La Casa Real británica hace años que no habla del príncipe Andrés, el segundo de los cuatro hijos de la reina Isabel II. No habla de él y se ha distanciado para que no le salpique su relación con la red de pederastia de Jeffrey Epstein y el juicio que se podría celebrar en Nueva York contra él por la demanda civil que ha presentado una de las víctimas, que lo acusa de haber abusado de ella cuando era menor.
La víctima en cuestión es Virginia Giuffre (Roberts era su apellido de soltera) que lo acusa de haberse acostado con ella hasta tres veces obligada por Epstein cuando tenía 17 años, en 2001. La denuncia fue presentada en un juzgado de Nueva York ante el juez Lewis Kaplan. La vista preliminar se celebró el 4 de enero y en unos días Kaplan comunicará si se lleva a cabo el juicio. Si al final sentara en el banquillo al príncipe, colocaría también a la reina, de 95 años, y a la monarquía británica en una de las situaciones más incómodas de su historia. Los colocaría el foco mundial de uno de los casos más turbios y desagradables de las últimas décadas.
Giuffre, que ahora tiene 38 años, fue captada por el magnate estadounidense Jeffrey Epstein cuando tenía 16 años y trabajaba como masajista en el club de Donald Trump en Palm Beach, en Florida. Giuffre creció en una casa desestructura. Fue abusada sexualmente cuando era una niña por un familiar. Con trece años terminó viviendo en la calle, donde fue secuestrada por un pederasta que la encerró en su casa hasta que consiguió escapar. Entonces empezó a trabajar en el club de Trump.
Allí fue reclutada por Ghislaine Maxwell, la novia entonces de Epstein que se dedicaba a captar a niñas, algunas de trece o catorce años, que estuvieran en una situación delicada. Virginia fue una de ellas. En un principio le pidieron que diera unos masajes a Epstein, pero lo masajes acabaron convirtiéndose en servicios sexuales para él y para otros amigos. Uno de esos amigos era el príncipe Andrés.
Según Andrés, Epstein y él se conocieron en 1999. Según el ex asistente personal del príncipe, Alastair Watson, a principios de los noventa. Epstein y Ghislaine, que es la hija de un magnate de la comunicación británico, fueron invitados a los castillos de Balmoral en 1999 y de Windsor en el año 2000, por el cuarenta aniversario del príncipe, y donde se apunta que conocieron a la reina.
El príncipe atendió múltiples fiestas privadas de Epstein en sus mansiones en Manhattan, en su isla privada en el Caribe y también en la casa de Ghislaine Maxwell en el lujoso barrio de Belgravia en Londres. También estuvo en el ‘Lolita Express’, como el FBI conocía el jet privado de Epstein. Así lo afirmó el piloto del avión durante 25 años, Larry Visoki, en el juicio a Ghislaine celebrado el año pasado. Visoki dio otros nombres de invitados como los de Bill Clinton, Donald Trump, el actor Kevin Spacey o el violinista Itzhak Perlman.
Precisamente en la casa de Maxwell en Londres fue donde dice Giuffre que el príncipe se acostó por primera vez con ella. De aquel encuentro hay una foto en la que aparece el príncipe agarrándola por la cintura. El príncipe jura no haber estado allí y jura no conocer a Giuffre. Pero no ha podido demostrar que la foto fuera un montaje. Las otras dos veces fueron en la isla caribeña y en Manhattan.
Epstein fue investigado por primera vez a mediados de los 90. En el año 2005 denunciado por el padre de una niña que intentó captar para su red. Fue declarado culpable y pasó un año en la cárcel. En 2010, cuando Epstein salió a la calle, Andrés y el multimillonario fueron fotografiados en Manhattan. En 2019 Epstein fue detenido otra vez tras producirse un aluvión de denuncias de presuntas ex niña esclavas sexuales. En agosto de 2019, al principio del juicio, Epstein apareció colgado en su celda. Los forenses no han podido demostrar que fuera un suicidio.
La muerte de Epstein no hizo que se olvidara la red de pederastia. Continuaron las denuncias de mujeres que había sido forzadas y abusadas. En verano de 2020, Ghislaine Maxwell fue detenida y procesada en Nueva York. El pasado 19 de diciembre fue declarada culpable de seis delitos de tráfico sexual de menores y otros de intento de tráfico. Se enfrenta a penas de más de cien años de cárcel. Y está pendiente también de ser procesada por perjurio.
