Nikol Makarova sólo tiene 12 años, pero ya sabe lo que es perder a un padre; dejar a su madre atrás, entre las bombas que caen sobre Kiev; cambiar de país evitando controles fronterizos; y topar con la burocracia, que le impide venir a Gijón, donde la espera Paula Parrondo, su madre de acogida durante tres años.
"Yo ya no sé qué más hacer, estoy bloqueada", dice Paula con una voz infinitamente triste, por la situación de su hija de acogida, Nikol. La pequeña llegó a Moldavia entre el 1 y el 2 de marzo, sin pasaporte y sin cruzar fronteras oficiales. Eso que la ha convertido en una MENA, en un país extraño donde no tiene a nadie. Está con otra familia que se ha ofrecido a cuidarla a la espera de que pueda venir a España, pero "esta triste", dice Paula, que cada día habla con ella.
Paula se convirtió en su madre de acogida cuando la pequeña sólo tenía siete años. Hacía poco que había perdido a su padre pero, "encajó muy bien con la familia, porque es una niña muy alegre". La relación, como ocurre en muchos de estos casos, se fue estrechando, hasta el punto de que la madre Nikol en Kiev y la de Gijón se hicieron amigas, de las que charlan habitualmente por teléfono.
En 2019, los viajes se cortaron por la pandemia, pero la relación siguió siendo igual de cercana. Por eso, cuando Paula empezó a ver noticias preocupantes sobre Ucrania, ofreció a la madre de Nikol que vinieran a Asturias: "Yo tengo un piso a 120 Km de aquí, le dije a Katia (la madre de Nikol) que podían venir y estar aquí.
Sin embargo, Katia no quería abandonar a su abuela paralítica en Kiev y decidió quedarse allí para cuidarla. En Kiev también se quedaron el hermanastro pequeño de Nikol, y el padrastro. Pero cuando las cosas se pusieron feas y empezaron los ataques, la pequeña fue enviada a casa de su abuela, en un pueblo a 120 Km de Kiev.
Paula está al tanto de todo lo que ocurre con Nikol, porque habla continuamente con ella y con su madre, katia. Por eso, ha seguido cada uno de los más de 500 kilómetros de la travesía que emprendió la niña desde de Kiev hasta la capital moldava Chisináu, para ponerse a salvo.
Durante los primeros días en el pueblo de su abuela todo fue bien. El plan era que Nikol viniera a España. Así que buscaron un conductor que llevara a la abuela y a la niña hasta Moldavia, para que la pequeña cogiera un avión. Pero un bombardeo en el pueblo de al lado desató los nervios de la población. El chófer se echó atrás y la abuela de Nikol le buscó otro transporte, con familias que pasaban a Moldavia.
La pequeña llegó a ese país entre el 1 y el 2 de marzo, pero sólo con la partida de nacimiento. El pasaporte se había quedado en Ucrania y ante esa situación, Paula pidió que no la dejaran sola en el aeropuerto.
Desde Asturias, a través de conocidos, consiguieron que una familia moldava se hiciera cargo de la niña: "No sabemos mucho de ellos, pero sabemos que Nikol está bien", cuenta Paula apenada. Siente que la niña no termina de entender su situación. "Es como si creyera que no estamos haciendo todo lo posible para que esté aquí. Nikol es pequeña para entender la burocracia, aunque es lo bastante mayor como para saber que han bombardeado su ciudad y que su madre, su hermano y su bisabuela están allí", dice Paula que cada día trata de animar a la niña.
Cuando le escribe por las mañanas, Nikol le suele responder con un "estoy triste". Hace unos días le escribió que "sólo quería dormir", pero Paula intenta animarla. "Se me encogió el corazón cuando me dijo que había dejado de hacer deporte, pero al día siguiente le pregunté si querrá hacer taekwondo cuando venga a España y me dijo un 'quiero, quiero' que me alegró el alma porque se la veía ilusionada".
Por ahora, el taekwondo no parece estar muy cerca, y eso que Nikol lo está intentando todo. "Necesitamos que tenga un pasaporte original" que le permita subirse a un avión.
Oficialmente, Nikol está en Ucrania, con sus documentos, pero la realidad es que no puede salir de Moldavia.
Paula ha hablado con todo el que ha podido. Ha recibido ofertas de personas para traer a la pequeña por carretera, pero no podrían sacarla. También ha hablado con Exteriores, que le ha pedido todos los documentos que tenga de Nikol, para ver qué se puede hacer. El lunes, 7 de marzo, envió por correo electrónico todo lo que tiene de ella y, de momento, sigue a la espera.
Con la embajada de Ucrania no ha conseguido hablar. Un diputado asturiano se ha comprometido a intentarlo, y una de las personas que le atendió en el Ministerio de Asuntos Exteriores le dijo que también lo intentaría.
La familia que acoge a Nikol en Moldavia también ha intentando hacer gestiones con la Embajada de Ucrania en ese país, pero les han dicho que "no funciona". Funcione o no, el caso es que nadie ha atendido a la familia ni a la pequeña.
Y en Kiev, todavía peor. La madre de Nikol, también lo ha intentado, asegura Paula: "Pero es imposible, en Kiev ahora mismo no hay nada, nada". Ni oficinas, ni correos para poder enviar el pasaporte. Nadie que pueda resolver la situación.
Son tres familias que intentan ayudar a la pequeña desde tres países diferentes. Pero ella sigue en un limbo legal que no se sabe cuánto durará ni cómo acabará.