencial, “selectivo y dinámico”, solo en los municipios o zonas del país con mayor cantidad de contagios.
El primer caso se detectó el 3 de marzo, quince días después, Sebastián Piñera ordenó el cierre de fronteras, decretó el estado de excepción constitucional e instauraba toque de queda en todo el país. Para esas fechas, el grupo de españoles en lucha ya era consciente de la gravedad de la situación de la pandemia, porque no faltaban los mensajes de sus familiares en España advirtiéndoles de lo que pasaría. Les hablaban desde el futuro. Salir y volver a casa era obligatorio y una prioridad, no un capricho, y todos sus esfuerzos se volcaron en subirse a un avión lo antes posible. La incertidumbre era planetaria y absoluta.
A María, periodista de 28 años y a su novio Emanuelle, italiano; el mensaje de la madre de ella diciéndole que “esto del coronavirus era gordo y que volviese” les pilló recorriendo la carretera austral en el sur del país en su furgoneta. María y Ema llevan recorriendo América Latina desde el pasado mes de septiembre y cuando fueron conscientes de que su vuelta debía ser inmediata compraron por su cuenta un vuelo de regreso a España para el 3 de mayo con la compañía Latam.
Desde el minuto uno, María comenzó a llamar al consulado español en Chile y nunca recibieron respuestas concretas. Ema y ella decidieron autoaislarse para hacer cuarentena y confinamiento por su cuenta. Aparcaron su furgoneta en una playa cerca de Frutillar, un pueblo perdido con arquitectura alemana en la región de Los Lagos con vistas al volcán Osorno. Un paraíso en la tierra sino fuese porque hasta el escenario más bucólico puede convertirse en una prisión de larga distancia si no hay voluntad para quedarse.
“Nos quedamos allí porque en la playa había ducha y baños y pensamos que podríamos aguantar unos días hasta que el consulado nos diese una respuesta”, cuenta a NIUS María vía telefónica. En el momento de la entrevista han tenido que “mudarse” por unos días a una cabaña del pueblo porque su furgoneta se ha estropeado y han tenido que dejarla en un mecánico de la zona. La situación les preocupa todavía más porque les obliga a tener contacto y a posibles contagios.
María y Ema insistían con el consulado pero la respuesta no llegaba más allá de las formalidades convenientes, que pedían a los españoles atrapados en Chile que siguiesen sus redes sociales para estar informados de la última hora y recomendaban “a todos los turistas y viajeros regresar a España de forma inmediata”.
Claro. ¿Pero cómo? Todas las compañías aéreas habían suspendido sus vuelos comerciales sin fecha de vuelta concreta para volver a operar y, ni la embajada ni el consulado español daban respuestas ante la incesante demanda de sus connacionales atrapados en el país sudamericano. Se lavaban las manos y les derivaban a vuelos fletados por otras embajadas europeas. En concreto, les hablaron de dos vuelos: uno organizado por la Embajada de Alemania con rumbo a Frankfurt que finalmente nunca salió, y otro por la Embajada de Francia dirección París.
Los requisitos para coger estos vuelos eran pagar el billete (unos 1.200 euros) y demostrar que contaban con otro billete para salir de Francia. Incertidumbre para la incertidumbre. ¿Y si se quedaban en París tirados?
Precisamente por ese miedo a empeorar su situación todavía más, ni María ni el resto de españoles afectados se decantaron por subirse a ese avión francés y optaron por organizarse. Lo hicieron en tiempo récord y de una manera titánica. María comenzó a buscar a través de las redes sociales a otros españoles en su misma situación y en seguida contactó con Estela y con Inma. Formaron un grupo de Whatsupp, de Facebook y de Instagram y comenzaron a movilizarse y a sumar afectados.
Estela tiene 37 años, es de Benavente, Zamora, es profesora de arte y lleva 7 años viviendo en Chile. En febrero, durante sus vacaciones en el verano del sur, visitó a sus padres en su pueblo y les dijo que su época en el extranjero había terminado y que volvía a España a empezar de cero. Compró billete de vuelta de un ciclo entero para abril. Suspendido.
Inma tiene 42 años y es psicóloga. Está en Santiago con su marido y sus dos hijos, de 4 y 11 años. Estaban pasando una temporada de trabajo en Chile y su vuelta estaba programada para mayo. Suspendida.
María, Inma y Estela forman parte de ese grupo de Whatsupp donde hay un centenar de españoles con historias parecidas y con un denominador común: todos están atrapados y todos quieren regresar frente a la impotencia que les provoca el abandono por parte del gobierno español que, sin embargo, sí fletó vuelos desde otros países de América Latina y del mundo para facilitar el regreso de ciudadanos o residentes en el país.
“¿Cómo es posible que puedan hacer oídos sordos frente a los cientos de correos que habrán recibido?” se pregunta Estela vía telefónica en una entrevista con NIUS.
Para ella está siendo una experiencia doblemente fuerte porque estaba a punto de cerrar un ciclo importante, largo y decisivo en su vida y se emociona cuando piensa en qué será lo primero que haga cuando vuelva a casa con su familia consciente de todo lo que deja atrás. “En mi caso, sumo las vivencias personales de siete años en Chile y la decisión de volver con toda esta situación que está siendo traumática. Es como vivir en una montaña rusa diaria”.
Inma, de Sevilla, también le teme a la incertidumbre, piensa en sus hijos pequeños que pasan las semanas de confinamiento en Santiago y en su hijo mayor, ya universitario, al que dejó en España.
Su organización ha sido clave para el éxito. El grupo redactó varios comunicados de denuncia donde explicaban su situación y comenzaron a difundirlos por los medios de comunicación. También hicieron un video donde cuentan sus historias personales e incluso aparecen sus familiares en España reclamando su vuelta. Es una auténtica bomba de emociones y nudos para la garganta.
“Lo del vídeo fue faraónico”, explica Inma a NIUS. “Lo hicimos en 24 horas. Un chico del grupo dijo que era músico y nos hizo la música, lo editó un alumno de otra de las chicas del grupo; lo terminamos de editar en la madrugada. Lo empezamos a mover por redes y la respuesta fue increíble”, cuenta emocionada.
El esfuerzo mereció la pena. Hace pocos días y debido a la presión mediática, recibieron un correo electrónico por parte del consulado anunciándoles un vuelo de retorno a España organizado por el Ministerio de Asuntos Exteriores, la Embajada y el Consulado de España en Chile y operado por la compañía Iberia para el próximo 10 de mayo. Los interesados debían mandar un correo electrónico para apuntarse. Ya lo han hecho pero por el momento no hay más noticias.
“No queremos bajar la guardia”, dice Estela. “Solo quiero que me llame Iberia para confirmar. Creo que hasta que no estemos en el aeropuerto haciendo el checking no vamos a estar tranquilos”.