En 2019 los legisladores del estado de Nueva York aprobaron una ley que permitía denunciar crímenes infantiles aunque hubieran prescrito. Y a esta ley se agarraron las denunciantes de Ghislaine y también se agarró Virginia Giuffre para denunciar al príncipe Andrés veinte años después. Los abogados del príncipe han basado su defensa en un acuerdo que firmó Epstein con Giuffre en el año 2009 en el que le entregaba 500.000 dólares (450.000 euros) a cambio de que no le denunciara ni a él ni a otros “potenciales culpables”.
En un primer momento Giuffre había pedido al príncipe una indemnización de 5 millones de dólares (4,5 millones de euros) a cambio de retirar la denuncia. Se apunta que el príncipe podría estar barajando pagarla. Pero Giuffre habría retirado la oferta al ver que realmente podía sentar al príncipe en la banqueta. El juez Lewis Kaplan sigue deliberando su decisión. La clave es el párrafo del acuerdo de Giuffre y Epstein de 2009 que se refiere a los “potenciales acusados”.
Si al final Andrés es procesado, sería un golpe tremendo a la monarquía británica. La Casa Real ya tendría un listado de personas que serían llamadas a declarar en favor del príncipe por la defensa entre las que estarían Sarah Ferguson, la exesposa de Andrés, que sigue viviendo con él en Windsor, y Meghan Markle, por ser estadounidense y por el gran tirón que tiene allí. No está tan claro qué pasaría con todos los títulos que todavía ostenta el príncipe. En 2019, tras la nefasta entrevista que el mismo príncipe solicitó a la BBC para demostrar su inocencia y que acabó pareciendo todo lo contrario, la reina lo apartó de sus funciones oficiales y le retiró el sueldo que cobraba.
Para pagar a sus carísimos abogados, el príncipe está intentando vender el apartamento de 17 millones de euros que le regaló su madre en la estación de esquí suiza de Verbier. Sin embargo, se cree que está siendo financiada en parte por un fondo privado de la reina, el fondo del Ducado de Lancaster. Y se cree también que, si Giuffre aceptara finalmente una indemnización, sería la reina quien la pagaría. Esto ha provocado el enfado de su hermano Carlos y de su sobrino Guillermo, furiosos porque no quieren que la monarca se ensucie en un asunto tan oscuro como es el de la pedofilia.
Andrés sigue siendo Duque de York, sigue siendo príncipe, patrón de decenas de organizaciones benéficas y coronel en jefe de nueve regimientos del Ejército. La reina podría despojarle de todos estos títulos si es juzgado y, sobre todo, si es declarado culpable. Isabel II ya desposeyó a Enrique de sus títulos militares cuando se marchó con Meghan Markle del país. Podría hacer lo mismo con Andrés para salvar ‘La firma’, como se autodenominan los Windsor puerta adentro. El título de Duque de York solo se lo podría quitar el Parlamento.
Si el juez Kaplan admite la demanda, Andrés debería someterse a la justicia estadounidense. El único miembro de la Casa Real que tiene “inmunidad soberana” es la reina. Y si fuera declarado culpable, sería el primer Windsor en ingresar en prisión. Se enfrentaría a penas de veinte años de cárcel. El juicio, de celebrarse, coincidiría con las celebraciones del Jubileo de Platino (los 70 años en el poder de Isabel II) y enturbiaría las celebraciones. Coincidiría además con el libro que publicará Enrique a finales de año y en que podría sacar a luz más ropa sucia de palacio.
Si no lo juzgan será por el papel que firmó Giuffre en 2009 y que impide procesar a cualquier sospechoso de estar involucrado en la red de pedofilia. Giuffre ha declarado que solo se atrevió a denunciar las violaciones cuando en 2015 vio que otras víctimas lo denunciaban. Pero seguirá pesando sobre el príncipe la sospecha de haber abusado de una menor. Pase lo que pase, la Casa Real seguirá distanciada de Andrés y seguirá manteniendo silencio.