Con los precios de la energía en un alza que agudiza la ilegal guerra de la Rusia de Vladimir Putin contra Ucrania, crece la preocupación en Europa sobre cómo hacer frente al comportamiento internacional ruso. Sobre todo, porque Rusia es el gran proveedor de gas de las grandes economías europeas, especialmente la alemana, que es la mayor de Europa.
Un 55% de todo el gas que importa Alemania procede de Rusia. Según datos del portal de estadística alemán Statista, Italia recibe de Rusia un 46% del gas que importa. En Francia, el porcentaje es menor: la proporción ronda el 25%.
Pero Francia es precisamente de los países donde más se ha escuchado esa idea, según la cual, la Unión Europea debe, de nuevo, emitir deuda común para hacer frente a los precios de la energía. El presidente francés, Emmanuel Macron, ya ha defendido la conveniencia de emitir deudas comunes para paliar los efectos económicos internacionales de la guerra de Rusia en Ucrania.
Para no depender del gas ruso, en la Unión Europea se multiplican ahora los esfuerzos para diversificar las fuentes de energía. Hacerlo costará dinero, pues la alternativa más obvia al gas natural ruso es el gas natural líquido. Éste es más caro y precisa de la construcción de nuevas infraestructuras como las dos terminales que ahora quiere levantar Alemania.
Saben ya en Alemania que salir de la interdependencia con Rusia cuesta dinero. Pero Alemania no es un caso único. “Los países con una gran dependencia energética de Rusia, como Polonia, Eslovaquia, la República Checa, Hungría o Finlandia, necesitarán apoyo financiero; también para la ampliación de las correspondientes infraestructuras de gas líquido”, dice a NIUS Moritz Rau, experto en cuestiones energéticas del Instituto Alemán para Asuntos Internacionales y de Seguridad (SWP, por sus siglas alemanas).
Frente a estos gastos, en capitales como París suena bien la idea de emitir deuda conjunta. “Podría tratarse de un mecanismo como el utilizado en el momento de la pandemia”, decía Macron en la conferencia de prensa de la reunión mantenida este mes en Versalles por los 27 presidentes y jefes de Estado de la UE.
La idea de emitir nuevas deudas europeas, de la que ya se habían oído noticias antes de la cita de Versalles, implica emular el fondo de recuperación de la UE creado para hacer frente al parón que supuso la COVID-19. Frente a las consecuencias del SARS-CoV-2, el virus de la COVID-19, en el marco de ese fondo se acordaba crear una deuda común que podría ser de hasta 750.000 millones de euros.
Ante las turbulencias económicas que trae la guerra de Rusia contra Ucrania, la eventual emisión de deuda común, según quienes ya han informado sobre ella, alcanzaría “un montante significativo” con el que permitir “a los países europeos a hacer frente a las consecuencias de la invasión”, según ha explicado el diario económico francés Les Echos.
El diario económico belga L'Écho también ha dado cuenta, citando fuentes diplomáticas, de la nueva emisión de deuda como una solución “justificada por la urgencia nacida del conflicto en Ucrania, para financiar, entre otras cosas, el impacto sobre la energía y el gasto en defensa”.
Ahora bien, el avance de semejante propuesta necesita de luz verde de todos los miembros de la UE. Y, como ya ocurrió con el fondo de recuperación de la pandemia, hay quienes resisten a la creación de deudas comunes. Neerlandeses y, sobre todo alemanes, aceptaron con no pocas dificultades la creación de deudas comunes para hacer frente a la crisis impuesta por las COVID-19.
No hay que perder de vista que, en Berlín, hay quien ocupa hoy un ministerio estando en contra de esas deudas comunes. A NIUS, el liberal Volker Wissing, ahora ministro alemán de Transportes y para la Digitalización de Alemania, decía en su día que “el endeudamiento común es algo equivocado”.
Christian Lindner, ministro de Hacienda germana y jefe de Wissing en el partido de los liberales germanos, el FDP, ha llegado a decir que la idea de Macron no está sobre la mesa. “No está al orden del día”, se le ha escuchado decir a Lindner.
