La política exterior de la administración Biden se estrenó con ataques aéreos en Siria, el mes pasado, en respuesta al ataque que recibieron las fuerzas estadounidenses por grupos militares respaldados por Irán, en suelo iraquí. El saldo de un fallecido norteamericano espoleó al presidente para “dirigir esta acción militar con el fin de proteger y defender a nuestro personal”, según explicó al Congreso.
Esta acción, que sorprendió incluso a algunos demócratas, levantó las primeras críticas a la estrategia exterior del nuevo gobierno que fundamentalmente ha estado basada en la cautela. Sin embargo, el presidente ha decidido mostrar fortaleza desde el primer día con el fin de recuperar la influencia global, a nivel externo, mientras intenta recuperar al país de la crisis sanitaria y económica, a nivel interno.
“Estados Unidos ha vuelto”, dijo Joe Biden en su primer discurso de política exterior tras asumir el cargo, con el fin de enviar un mensaje no solo a los estadounidenses, sino al resto del mundo. Especialmente a sus adversarios, que no son pocos. Y es que la llegada del nuevo gobierno ha roto alianzas con los que fueron aliados de Trump, como Arabia Saudí o Rusia, al mismo tiempo que mantiene la tensión con el resto de sus rivales como China, Irán y Corea del Norte, entre otros.
Este país ha sido uno de los que más dolores de cabeza ha dado al presidente estadounidense desde que asumió el cargo. La participación del príncipe heredero Mohamed en el asesinato de Jamal Khashoggi, un periodista disidente del Washington Post, se cerró con una tibia reacción que no fue más allá de algunas sanciones a la guardia real del que será el próximo máximo dirigente saudí.
Sin embargo, Biden sí decidió prohibir la venta de armas a este país con el objetivo de detener la guerra que mantiene contra Yemen y que fue catalogada por el propio presidente como “una catástrofe estratégica y humanitaria”. Y eso que con ello Estados Unidos dejará de ingresar unos 478 millones de dólares a través de una industria que da trabajo a cientos de miles de personas. El presidente también anunció la retirada de apoyo logístico e información sobre objetivos militares.
En 2018 Donald Trump inició un proceso de negociación entre Estados Unidos y Corea del Norte que acabó con dos encuentros entre ambos países, el primero en Singapur ese mismo año y el segundo en Hanói, en 2019. Si embargo, el tema de las dos cumbres, que estaba centrado en el proceso de desnuclearización del país asiático, no tuvo recorrido y las negociaciones se suspendieron. Con la llegada de Joe Biden al gobierno se ha intentado retomar el diálogo con el fin de conocer más a fondo la situación del programa nuclear norcoreano así como su capacidad de lanzamiento de misiles, pero según EFE, no ha habido respuesta del mandatario asiático al respecto.
Solo recientemente Kim Yo-jong, la hermana del líder norcoreano, se ha referido a los Estados Unidos para advertir que piensen bien las acciones a realizar en la zona, de cara a las reuniones que estos días está manteniendo la diplomacia estadounidense con sus adversarios Japón y Corea del Sur.
Pero todas estas negociaciones quedan empequeñecidas por la sombra del gigante asiático. Este es el único país en la actualidad que realmente puede plantar cara, en igualdad de condiciones, a Estados Unidos. Por su potencial armamentístico y tecnológico, influencia geoestratégica a nivel mundial y poderío económico, China es el gran adversario a batir.
El encuentro del jueves entre el secretario de Estado, Antony Blinken y el asesor de Seguridad Nacional, Jake Sullivan, con sus homólogos chinos no ha sido más que un espejismo, en una relación que pasa por uno de sus peores momentos. El desarrollo de la política exterior entre ambos países será fundamental para ver si es posible una asociación de conveniencia entre dos colosos que no solo son rivales, sino que conciben el mundo de formas muy diferentes. En su primera reunión celebrada en Alaska entre Washington y Pekín ha tenido un desenlace marcado por los reproches y los roces por ambas partes.
La tensión también se vive con Rusia. Una tensión que ha alcanzado niveles no vistos en años de enfrentamiento al máximo nivel, cuando el Presidente Biden preguntado si considera que Putin es un asesino responde que sí. Repreguntado sobre si la Administración Biden tomará represalias contra Putin, su respuesta fue "pronto las verán". Y se encendieron todas las alarmas rojas. Nunca antes un presidente de Estados Unidos se había atrevido a llamar asesino a otro presidente. Pero de fondo está la cuestión de qué política representa Biden frente al mundo, cúal es su posición. Del expresidente Trump se sabía que no quería guerras y pretendía replegar sus tropas de vuelta a Estados Unidos. Pero Biden, ¿qué quiere Biden?
La Casa Blanca se mantiene en las declaraciones de Biden:
Los objetivos de Joe Biden sobre el cambio climático, los derechos humanos y conceptos democráticos, junto con la estabilidad de la región del Indopacífico chocan frontalmente con los intereses de China. Pero estos son fundamentales para conseguir la mejora sustancial económica, social y sanitaria que hace falta en estos momentos, por lo que adquieren especial importancia las alianzas que el país norteamericano está negociando durante esta visita a Japón y Corea del Sur. Mientras, sus vecinos y rivales asiáticos están alerta.
Y es que China ya no es el gigante dormido. Según BBC News, este país alcanzará el PIB de Estados Unidos en una década, lo que explica que el primer viaje de la diplomacia de la administración Biden haya sido al feudo de sus dos aliados asiáticos. Y todo ello entre las advertencias norcoreanas y la vigilancia, silenciosa de momento, china.