Que Macron lograra lanzar con la canciller Angela Merkel una propuesta a la Comisión Europea que contenía el endeudamiento común para hacer frente a la COVID-19 fue a buen seguro algo tan histórico como de difícil repetición. Al menos esa es la impresión que dan las declaraciones de responsables gubernamentales y expertos germanos.
Según explica a NIUS Rau, el experto del SWP, “el principal reto para la viabilidad” de la nueva emisión de deuda “es el principio de unanimidad: todos los Estados de la UE deben estar de acuerdo con este procedimiento”. “Paralelamente, el grado de dependencia energética de Rusia varía entre los distintos Estados de la UE. Por ejemplo, países como España, Portugal, Francia, Bélgica o Los países Bajos presentan una baja dependencia de las importaciones rusas”, añade.
A su entender, Italia, Alemania, Hungría, Eslovenia, Polonia y Bulgaria, por contra, son “altamente dependientes de las importaciones rusas”. Estas diferencias no animan a pensar en un rápido acuerdo sobre una nueva emisión de deuda común. “Debido a los diferentes intereses y niveles de preocupación, es poco probable que se llegue a un acuerdo rápido”, según Rau.
Similar escepticismo frente a la idea de la emisión de nuevas deudas comunes en Europa se percibe en Hubertus Bardt, economista y responsable del Instituto para la Economía Alemania (IW, por sus siglas alemanas). “Ese no es un tema que de verdad ocupe al debate en Alemania”, dice Bardt a NIUS.
“Alemania se está ocupando ahora mismo de la cuestión del aprovisionamiento de la energía y de cómo podemos aliviar la situación de determinados sectores de la población ante el alza de los precios de la energía”, abunda este experto.
En este sentido, el Gobierno alemán acordaba este jueves un paquete de medidas que incluye subvenciones para reducir el precio de la gasolina en 30 céntimos y el diésel en 15 céntimos para mantener el precio del litro en torno a los 2 euros. Las medidas incluyen 300 euros en concepto de 'tarifa plana energética' para todos los contribuyentes.
Además, se creará para los próximos 90 días, un billete mensual para el transporte público de sólo 9 euros. Las familias obtendrán, además, un plus de 100 euros por cada niño. Otros 100 euros recibirán las personas que ya se beneficien de ayudas sociales. En un anterior paquete de medidas similares , estas personas ya habían recibido 100 euros.
Entre las medidas puesta en marcha por el Gobierno de Olaf Scholz ante el encarecimiento de la energía, figura también el aumento en 363 euros de la cantidad de ingresos a partir de la cual no se pagan impuestos. A saber, desde este año, 10.347 euros.
En Bruselas, aunque estos días se hable de la necesidad “nuevas herramientas” ante la nueva realidad creada por el belicismo y agresividad rusa, en Alemania gente como Bardt no ve necesidad de recurrir a las deudas comunes. Entre otras cosas, porque las consecuencias en términos económicos de la guerra de Rusia aún no son similares a lo que supuso la pandemia en 2020.
“Está bien pensar en qué hacer en caso de qué llegue una nueva crisis. Pero no estamos en un caso así. Las previsiones que tenemos no nos llevan a pensar que vayamos a entrar en una crisis económica”, según Bardt. “Crece el riesgo, eso sí, de que eso ocurra, pero habrá que actuar de forma consensuada”, añade.
Sin embargo, aún no hay el consenso necesario para lanzar nuevas deudas comunes y poder pagar las crecientes facturas europeas de la energía. En Alemania, al menos, se puede pensar en deudas comunes, pero sólo “en el caso de que se caiga en una crisis como la de hace dos años, pero eso no es lo que se prevé”, según Bardt.
En 2021, la economía alemana creció un 2,8%, después de haber caído un 4,6% el año anterior. Para 2022, las previsiones rondan, e incluso superan en algunas décimas, el 3%. Está por ver si estas estimaciones se mantienen ante el desarrollo de una guerra de Rusia contra Ucrania de cuyo inicio acaba de cumplirse un mes.